Nota introductoria: La Era es un barrio muy pobre en el Distrito Federal. Asentado en los linderos de unos cerros, se encuentra en una zona llamada Santa Fe, en la que también se alberga una de las zonas más enriquecidas de la ciudad. Las dos zonas están una frente a la otra. Desde los grandes y progresistas edificios de la zona rica se miran esas costas de pobreza semejantes a las favelas. La Era se caracteriza, además, por ser un barrio sumamente peligroso, en el que hay altos grados de delincuencia.
Proposiciones
DETENTE frente a La Era. ¿Qué ves?
El lenguaje convertido en la vergüenza.
Tengo miedo de mirar. De atravesar las calles del pensamiento.
De perderme adentro y no poder salir hasta ser castigada
por el muro de la vergüenza, el silencio de la vergüenza,
el lamento de la vergüenza, el destino de nuestra vergüenza.
Neutra
El lenguaje a manera de foso deja caer
las sensaciones agrupadas.
Nunca se alcanza lo percibido.
El tacto trata de articular una expresión,
los signos incendian los gestos,
la movilidad se apropia de lo escrito
en cuanto desaparece mi voz.
Sin lugar
La Era no tiene lugar. No combate, se atrinchera. La atraviesan los puentes, las mañanas del verano, la vegetación imposible. Ella expande su ruido pero nadie lo escucha; es un grillo que silba con esfuerzo, apenas si pinta su aire.
Miro la zona a distancia. En mi casa ahora prenden veladoras, como si ellas fueran el porvenir, como si anunciaran los hijos que no tendré, la primavera de cada año, ¿quién hará la luz aquí?
Tuve un sueño, vi la destrucción del mundo en un eclipse, los rostros amarillos de los pasajeros sin documentación y yo en medio de ellos cargando mi maleta ordinaria.
Soy una fractura en el tiempo, una mirada cobarde intentando escribir sin jamás dar en el blanco. Soy el ruido de los cerros y apago las veladoras de mi casa cada noche al terminar.
La Era está repleta de inquietud. Escribir es entrar en conflicto con la lengua que hablo; la que dice origen, tierra, nacimiento.
¿Las lenguas perpetran crímenes?
Rumor
Martillos alrededor de La Era. La Era somos. Retornaremos negándola cada vez que nuestra boca intente relatar nuestros cimientos. Cada vez que la mentira invada esa porción densa y profunda del lenguaje: un árbol crecido en el fondo del mar.
(Sin título)
“No podemos decir el tiempo fluye si por tiempo
nos referimos a la posibilidad de cambio.”
Wittgenstein
La falacia de los centros,
la podredumbre que nos circula en los brazos.
Acostumbrados a la mentira
solemos plantearnos refugios aparentes,
soluciones precarias para todo estado de esclavitud.
La distracción interrumpe la claridad
como una infección en los ojos que perturba el escenario.
Mar de márgenes
Sucede que el lenguaje también, al límite,
confirma la importancia de los márgenes.
Lo hace para que las claves
dejen de asfixiar.
Parece que las orillas de La Era son toda orilla.
Una máscara que cifra las desconocidas superficies.
Conozco la superficie.
La palpo cada segundo en el que no puedo
aplicar a nada el misterioso poder de mi lenguaje.
La humanidad, una orilla sumergida en las palabras:
jugando sin ley en cuanto escribe.
Ingrid Solana (Oaxaca, 1980) ha publicado los libros de poesía De tiranos (Limón Partido, 2007), Contramundos (Instituto Mexiquense de Cultura, 2009) y Barrio Verbo (FETA, 2014). Fue becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas de 2009 a 2011 en el género ensayo. Ha trabajado en el guionismo educativo, la edición y a investigación.