Lado B
Un famoso don nadie
Un diseñador e ilustrador argentino que hace quince años llegó a México, el lugar correcto en el momento correcto
Por Lado B @ladobemx
23 de julio, 2013
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Llegó de Neuquén Argentina a finales del siglo pasado para insertarse en una naciente y productiva escena underground que tuvo su epicentro en El Alicia, un bar ubicado en la colonia Roma, aunque fue en el canal Nickelodeon en donde obtendría el título de doctor que desde entonces lo acompaña cuando firma sus trabajos

 

Mely Arellano*

@melyarel

Un enmascarado musculoso con aureola de santidad. Un mutante con cigarro y coctel tiki en escenario sesentero, rodeado de palmeras de colores delirantes y una chica Bond con labios rojísimos. Maradona en túnica y actitud de apóstol con un balón de fuego en lugar de corazón. Una mujer vampiro de rostro verde, pústulas en naranja fluorescente y peinado a go gó. Mao Tse Tung con orejas de Mickey Mouse enmarcado en sombras rojas. La gráfica callejera de la capital mexicana, la lucha libre, la ciencia ficción y el glamour de los cincuenta en una cocktelera pop que mezcla todo al ritmo de rápidos acordes surf: imágenes que comenzaron a verse hace más de una década en los carteles del icónico multiforo Alicia en la ciudad de México, el lugar de referencia para expresiones musicales independientes y underground, y saltaron de las calles de la colonia Roma a portadas de discos, páginas de revistas mexicanas, argentinas y españolas, galerías en Latinoamérica, Estados Unidos, Europa y África, y carteles de eventos culturales y musicales como el masivo Vive Latino en su edición 2012. Ése es el imaginario tecnicolor del Dr. Alderete, diseñador e ilustrador argentino que hace quince años llegó a México, el lugar correcto en el momento correcto donde, destino o casualidad, encontró –sin querer- la fama.

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El departamento de Jorge Alderete es una escena de Alicia en el País de las Maravillas: una habitación rodeada de puertas. La correcta, esta vez, es la de su estudio, la segunda de la derecha. Una gata negra, gorda y cariñosa, se le echa sin pudor en el regazo y ronronea. Dr. Alderete la acaricia y la gata entrecierra los ojos. El acento del Dr. Alderete es argentino, aunque ya casi no dice podés sino puedes. Suele comenzar las frases con un “A ver”, arrastrando la erre, y de pronto suelta un “no mames”. Mientras habla no para de mover las manos. Cada tanto peina con los dedos la piocha llena de canas que le llega por debajo de la barbilla o se acaricia la nuca. Mide como un metro ochenta y es robusto. Cuando sonríe, y lo hace  poco, su cara parece la de un niño: dientes pequeños y mal alineados que le restan seriedad a su rostro de ojos café oscuro, cejas negras y gruesas, cabello gris casi blanco.

Su estudio es suficientemente espacioso para un sofá, un par de libreros donde, además de libros, hay varios juguetes de diseñador y artículos tiki (algunos hechos por él mismo), un par de escritorios con pilas de revistas, discos, una computadora. Una ventana y una puerta dan a un balcón. Aunque ambas están cerradas, y el estudio está en un cuarto piso, el ruido de los coches llega nítido. Es mediodía de un miércoles de abril en la colonia Roma, ciudad de México. Afuera hace mucho calor.

Su historia comienza en 1971. Fue el primero de tres y lo llamaron Jorge, como su papá. Nació en la Patagonia argentina, en Santa Cruz, pero se crio en la ciudad de Neuquén, en la provincia del mismo nombre, en una familia de clase media, a 1200 kilómetros de Buenos Aires.

No sabía leer cuando sus padres –ella docente, él trabajador del Estado- le compraron su primera historieta. Fue amor a primera vista.

-Ellos leían historietas,  ediciones muy locales. Era muy común en los 70’s. Había distintas revistas. Muchas eran adaptaciones de novelas y libros clásicos en formato de historieta. En Argentina hay una cultura distinta, en ese sentido, a la que hay acá en México. Existía la historieta para adultos, aunque también había para niños. Yo cada tanto me podía robar las de ellos que no entendía, eran historias muy complejas.

En esa época en Argentina había autores muy famosos como Hugo Pratt, historietista italiano creador de Corto Maltés, o Alberto Breccia, argentino de origen uruguayo que ilustró una segunda versión de El Eternauta.

Foto: Mariela Sancari

Foto: Mariela Sancari

Dibujar, copiar las historietas, se convirtió en su actividad preferida, un asunto en solitario que ni su hermano Gustavo ni su hermana Laura compartieron jamás.

–Mis papás siempre me incentivaron a hacerlo. Me mandaban a clases pero no duraba mucho porque me aburría, eran tradicionales, y para mí el dibujo era algo que más bien me divertía. Así que seguí por mi cuenta.

Ya en la adolescencia, consciente de las 14 horas en autobús que lo separaban de la capital del país, se frustraba porque todo pasaba en Buenos Aires, donde se publicaban historietas que, muchas veces, eran hechas por un grupo de amateurs que enviaban su material a las editoriales.

–A mí me llegaban las revistas de historietas de alguna editorial grande con reseñas como “nos llegó este fanzine que lo hacen dos chicos de…”, y muchas veces de ahí salía la siguiente generación de dibujantes. En Neuquén nos sentíamos muy lejos de eso, por eso hicimos nuestra primera revista, un fanzine, se llamaba Alquitrán.

Lo mismo le pasaba con la música.

–En ese momento para que una banda llegara a Neuquén tenía que tener dos o tres discos, irle bien como para empezar a hacer una gira por el interior del país y ahí te enterabas, descubrías la banda tres discos tarde. El punk rock: fines de 70’s en Inglaterra, fines de 70’s en EU, cuando llegó a Argentina eran los 80’s, ¡cuando pude escuchar a los Sex Pistols eran los 80’s! Porque, bueno, las comunicaciones no eran lo que son ahora y porque los movimientos que venían desde el underground ni tenían cobertura de prensa.

Fue por aquellos días que intentó ser músico tocando el bajo en una efímera banda, Le Freak, sin mucho éxito y sin imaginarse que años, muchos años después, y aún sin asumirse músico compartiría escenario con una banda en forma: Gallo Negro, con quien interpretaría el theremín y daría vida a un show de dibujo e ilustración al ritmo de los acordes. Una experiencia que lo llevaría a tocar con Kusturica, durante un festival en Serbia en el 2012.

En 1989 finalmente dejó Neuquén para ingresar en la carrera de Diseño en Comunicación Visual en La Plata, la capital de la provincia de Buenos Aires. Fue la primera de una serie de mudanzas que implicaron enormes desplazamientos: en 1998 se fue a México, en 2001 a España y, en 2002, regresó a México.

A Neuquén nunca volvió, salvo en vacaciones y ahora una vez al año a visitar a sus padres y a su hermano Gustavo, pues su hermana Laura también se mudó al DF. En una de esas visitas, el amigo de un amigo le propuso que diera una charla en un museo. Alderete aceptó.

-Si lo hubiera querido hacer cuando vivía allá, cuando empecé a hacer mis cosas, no me hubiesen prestado mayor atención.
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La escena es así: una pareja charla en un dinner estadunidense sobre lo complicado que se ha vuelto asaltar bancos, y cómo a nadie se le ha ocurrido robar restaurantes. Tras unos minutos de conversación, él, vestido con una camisa hawaiana saca una pistola, besa a su chica y le suelta un “I love you honey bonny”. Los rapidísimos acordes de la guitarra de Dick Dale rompen la secuencia. Es 1994 y, sin saberlo, con la inclusión de Miserlou en el soundtrack de su película Pulp Fiction, Tarantino acaba de insuflarle vida a ese género que nació en los cincuentas en las playas californianas de la mano de los Beach Boys: el surf.

En ese contexto nació las primeras bandas mexicanas de surf, Los Esquizitos y Lost Acapulco. A partir de entonces se gesta y crece en México un movimiento cultural inspirado en la música surf con una estética retro y festiva: el mar, la playa, el glamour de los cincuenta, el mood hawaiano y la lucha libre. Muchas bandas e incluso los fans, en parte por imitación de Los Straitjackets -la banda de mayor influencia-, comienzan a usar máscaras de luchadores cuando tocan. Ese año, también, abre el Multiforo Alicia, en la transitada avenida Cuauhtémoc, en la colonia Roma, a unos pasos de un club nocturno, una cantina, una librería de viejo y un negocio donde enmarcan cuadros, en donde el surf, el rockabilly, el punk, el rock garaje encuentran mercado y hábitat.

El Alicia es el primer antro que visitó Jorge Alderete en México por invitación de Güili Damage en 1998, el año de su llegada. Ahí comenzó su amistad con Nacho Pineda, el dueño. La identificación con el sitio fue inmediata, sobre todo, por la música. Unos meses más tarde ya diseñaba los carteles de los toquines e ilustraba las portadas de los discos de varias bandas; la primera: Lost Acapulco. A cambio de los carteles, sin acuerdo de por medio o en todo caso por un acuerdo tácito, Nacho lo exentó del pago de la entrada o de las cervezas.

En algún momento, tan pronto pegaban sus carteles la gente los arrancaba, se volvieron de colección sin que así lo buscara. Dr. Alderete los hacía con un sentido práctico y alejado del romanticismo de las tradiciones.

–Me parece que sigue siendo un medio bastante eficaz de comunicar. Lo que pasó muchas veces con el cartel es que se volvió materia de exhibición, cartel de interiores, pero el cartel de rock o de música en general sigue teniendo mucha presencia en las calles y siguen funcionando para comunicar.

Ese bombardeo visual surrealista y kistch sumado a la estética surf lo convirtieron en el artista gráfico más reconocible –quizás el único- del surf mexicano, un surf alejado de las olas californianas e incluso de las playas acapulqueñas.

La afición por los luchadores ya la traía consigo, pero le explotó en tierras mexicanas sobre todo cuando pudo presenciar el espectáculo de la lucha libre que entonces, si bien era popular, no era cool.

-Al desconocer los prejuicios mexicanos respecto a ciertos temas podía mostrar mi trabajo más naturalmente y eso de alguna manera funcionó bien.

En 1999, quizás como una muestra de la buena acogida en el underground chilango, publicó su primera ilustración en SUB, un fanzine de ciencia ficción-terror-fantasía-policiaco considerado de culto que hacían Pepe Rojo, Joselo Rangel –de Café Tacvba-, Ricardo Mejía Malacara, Rodrigo Cruz y Bernardo Fernández BEF.

-Alderete es un brick dog, “el perro que se sabe un solo truco”, pero se sabe muy bien su truco. Un tiempo le dio por hacer carteles en 3D, luego hizo algo más realista y después extremadamente abstracto y todo el tiempo, dentro de los parámetros de su propio estilo, está experimentando. Y creo que eso le permitirá mantenerse vigente –dice BEF, escritor, historietista y diseñador gráfico mexicano, autor de la novela policiaca Tiempo de alacranes, ganadora del premio “Una vuelta de tuerca”.

En el complicado y competitivo mundo del diseño mexicano, Jorge Alderete avanzó rápido.

Los primeros pasos dados en Argentina le rindieron frutos ya estando en México. El día que compró su boleto de avión le ofrecieron trabajo en un suplemento de Clarín. Ante la oportunidad que representaba pospuso el viaje un mes, al cabo del cual acordó una dinámica de colaboraciones vía internet, tomó sus maletas y junto con Clarisa Moura, hoy su esposa, abordó el vuelo. Sus ilustraciones llamaron la atención de la Rolling Stone argentina, donde también publicó cuando ya residía en el DF.

En 2001 –a sugerencia de Clarisa- probaron suerte en España pero volvieron un año después, trayendo bajo el brazo trabajos para El País, y la revista Zona de Obras. Del 2000 al 2005 publicó en Gallito Comics, Matiz, Sputnik, Complot, Somos, Quo, el diario Reforma; creó la disquera Isotonic Records con Juan “Reverendo” Moragues, el guitarrista de la banda Lost Acapulco;  y realizó animaciones para MTV Latinoamérica y Japón, además de Nickelodeon, para quien creó al Dr. Alderete, un personaje inicialmente pensado para un programa que se canceló después del 11-S y a quien le robó el título que desde entonces usa: Doctor. En 2005, la editorial Taschen lo incluyó en su antología de los 150 mejores ilustradores del mundo y aparece en primer lugar por decisión alfabética. Su trabajo ha sido parte de otras antologías especializadas como Illusive, Pictoplasma, Los Logos series, Latino, Play Loud.

En 2006 junto con Clarisa Moura abrió la galería Kong que en 2009 se convirtió en Vértigo, un espacio multidisciplinario donde lo mismo se puede comprar un afiche, una camiseta, un libro o un disco que asistir a un taller o a una exposición. En 2007 con Andrés Amaya, diseñador industrial considerado como uno de los representantes del Neo Pop Ácido, fundó la marca de juguetes Plan B.

A finales del 2012 el trabajo de Jorge Alderete se resumió en dos compilaciones publicadas en sendos libros: Sonorama (Ediciones La Caja de Cerillos) y El Otro Yo (Ediciones Acapulco).

Sonorama es una recopilación de todo mi trabajo pero sólo en relación con la música, están ahí todas las portadas de discos y carteles. Es una antología prácticamente de los últimos 15 años, aunque dice 20 años porque el primer trabajo que hice en Argentina, relacionado con la música, fue en el 93, pero de ahí al 98 no hice muchas cosas, fue hasta el 98 cuando ya me dediqué de lleno.

El Otro Yo es una selección de sus libretas de bocetos, incluye dibujos que después fueron una portada o un cartel o que quedaron sólo en ejercicios.

El Dr. Alderete no usa Macintosh como casi todos los diseñadores. El 95 por ciento de los trabajos los comienza con papel y lápiz y siempre ha usado Corel Draw. Es decir que, en un mundo en el que la norma de los diseñadores son los productos creados por Steve Jobs, se mantiene en la compleja necedad de la PC y el programa básico del diseño por computadora.

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–Hola, soy el Sr. Flavio, estamos acá reunidos con los chicos y queríamos saber si te interesaría trabajar con nosotros.

Es 2008 y, por unos segundos, con el teléfono en la mano, Jorge Alderete piensa que la llamada desde Argentina es una broma. Pero no: lo invitan a ilustrar la tapa del disco de rencuentro de Los Fabulosos Cadillacs. Cuando salió a la venta La Luz del Ritmo, el disco de los Cadillacs, con una calaca verde de frac junto a pequeñas calaveras, sirenas y diablitos danzantes en la portada, el Dr. Alderete consiguió que sus paisanos se fijaran en él.

–Me acuerdo del viaje a Argentina justo después. Me hicieron entrevistas, hice un montón de prensa, era algo que nunca me había pasado, era muy raro.

Para Guillermo Damián ilustrador argentino creador del sitio de diseño Blue Vértigo, Dr. Alderete está en el grupo de otros como Cristian Turdera, Christian Montenegro e incluso Liniers.

El resto, como se suele decir, es historia.

En 2010 la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte de Colombia y la revista El Malpensante eligieron a “los mejores ilustradores de Iberoamérica” para una exposición-festejo por los bicentenarios de la independencia de varios países latinoamericanos: el Dr. Alderete fue uno de los convocados y dibujó a un Miguel Hidalgo descabezado sobre una base de colores verde, blanco y rojo. Ese mismo año ilustró la portada de la primera edición (de lujo) para México de la novela gráfica de culto El Eternauta.

–Me tocó Hidalgo, lo eligieron los organizadores, yo prefería un prócer de Argentina porque conocía más la historia. Pero la idea era que cada ilustrador hiciera el personaje de otro país. Y lo otro que pedían era que basaras tu retrato en alguno conocido y me basé muy libremente en el mural de Aarón Piña (Palacio de Gobierno de Chihuahua). Sólo que el mural de Piña era justo antes del fusilamiento. A mí me parecía muy bizarra la forma en que lo habían matado y  que le cortaron la cabeza y comenzaran a exhibirla aquí y allá. Entonces lo que hice fue retratar a Hidalgo después del fusilamiento, o lo que quizás sucedió después.

La ilustradora mexicana Cecilia Pego, creadora de Terrora y Taboo y Madame Mactans, dice que nadie es profeta en su tierra.

–Es un ilustrador competente que se ha sabido mover bien en el mercado, mejor que muchos ilustradores mexicanos, quizás porque es extranjero y no tiene nuestros complejos, prejuicios o paradigmas.

Para BEF, la extranjería tiene su dosis de valor, pero no es lo único.

–Reúne lo mejor de dos mundos: un gran talento con disciplina y es bien administrado; eso no tiene nacionalidad.

Alderete no niega que su ser extranjero le haya dado ventaja, pero en un sentido más bien de resistencia.

–Hay malinchismo en México, no lo vamos a negar. Pero acá no es tan inaccesible que un director de arte te dé media hora para ver tu portafolio. Quizás si sos extranjero es más fácil, pero una vez que te abrieron la puerta eso no es lo que cimenta tu carrera. Tener una oportunidad con una revista de tirada nacional en Argentina es como el New York Times, no mames, es Argentina, estamos en el culo del mundo, pero es así. Y mi entrenamiento era ése.

***

En 1998 Jorge Alderete y Clarisa Moura ya habían decidido que querían vivir en otro país, por practicidad idiomática las opciones eran México y España. El destino elegido terminó siendo inspiración e influencia, constante estímulo.

–El DF es una ciudad que, con todo lo caótica que puede ser, me resulta muy vital. Es una ciudad que te mantiene despierto, no deja que te asientes demasiado y que te tranquilices, siempre están pasando cosas.

Y, sin embargo, no termina de sentirse chilango.

–Soy chilango de alguna manera, pero si digo que me asumo chilango me gustaría hacerlo en otros términos. Por ejemplo en la colonia Roma, donde vivo, están por decidir si ponen parquímetros y piden el voto de los vecinos del barrio y yo, como sigo siendo extranjero, no puedo votar, ¡hace 15 años que vivo ahí! Es ridículo que no pueda votar ni por los parquímetros. Este tipo de cosas son las que me hacen no sentirme tan chilango. Por otro lado sí es una ciudad que hago mía, para vivirla, para disfrutarla, tiene sus cosas… Y quizás ser chilango es tener una relación amor-odio con ella y entonces sí, quizás así lo sea.

En 2008 celebró sus diez años de vida mexicana con un libro: Yo soy un Don Nadie, editado por Black Cat Bones. Eran 45 retratos de amigos, los mismos que dan vida al Alicia, acompañados de una anécdota en inglés, francés y español acerca de cómo los conoció.

–Se vendieron rapidísimo, también en Estados Unidos y en Francia. En ningún lado encuentras un ejemplar –dice Pola Hurtado, fundadora de la ya desaparecida editorial francomexicana.

Se imprimieron mil copias, cien en pasta dura.

El título sale de una canción de Los Pardos, pero también es una frase que refleja el espíritu de la publicación: retratos de un montón de famosos de la escena underground chilanga hechos por un ilustrador argentino inscrito en la misma fauna: un famoso Don Nadie.Lado B. Periodismo 3.0

*Una primera versión de este texto se publicó en el número de abril de la revista Chilango, y fue desarrollado en el taller que dictó la periodista Leila Guerriero, como parte del seminario Nuevas Rutas para el Periodismo Cultural que organizó la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. La foto que acompaña este texto es autoría de Mariela Sancari y fue tomada del sitio The City Loves You.

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