Hace algunos años: porque lo dijo Jacobo. Más recientemente: porque lo dice el “teacher”. Desde entonces y hasta ahora: porque salió en la tele. Desde hace una década: porque está en internet. En suma, como audiencia, muchas veces tendemos a conferirle a los medios de comunicación un atributo de infalibilidad, un carácter de autoridad; con un dejo de superioridad sobre nosotros, los individuos de a pie. Escuchad, el oráculo mediático está a punto de pontificar.
Esta idea, en clave irónica, no se halla alejada de la realidad de muchos receptores y usuarios. Acaso es una posición cómoda, en términos que nos simplifica las cosas, que nos evade de la responsabilidad de formular nuestra propia visión de las noticias o de las realidades cotidianas. Confortabilidad dada, además, porque implica una sencillez al construir puntos de vista, en tanto sólo basta reproducir los del líder de opinión o corriente mediática de nuestra conveniencia. Es así que, a partir de ciertos factores de comodidad y/o de ignorancia, mitificamos a esos líderes, corrientes y a las industrias a las que pertenecen.
Los problemas asociados a esta situación se pueden inferir de inmediato. De entrada, la capacidad crítica de los públicos queda limitada o incluso no existe, puesto que sus premisas argumentativas (si es que así pueden llamarse) son endebles y banales al únicamente ser un remedo de lo que se plantea desde la televisión, Internet, las radiodifusoras y ocasionalmente desde los periódicos. Peor aún, muchos de nuestros temas de conversación cotidianos quedan enmarcados por las dinámicas y mitologías procedentes del melodrama televisivo o del escándalo en turno.
Por todo lo anterior, es necesario que desmitifiquemos a los medios. Suprimir nuestro complejo de inferioridad ante ellos es fundamental para comenzar a construir una recepción no sólo más crítica sino también más congruente con nuestra realidad. La clave aquí es abordar el asunto desde la perspectiva del diálogo. Sí, los canales, estaciones, websites y periódicos tienen poder y muchos de ellos buscan poseer una hegemonía (en términos de la producción de la opinión pública) , pero yo mismo tengo poder sobre mi conciencia y mis hábitos de consumo. Por eso mi pensamiento, mi discurso, es capaz de debatir con aquéllo que me es propuesto desde las esferas mediáticas. Y ese diálogo, cuando se da, tiende a ser constructivo y a enriquecer mi propia personalidad, ya que puedo ser capaz de tomar lo mejor de dichas propuestas.
En la medida en que miremos a los emisores de programas y mensajes desde un enfoque igualitario, estaremos más habituados a cuestionarlos, a exigirles, a proponerles. Y seremos sus interlocutores, no sus súbditos.
*Académico en las áreas de Periodismo y Comunicación. Actualmente es profesor en la Escuela de Periodismo de la UPAEP y en la Universidad de las Américas Puebla. Sus áreas de interés profesional son: recepción crítica de medios, hipermedios y noticias; análisis del mensaje periodístico en diarios nacionales e internacionales; ciberperiodismo; análisis y consultoría sobre arquitectura de información, usabilidad y calidad semántica en websites. Vive en la ciudad de Puebla; gusta del arte, el beisbol, el chocolate y la lluvia.
EL PEPO