Lado B
Morir junto al río: contaminación del Atoyac es un peligro para la salud
Los altos niveles de contaminación del río Atoyac desde hace al menos 20 años han provocado enfermedades como insuficiencia renal y cáncer, causando estragos a la salud y decenas de muertes en quienes viven cerca de la cuenca entre Puebla y Tlaxcala
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
26 de octubre, 2021
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Segunda de dos partes

Parte II: Morir junto al río

Mayra Peña Contreras nunca creyó que vivir junto al Atoyac sería una sentencia de muerte. En una calle de apenas 250 metros de largo han muerto diez personas en los últimos cinco años, siete enfermas de cáncer y hay al menos otras tres con insuficiencia renal. Lo que tienen en común es que han crecido a orillas de un río con altísimos niveles de contaminación.

Sus papás le contaban que el Atoyac, cuyo cauce se ve desde la puerta de su casa, era un lugar limpio, donde incluso se podía nadar. Poco a poco la contaminación incrementó hasta que “ya era difícil venir acá, y aguantar y soportar el olor, estar aquí cerca del río. Pero solo era eso, jamás pensamos que nos iba a afectar más allá”, dice Mayra parada frente a las oscuras aguas del Atoyac. 

Su sobrino Ignacio Gutiérrez Peña, de ocho años de edad, enfermó de cáncer y pasó dos años en agonía hasta que murió. En la puerta de su vivienda todavía cuelga un moño negro. Y caminando desde ahí hasta el río se ven moños negros de ambos lados de la calle que desemboca en una maleza de basura y suciedad.

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Alejandra Méndez, directora del centro de Derechos Humanos Fray Julián Garcés de Tlaxcala, organización que nació hace 20 años para atender, entre otras cosas, la contaminación del río, dijo en entrevista para LADO B que en los 70 municipios de la cuenca del alto Atoyac, a partir de analizar los datos de mortalidad del Inegi, de 2002 a 2016 moría una persona cada cuatro horas por enfermedades relacionadas con la contaminación del río; sin embargo, de 2015 a 2019 falleció una persona cada dos horas y media por las mismas causas.

Desde 2016 LADO B documentó cómo el Atoyac estaba enfermando a la gente en Tlaxcala y Puebla, incluso afectando a quienes hacían ejercicio en el Ecoparque Metropolitano en la zona Angelópolis de la capital poblana. Este medio también pudo comprobar que el agua que en ese entonces consumían al menos 152 mil habitantes de los municipios cercanos al río, estaba contaminada, y causaba fuertes afectaciones a la salud.

La vida se transformó lentamente con la llegada de la industria desde finales de la década de los 60, en la zona actualmente hay cerca de 20 mil 400 empresas, según datos oficiales recabados por organizaciones. Ahora, quienes viven en los municipios cercanos al río han tenido que convivir con el temor de enfermar de cáncer u otros padecimientos causados directamente por el cuerpo de agua.

El crecimiento de las enfermedades

Morir junto al río: contaminación del Atoyac es un peligro para la salud

Descarga de aguas residuales del Corredor Quetzalcóatl / Foto: Olga Valeria Hernández

En 2017, y gracias al arduo trabajo de investigación y documentación que durante seis años hicieron organizaciones como el Centro Fray Julián y “Por un Atoyac con vida”, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) emitió la recomendación 10/2017 respecto a la contaminación del Atoyac.

El documento de la CNDH dice que la falta de saneamiento y el tratamiento inadecuado de desechos industriales, además de un desordenado e intenso crecimiento industrial, influyen directamente en la salud humana. 

También en el mismo se precisa que la contaminación química del agua tiene efectos carcinógenos (es decir, causantes de cáncer), además de afectaciones en el sistema reproductivo, endócrino e inmunológico, sobre todo dañando a niños y adultos mayores, quienes son los grupos de edad más vulnerables.

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Otros de los daños son las enfermedades diarreicas, que para 2017 eran la tercera causa de muerte en infantes menores de cinco años de edad en los municipios de la cuenca del río; la CNDH mencionó además que la exposición a mercurio y plomo desde el útero y durante los primeros años de vida puede provocar retraso mental. 

Las organizaciones que atienden el tema del río documentaron que de 2002 a 2016 han fallecido en la cuenca del Atoyac, 26 mil 477 personas por cáncer y cuatro mil 379 de insuficiencia renal, además han habido al menos 906 abortos espontáneos. 

Lo anterior está contenido en el informe “Empresas transnacionales y libre comercio en México: caravana sobre los impactos socioambientales”, resultado del llamado “Toxitour” en el cual un grupo de eurodiputados (diputados del parlamento europeo) visitó varias regiones de emergencia ambiental en el país, entre ellas la cuenca del Atoyac-Zahuapan.

El documento, en cuya redacción participó el centro Fray Julián Garcés, menciona que la tasa de mortalidad por cáncer en la zona es 13.5 veces mayor al promedio nacional; además, entre 2015 y 2019, de acuerdo con datos del investigador Samuel Rosado, murieron 11 mil 343 personas por cáncer de colon, de sangre y de órganos genitales femeninos, y hay una alta relación entre la leucemia mieloide y la exposición a los contaminantes del río.

El peligro se extiende a otras zonas

La Maestra Gabriela Pérez Castresana, especialista en el estudio de la estructura y funcionamiento de los ecosistemas acuáticos y cuencas hidrográficas, de la Ibero Puebla, explicó en entrevista para este medio que se han hecho estudios de las afectaciones indirectas de la contaminación del río, como ingesta de alimentos regados con las aguas del Atoyac. 

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Dijo que también se han hecho investigaciones que comprueban que niños que toman leche de vacas que se han alimentado con pastos regados con estas aguas, han tenido afectaciones por la presencia de arsénico en su organismo. Actualmente Gabriela Pérez y un grupo de investigadores están trabajando para profundizar en el tema de la salud de los habitantes de la región, y apuntó que es necesario que primero haya un buen diagnóstico del estado de salud general de la gente para poder medir con mayor precisión los cambios.

Morir junto al río: contaminación del Atoyac es un peligro para la salud

Foto: Olga Valeria Hernández

Hasta el momento no se sabe a ciencia cierta cuántas personas han padecido alguna enfermedad directa o indirectamente causada por el río, pero las y los pobladores de la zona buscan poner un alto a la incertidumbre, como le pasó a Isabel Flores, doña Chave. 

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La casa de doña Chave se distingue porque en su puerta tiene pegado un cartel de “Por un Atoyac con vida”, organización de la cual es parte. El enorme pliego de papel tiene imágenes y poco texto, como si fuera una suerte de códice moderno, y explica cómo desde 1965, con la llegada de la autopista México-Puebla, la Volkswagen y el acelerado desarrollo industrial, la contaminación empezó sin dar vuelta atrás. 

Fue en 2009 cuando el monstruo de la contaminación del Atoyac cobró una vida cercana a doña Chave, cuando su hija Zulma enfermó de leucemia. Dos años más tarde, después de ir a instituciones de salud en Tlaxcala, Puebla, Jalisco y la Ciudad de México, de perder dinero, trabajo, endeudarse y ver sufrir a su hija, la joven murió.

Y desde ese momento no ha dejado de luchar activamente para hacer algo, lo que pueda, para tratar de sanar al río. 

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Han pasado cinco años de esto, y cuatro y medio desde que la CNDH evidenció estos problemas y la responsabilidad de los tres niveles de gobierno y las empresas de la zona. Sin embargo, todo va peor.

La muerte sigue viviendo en las riberas del Atoyac.

 

*Foto de portada: Olga Valeria Hernández

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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