Lado B
El deber ser feminista y otros mitos de la división de luchas
La diversidad es siempre enriquecedora, pero también un arma de dos filos: ¿qué pasa cuando la diferencia significa segmentación y no convergencia de opiniones?
Por Lado B @ladobemx
29 de agosto, 2023
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Por Lydia Leija | Girl Up México*

Por años, mi relación con el feminismo fue tranquila y llevadera. Leía al respecto, platicaba con mis amigas, e incluso introduje a muchas en la lucha y la postura política. Pero mientras crecía, mi propia forma de ver el movimiento se transformaba. Poco a poco era más problemático decidir con qué estaba de acuerdo, si la radicalidad era lo mío, si podía estar de acuerdo con todas, participar de todas las discusiones y aprender de cada una de las trincheras. Pronto me di cuenta de que eso no era posible. No sé si yo crecí, si el movimiento creció (o si crecimos juntas), pero poco a poco iba perdiendo la claridad del camino, de la lucha.

La diversidad es siempre enriquecedora, pero también un arma de dos filos: ¿qué pasa cuando la diferencia significa segmentación y no convergencia de opiniones? Estoy segura de que no soy la primera ni la última en problematizar cómo se relacionan los grupos feministas. En su ensayo The Master’s Tools Will Never Dismantle the Master’s House, Audre Lorde escribió: «Sin comunidad, no hay liberación, solo un armisticio frágil y temporal entre un individuo y su opresión más vulnerable. Pero la comunidad no debe significar renunciar a nuestras diferencias, ni la patética pretensión de que estas diferencias no existen».

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Foto: Lydia Leija

De las primeras veces que me enfrenté con mis propias posturas, lo hice acompañada. A media pandemia, una amiga me había invitado a un círculo de lectura con feministas radicales. Hablamos de discapacidad, deconstrucción, decolonización y muchas propuestas de discusión que en el momento estaban en boca de todas. Un día el tema fue (no podía faltar) heterosexualidad obligatoria y yo, en una relación con una persona socializada masculinamente, me sentí fuera de lugar. Cuando terminó, me quedé platicando con una de ellas sobre qué tan buena feminista era si mi pareja no ‘estaba en mi bando’. Me dijo que sentía lo mismo y que por eso a veces no se sentía tan cómoda en el círculo. Dejamos de ir poco a poco. A veces la lucha en contra del patriarcado se distorsiona bajo las luces de las corrientes ideológicas y parece ser que regresa a nosotras en forma de competencia y juicios sobre nuestras iguales. 

Este año, por primera vez, no quise ir a la marcha del 8M. Entre tanto purplewashing, protestas que parecen celebración y espacios cuya presencia raya entre el activismo para marketing, no encontré un lugar cómodo y seguro para mí. La rendición ante lo inminente me dejó llena de dudas. ¿Soy mala feminista por no ir? ¿De verdad es tan malo resignificar las luchas? ¿A quién le pertenece la calle realmente? ¿Quiénes lideran los movimientos sociales realmente? ¿Quién se beneficia de las fracturas que se vuelven cada vez más profundas en las luchas, particularmente en la de las mujeres?

No fui la única. Varias mujeres cercanas se sintieron igual, según me contaron. El tomar las calles se volvió algo calendarizado y de alguien más. Las formas de manifestarnos frente a las injusticias se volvieron de alguien más y la manera de alzar la voz hasta los gritos ya no es suficiente. Entonces ¿qué nos queda por hacer? En el accionar a veces me siento estática y, a diferencia de mi vida cotidiana, mi lucha política ha sido cada vez menos ruidosa, más dudosa de si llegaremos al destino que nos prometimos (que me prometí) cuando me consideré por primera vez parte de esta lucha. 

Foto: Lydia Leija

Para mí, la congruencia es asfixiante. Me parece difícil, hasta un poco ilógico, serle fiel a alguien que ya no eres. Todo lo que nos rodea cambia y transforma nuestras ideas y las cosas en las que creemos. Para mí, vivir por una idea es, valga la redundancia, idealista. La metamorfosis es la cosa que une a todos los seres humanos; aun así, sucumbir ante ella te puede llevar a contradecirte a ti misma. Pero, ¿en dónde queda el diálogo si no es en la diferencia? Ahora, 10 años después de saberme feminista por primera vez, tengo muchas más preguntas que respuestas, que significan el inicio de un largo camino por recorrer. 


*Lydia Leija forma parte de la comunidad de Girl Up México, un movimiento liderado por juventudes que quieren capacitar, inspirar y conectar con otras activistas por la igualdad de género. Conoce más sobre Girl Up México y su campaña de recaudación de fondos.

 

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