Lado B
Un tesoro de México: la música de José Pablo Moncayo
Por Lado B @ladobemx
05 de julio, 2012
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Alfonso Álvarez Grayeb***

Hace unos cuantos días, precisamente el 29 de junio de 2012, México celebró el primer centenario del nacimiento de uno de sus hijos ilustres, el gran músico José Pablo Moncayo (1912-1958), autor del universalmente celebérrimo Huapango, composición a la que muchas personas consideran el segundo Himno Nacional de México. La fecha no pasó inadvertida para Google, que presentó ese día en su motor de búsqueda una imagen de Moncayo dirigiendo a las letras de Google que sostienen instrumentos musicales, teniendo como fondo el famoso vitral del Palacio de Bellas Artes con los maravillosos volcanes.

No hay mexicano a quien esta deslumbrante pieza no haga vibrar íntimamente, a pesar de las incontables ocasiones en que la ha escuchado, pues la pieza fue adoptada a lo largo de muchos años como telón de fondo musical de cuanto acto oficial pudiera imaginarse, y por constituir el ejemplo más a la mano de la música sinfónica mexicana en todo el mundo. Es la pieza mexicana más interpretada en la historia. Este par de dudosos privilegios pudieron haber costado el olvido del público debido al posible hartazgo repetitivo que pudo pesar sobre la obra. Pero no ha sido así por fortuna: la inmensa vitalidad de sus notas y sobre todo de sus veracruzanos ritmos, y el tremendo poder evocador de los paisajes mexicanos (esto último dicho por extranjeros) de esa maravillosa amalgama sinfónica de los tres hermosos sones que lo generan, “El Siquisirí», «El Balajú» y «El Gavilancito”, han logrado que podamos escuchar el Huapango repetidamente sin saturarnos. Nos encanta una y otra y otra vez.

La transposición de un son mexicano, sea huasteco, jarocho o jalicience, a la dotación sinfónica no es cosa sencilla: corre el riesgo de desnaturalizarse, de europeizarse, de traicionarse. No es este el caso. La mano experta de Moncayo hace que el espíritu del arpa y la jarana vernáculas se trasmine a los fagotes, clarinetes, violonchelos y percusiones en forma natural, espontánea, fresca, de manera que no se nos pierda la brisa del mar, el rumor del río, el aire del sotavento y el zapateado. Y este fenómeno  acústico y espiritual no es privativo del mexicano, acostumbrado  a sentir el son casi desde la cuna (tal es mi caso, por suerte): hoy podemos con facilidad ver videos de orquestas sinfónicas alemanas, francesas, inglesas y hasta japonesas, interpretando el Danzón #2 de Arturo Márquez o el infaltable Huapango de Moncayo, y palpar las emociones de músicos y públicos extranjeros frente a la sensualidad y la energía de la música mexicana. En particular recomiendo buscar en YouTube ambas obras con la célebre Filarmónica de Berlín, la mejor el mundo para muchos, o con la excelente orquesta venezolana Simón Bolívar dirigida por el fenómeno Dudamel en Londres, y constatar la descarga emocional de los teutones o los ingleses en su encuentro con esos ritmos vibrantes y llenos de vida.

La otra cara del Huapango, un tanto menos luminosa, es que su tremendo poder y energía han hecho un contrapeso tal respecto al resto de las obras de Moncayo, que simplemente no las conocemos en un grado ni de lejos comparable al Huapango. Esto es una pena, ya que Moncayo es un gran compositor con lenguaje y sonoridad propios, y forma parte de la poderosa corriente nacionalista mexicana al lado de los “monstruos” Carlos Chávez, maestro de Moncayo; Silvestre Revueltas, Manuel M. Ponce o Candelario Huízar, otro de sus mentores, como lo fue también el gran músico norteamericano Aaron Copland, quién en un hermoso círculo se nutrió a su vez de la música mexicana en los años 30 y 40 del pasado siglo (de ahí surgió su hermosa obra Salón México). No olvidemos que Moncayo es autor de una ópera, La mulata de Córdoba, con libreto de Xavier Villaurrutia, y de excelentes poemas sinfónicos como Amatzinac, Bosques o Cumbres; también de un precioso e impactante ballet llamado Tierra de temporal, recomendabilísima pieza que es un homenaje a Emiliano Zapata y tiene varias versiones en YouTube y algunas grabaciones; y también música de cámara, como entre otras, la hermosa Sonata para Viola.

La discografía de estas obras es limitadísima o de plano inexistente. Por ejemplo, Cumbres, una importante pieza de Moncayo de 1953, nunca ha sido grabada. Esta obra se estrenó en Estados Unidos con la Sinfónica de Louisville dirigida por Robert Whitney. En YouTube sólo se encuentra una orquestación secuenciada, es decir artificial, de sintetizador, hecha por alguien muy generoso que tenía la partitura y que quería oír cómo sonaba en forma aproximada la obra. Parece mentira que tuvieran que pasar 100 años del nacimiento del compositor jalicience o casi 55 años de su muerte, para que tuviéramos en el año 2012 grabaciones disponibles de la obra de Moncayo distinta al Huapango, como Dios manda. Lo ha hecho CONACULTA con motivo del homenaje del primer centenario del compositor. Más vale tarde que nunca. Creo y celebro que esta ocasión marcará una nueva era en cuanto a la aquilatación justa del valor artístico y nacionalista de José Pablo Moncayo. Se lanzan 8 CD’s y 10 libros, espero que asequibles al gran público para lograr una real difusión de la obra, así como la edición facsimilar de una treintena de sus partituras. Excelente noticia. Otra hermosa noticia es que el fin de semana del 29 de junio al electoral 1 de julio de 2012, el Huapango fue interpretado 51 veces!!! en distintos puntos de México por diversas orquestas. En uno de esos conciertos conmemorativos, el de la Orquesta Sinfónica Nacional de México, con Carlos Miguel Prieto al frente, y la presencia del Presidente de la República, se dio algo inusual (además de los abucheos a este último personaje): al terminar de interpretar el Huapango como colofón del concierto, y con la orquesta retirada ya después de los entusiastas aplausos, sucedió que el público no dejó de ovacionar por 5 minutos adicionales hasta que la orquesta tuvo que salir al escenario para interpretar Huapango otra vez. Inédito, y hermoso. Más hermoso es que rindamos el honor que Moncayo merece escuchando su música y difundiéndola. Es un tesoro más de nuestro culturalmente riquísimo país.

*El artículo expresa la opinión personal de la autora, que es académica de la Universidad Iberoamericana Puebla

**Este texto se encuentra en Círculo de Escritores.  Sus comentarios son bienvenidos.

***Académico de Tiempo de la Universidad Iberoamericana Puebla.

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