Lado B
Las fotos de la infancia y el desfile de muertos: las Maras en Honduras
 
Por Lado B @ladobemx
03 de junio, 2013
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Imagen: http://marashonduras100.galeon.com

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Honduras. El País.- Esmeralda* tiene 30 años y cuando ve las fotos de su infancia es un desfile de muertos. El Tata, Bubucha, el Nene, Alex… Quemados, tiroteados, desaparecidos, descuartizados.

El último fue Ronald. Le dieron 24 balazos en la esquina de su casa hace un par de meses. Habían ido juntos a la escuela. Era uno de los últimos chicos de su edad en la manzana. Él era parte de una pandilla minoritaria, los Astlanes, en un distrito de Tegucigalpa disputado por las dos principales maras, la Mara Salvatrucha o M-13 y el Barrio 18.

Casi los únicos mareros que pasan de los 30 son los que están presos. En la calle tarde o temprano les llega su hora. “Cosas de la vida loca”, dicen. Y lo prefieren a la vida mísera en la que crecieron. Las pandillas se extienden entre los sectores más pobres de la región más pobre de América Latina.

Después de veinte años de violencia, el martes pasado anunciaron un alto el fuego a cambio de que el Gobierno les facilitase su reinserción y oportunidades para los que vienen detrás. Los mareros han crecido y son, incluso en prisión, empresarios y padres de familia. Por eso están cansados de la guerra. Todavía no se puede medir la eficacia del cese de hostilidades y la sociedad lo recibe con recelo, pero el Gobierno, con la intermediación de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Iglesia, ya ha creado una comisión de negociación. En año electoral, no se quiere perder ninguna oportunidad para bajar la sangría en el país con la tasa de homicidios más elevada del mundo: 20 muertes violentas al día.

Lo que empezó como un juego de niños peleones se ha convertido en una sólida estructura del crimen organizado. “Hay un nivel de organización más fuerte, mayor presencia, mayor capacidad de actuación. Ahora mandan a algunos de sus miembros a estudiar las estructuras de liderazgo, compran minibuses de transporte público y su política se rige desde la penitenciaría”, explica Arabeska Sánchez, del Observatorio de la Violencia de la Universidada de Honduras.

Continúe leyendo el reportaje de Majo Siscar Banyuls publicado en El País en el siguiente link.

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