Lado B
No sabías qué quemar ni qué esconder, recuerda Mario Irrazabal
 
Por Lado B @ladobemx
10 de septiembre, 2013
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  • El régimen de Pinochet, una mirada de Amnistía Internacional
Imagen: http://www.fotosdepuntadeleste.com

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Amnistía Internacional

Es raro el día en que las esculturas de manos “saliendo” de la arena de una playa de Uruguay, el desierto de Atacama en Chile o la ciudad de Venecia no están continuamente rodeadas de turistas y vecinos de la zona que toman fotografías o las observan desde todos los ángulos.

En Uruguay, la escultura es tan famosa que se ha convertido en un símbolo de Punta del Este, el centro turístico costero en donde se encuentra, pero lo que la mayoría de la gente no conoce es la increíble historia de su creador.

Casi 10 años antes de darse a conocer la escultura, el profesor de arte Mario Irarrázabal, chileno, trabajaba en su estudio de la capital, Santiago, cuando observó desde su ventana cómo Augusto Pinochet se hacía con el poder por la fuerza, un suceso trágico que cambiaría su vida y su país para siempre.

Vio la silueta de los edificios de la ciudad recortada contra una densa humareda, procedente de las bombas lanzadas contra el Palacio Presidencial que darían paso al nuevo régimen militar.

La vida cambió rápidamente; tanto, que Mario sintió que volvía al Berlín de la posguerra, en donde había vivido entre 1967 y 1968.

“No sabías qué iba a pasar, pero había un ambiente de preguerra,” contó.

Imagen: http://www.marioirarrazabal.cl

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En los días siguientes al golpe de Estado, muchas familias se deshicieron enseguida de todo lo que pudiera revelar que sus ideas políticas eran contrarias a Pinochet.

“Comenzaron a buscar a gente. No tenías ningún tipo de información, así que había un miedo enorme. No sabías qué quemar ni qué esconder.”

Pero las actividades y opiniones políticas de Mario no pasaron desapercibidas.

Para él, la situación empeoró días después del golpe de Estado. A eso de las tres de la madrugada, la DINA, la policía política de Pinochet, llamó a la puerta de la casa parroquial en donde se alojaba con su hermano, un sacerdote local.

Los policías interrogaron a Mario y a varios sacerdotes que se encontraban en la casa y los acusaron de apoyar a activistas de izquierdas. Finalmente sólo se llevaron a Mario, probablemente porque temían la reacción adversa de la iglesia católica si perseguían a sacerdotes.

Pasaron tres días antes de que Mario se diese cuenta de dónde estaba recluido.

Continúe leyendo el especial Vivir bajo el régimen de Pinochet: “Lo único que oíamos eran las campanas de la iglesia y los gritos de la gente”, publicado por Amnistía Internacional, en el siguiente link.

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