Lado B
Innovation en tiempos de Trump
Para ser una nación más innovadora México necesita empresas y universidades más innovadoras y comprometidas con la investigación
Por Lado B @ladobemx
02 de febrero, 2017
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Tomada de invdes.com.mx/

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Mtro. Alexis Vera Sánchez

El nerviosismo por la llegada de una mente impredecible como la de Donald Trump a la Casa Blanca. Acuerdos comerciales que se rompen, amenazas que se cumplen, un muro que se construye. ¿Qué será de las empresas mexicanas ante la hostilidad económica de un sujeto como Trump? ¿Caerán las exportaciones? ¿Se encarecerán las importaciones? ¿Abandonarán el país muchas corporaciones extranjeras y dejarán sin trabajo a miles? Existen altas probabilidades de que la respuesta a varias de estas preguntas sea que sí. Hay que aceptarlo y afrontarlo. México, como la mayoría de los países en vías de desarrollo, le apostó ciegamente al libre comercio en detrimento de la industria interna. Se abrieron las fronteras a productos frecuentemente superiores sin una estrategia efectiva para mejorar los productos y servicios generados por empresas mexicanas. Compañías que no sabían de reinversión ni de mejora continúa como los cracks globales, menos aún innovar.

México le apostó a la maquila, no a la innovación. Muchos empresarios mexicanos, de la mano de sus amigos en el gobierno, construyeron grandes fábricas de mano de obra barata. Edificaron su riqueza como empresarios a partir de actividades de bajo valor agregado, como lo son la manufactura, el ensamble, la producción en serie, etcétera; y dejaron las actividades que más riqueza generan, como la investigación, el diseño y la innovación, a los países que ya de por sí eran ricos. El gobierno ni siquiera tuvo la visión de generar un proyecto industrial de alto valor agregado a largo plazo en paralelo al de la maquila; no hubo ni hay actualmente un proyecto para salir de la mano de obra barata. Otros, como Corea del Sur y China, sí lo tienen y lo están ejecutando muy bien, con extraordinarios impactos para sus economías, empresas y trabajadores en general.

[quote_box_right]Una innovación es una novedad valiosa, es decir, una idea inédita que implementada produce valor para alguien y lo hace mejor que cualquier otra solución existente. Producir novedades valiosas implica desarrollar conceptos originales, prototiparlos rápidamente y probarlos bajo la premisa: equivócate pronto, equivócate barato, aprende rápido. Desafortunadamente esta filosofía no es la que predomina en los ejecutivos empresariales mexicanos (ni en los políticos, dicho sea de paso) que tan poca sed de descubrimiento y desarrollo tienen.[/quote_box_right]

Al firmar el Tratado de libre comercio de América del norte, México permitió que el trabajo intelectual se quedara en Estados Unidos y Canadá, aceptando ser el proveedor de las actividades de menor generación de riqueza en dicho pacto. De haber generado un proyecto nacional para salir de la actividad industrial de bajo valor, hoy estaríamos mucho menos preocupados por el ineludible efecto Trump. Si en lugar de apostarle a la maquila se le hubiera apostado a la innovación, tendríamos menos dependencia del vecino del norte, más empleos mejor remunerados, empresas más fuertes y hasta mayores ingresos fiscales (razón del gasolinazo). Ciertamente la innovación no es medicina para todo. Existen terribles males socioeconómicos, como la enorme inequidad en la distribución de la riqueza, en los que la innovación impacta poco para aliviarlos. No obstante, la innovación no es exclusiva de las empresas grandes, también las micro y pequeñas pueden ser innovadoras y, por lo tanto, generar más valor y riqueza, lo que a su vez ayuda a disminuir la terrible desigualdad económica prevaleciente en nuestro país.

Para ser una nación más innovadora México necesita empresas y universidades más innovadoras y comprometidas con la investigación. Somos una cultura de bajo interés en la ciencia y resolución de problemas complejos. Nos gustan los problemas fáciles; nos gusta importar ideas que otros ya desarrollaron; nos gusta copiar o imitar; nos gusta quedarnos con lo fácil y dejar que los grandes desafíos los resuelvan otros que sí investiguen e inviertan tiempo en actividades de mayor densidad de conocimiento. Las universidades mexicanas están demasiado centradas en la docencia y muy alejadas de la investigación. El gobierno tampoco pone dinero en la investigación básica y las empresas menos. El problema es que la innovación requiere curiosidad, creatividad, ingenio y, sobre todo, investigación. Pero ésta es una actividad que da frutos en el mediano y, sobre todo, largo plazo. Para una mentalidad cortoplacista como la de nuestra sociedad, la investigación se antoja poco.

Algunas empresas (pequeñas y grandes) me han preguntado cómo pueden ser más innovadoras. Mi respuesta es relativamente simple: se requiere, a) un cambio de chip o paradigma en los directivos de la empresa y b) poner recursos a la investigación. Obviamente hay muchas otras actividades que son necesarias para innovar, pero estas son clave. Para la primera (cambio de paradigma), la formación del empresario o directivo de la empresa es fundamental. Los procesos de formación en innovación buscan que el sujeto cambie de observador, que se ponga otros lentes, que se abra al riesgo, que tolere la incertidumbre, que suelte su afán de todo controlar, que relaje su necesidad de ganancias en el corto plazo, que aumente su tolerancia al error, que se sienta cómodo experimentando nuevos métodos, procesos, productos, servicios o soluciones. Para la segunda (poner recursos a la investigación) se necesita decidir invertir tiempo, dinero y trabajo para explorar nuevas soluciones que generen valor para la gente (consumidores) o para las empresas.

Una innovación es una novedad valiosa, es decir, una idea inédita que implementada produce valor para alguien y lo hace mejor que cualquier otra solución existente. Producir novedades valiosas implica desarrollar conceptos originales, prototiparlos rápidamente y probarlos bajo la premisa: equivócate pronto, equivócate barato, aprende rápido. Desafortunadamente esta filosofía no es la que predomina en los ejecutivos empresariales mexicanos (ni en los políticos, dicho sea de paso) que tan poca sed de descubrimiento y desarrollo tienen. En nuestro país se busca la renta inmediata, el beneficio cortoplacista, por encima de la innovación. Tal vez por eso la cultura de aprendizaje a base de prueba y error no es bien aceptada: porque hay que invertir las ganancias del presente para generar algo que tiene un futuro incierto. No obstante, si deseamos un avenir donde nuestro país dependa menos del conocimiento que se genera en el norte y del trabajo barato que nos mandan desde allá, necesitamos innovar. Esto ayudaría, sin duda, a que fenómenos como el de Trump sean menos relevantes y dañinos para el país.

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El autor es profesor de la Universidad Iberoamericana Puebla.

Este texto se encuentra en: http://circulodeescritores.blogspot.com

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