Los profesionales de la salud recomiendan hacer deporte para mejorar el estilo de vida, pues tiene beneficios que van desde regular los niveles de presión arterial, hasta reducir la depresión y la ansiedad. Sin embargo, las opciones para practicar deporte se reducen considerablemente al ser mujer. Escuchar que alguien juega, corre, pega, patea, lanza, levanta, durante mucho tiempo, han tenido connotaciones negativas respecto a la persona que participa en actividades físicas que involucren estas acciones.
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Desde el 2013 en México, se realiza el estudio Módulo de Práctica Deportiva y Ejercicio Físico (MOPRADEF) y, de acuerdo con este, el porcentaje de mujeres que practican alguna actividad física no supera el 40%, de hecho se ha reducido. Cuando el estudio se hizo por primera vez, el porcentaje de mujeres que realizaban actividad física era del 36%. Desde entonces, el MOPRADEF del 2022 indicó la cifra más alta fue del 35.6%.
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Personalmente, no me considero una persona particularmente activa en el ámbito físico. Muchos deportes me resultan difíciles de seguir y la mayoría de los que entiendo me aburren. A pesar de esto, desde los 5 años hasta los 23 que hoy tengo, he practicado natación, gimnasia de trampolín, ballet, futbol, danza contemporánea, kick boxing, box y, actualmente, danza aérea. Esta trayectoria en la que genuinamente he disfrutado la mayoría de estas actividades, me ha llevado a preguntarme, ¿acaso yo no soy compatible con el deporte o es que el deporte no es compatible conmigo?
No me refiero a que las actividades en sí mismas me repelan, sino al hecho de que los espacios que he encontrado en Tlaxcala no están pensados para la participación de las mujeres. En mi paso por diferentes disciplinas, me he dado cuenta de las deficiencias en la capital del estado más pequeño de la república mexicana, como la falta de instalaciones y la marginalización de mujeres en muchos espacios deportivos.
Cuando estuve en gimnasia, nos cambiaron de auditorio dos veces: la primera porque las paredes del auditorio de San Juan Totolac se estaban cuarteando por la construcción del entronque a Chiautempan del Libramiento Tlaxcala, y la segunda porque el auditorio de Atempan no tenía la altura necesaria para realizar acrobacias sin caer o golpearse contra el techo. Antes del segundo cambio, dejé la gimnasia, pues mi entrenadora también se fue.
Mi dimisión del equipo de futbol pasó cuando tenía 12 años, por la total ausencia de otras mujeres en el equipo. No obstante, esto se fue reduciendo en mi imaginario social en la preparatoria, cuando mis compañeras empezaron a practicarlo y, posteriormente, cuando mi hermana entró a los 24 años a una liga. De todas formas, no dejé de notar las pocas mujeres en el equipo. Cuando ella iba a jugar, tenía que hacerlo en equipos varoniles contra niños de 12 años y, cuando podía jugar contra otros equipos femeniles, el rango de edad era ridículo: el equipo contrario incluía integrantes desde los 12 hasta los 40 años.
Cuando habló de esto con su entrenador, descubrió que el único intento por atraer a más mujeres a la liga era que las mismas integrantes del equipo invitaran a conocidas. Pero constantemente realizaban videos en redes sociales y se repartían volantes invitando a más varones de todas las edades a unirse al equipo. Sumado a esto, con frecuencia mi hermana hablaba desilusionada sobre los comentarios de su entrenador, quien sugería que un mal desempeño de las mujeres en su equipo era una cuestión de biología y no una consecuencia de no haber entrenado desde pequeñas, como la mayoría de los hombres en el equipo.
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Ahora, me encuentro practicando danza aérea. El espacio en el que practico cuenta con la altura mínima requerida de 3 metros, que no es la ideal porque nos impide practicar caídas. En un estado pequeño, es lógico que no haya grandes instalaciones para este tipo de actividades. Sin embargo, después de haber practicado deportes que generalmente el estereotipo de género los cataloga como “de mujer” (por ejemplo, la gimnasia, donde a duras penas había 6 hombres, contando al entrenador), veo que los deportes en los que hay más hombres tienen más y mejores espacios.
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Practicar una actividad física es una posición política en un estado en el que las oportunidades se ven limitadas por el territorio y aún más por el sexo biológico de quienes lo practican. En apariencia, es más fácil abandonar estos espacios cuando se muestran incompatibles con uno mismo pero, el renunciar a ellos, implica renunciar a que se generen más oportunidades en el área del deporte. Los estereotipos no deberían implicar un obstáculo para tener una vida más saludable y perseguir pasiones. El practicar deporte como mujer no debería ser una posición política.
Andrea es parte de la comunidad de Girl Up México, una organización liderada por juventudes para capacitar, inspirar y conectar con otras activistas por la igualdad de género. Haz clic aquí para leer más sobre Girl Up México y su trabajo impulsando a jóvenes agentes de cambio.
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