Lado B
El melodrama de México
Dos escenas: un jueves por la tarde, varias personas se hallan a la orilla de una plácida alberca perteneciente a un hotel de cuatro estrellas situado en una playa del Pacífico mexicano. Entre aperitivos, cocos, botanas y alguna hamburguesa, se encuentra un pequeño televisor que funciona con baterías, el cual es mirado con avidez por el grupo. Se trata del capítulo diario de la telenovela vespertina de moda.
Por Lado B @ladobemx
05 de marzo, 2012
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 Hugo León Zenteno*

@hugoleonz

Dos escenas: un jueves por la tarde, varias personas se hallan a la orilla de una plácida alberca perteneciente a un hotel de cuatro estrellas situado en una playa del Pacífico mexicano. Entre aperitivos, cocos, botanas y alguna hamburguesa, se encuentra un pequeño televisor que funciona con baterías, el cual es mirado con avidez por el grupo. Se trata del capítulo diario de la telenovela vespertina de moda.

El otro momento transcurre en una larga sobremesa dominical. Los comensales exceden de la docena y la plática tiene el típico vaivén de una ocasión así: de la política a la actualidad económica, de los resultados deportivos a la reseña de algún evento social. Es entonces cuando el relato comienza a versar sobre las andanzas de fulanita, quien después de haber sido despechada por zutanito decidió enredarse con menganito, para luego enterarse de que el primero la rechazó al saberla su madre biológica.

He presenciado, debo decir, ambas situaciones en algunas ocasiones y mi sorpresa y preocupación prevalece. En el primer caso por la notoria subordinación a una transmisión televisiva en un entorno donde francamente está fuera de lugar. Y en el segundo ejemplo, por la vehemencia con la que una buena parte de los convidados a la mesa discute las vidas de personajes que son ficticios. Sin duda, la telenovela es el género televisivo más popular en nuestro país, en gran medida por la continua labor de fomento del mismo que han hecho las televisoras a través de varias décadas; tan es así, que su impacto va más allá de la mera entretención, en tanto se ha incorporado ya a la idiosincrasia de muchos mexicanos.

Acaso por ello, un cúmulo de anunciantes patrocinan este tipo de programas e incluso -en años recientes- pagan para que sus productos se incorporen directamente a la narración de las historias. Esta práctica, conocida como product placement o producto integrado, se realiza desde hace décadas en el cine comercial y en diversas industrias televisivas a lo ancho del mundo. Claro, la manera en la que se produce en los culebrones mexicanos es realmente burda y torpe, dado que la fluidez de los diálogos se interrumpe para hacer las menciones comerciales pactadas.

Quizá también, por los altos niveles de audiencia de estos programas, los políticos y candidatos a serlo aspiran a utilizarlos con fines propagandísticos o de promoción de su imagen personal. El más reciente desatino lo protagonizó el candidato puntero en las encuestas al incluir en su plataforma electoral la propuesta de ofrecer telenovelas donde se muestren “nuevos modelos de convivencia”. Más allá de la poco saludable intromisión política o gubernamental en el diseño de contenidos mediáticos, la evidente intención “educativa” que subyace a la idea del copetudo personaje es, por decir lo menos, una aberración. Sencillamente, el melodrama, género dramático inherente a la telenovela, no es apropiado para fines educativos; el despliegue exagerado de emociones que conlleva aquél es, por lo mismo, únicamente adecuado para generar efectos catárticos. Es por esto, además, que la pretensión de crear telenovelas infantiles, con argumentos supuestamente didácticos o formativos, es enormemente perversa.

Ante este panorama, en mi próxima estadía en la playa, consumaré, como usualmente lo hago, la postergada lectura de una buena novela; y, en la sobremesa que pronto me espera, charlaré sobre personas que sí existen.

*Académico en las áreas de Periodismo y Comunicación. Actualmente es profesor en la Escuela de Periodismo de la UPAEP y en la Universidad de las Américas Puebla. Sus áreas de interés profesional son: recepción crítica de medios, hipermedios y noticias; análisis del mensaje periodístico en diarios nacionales e internacionales; ciberperiodismo; análisis y consultoría sobre arquitectura de información, usabilidad y calidad semántica en websites. Vive en la ciudad de Puebla; gusta del arte, el beisbol, el chocolate y la lluvia.

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