Lado B
Amor y rechazo: un recuento personal  
Sin querer, el mundo de la comunicación me estuvo educando todo este tiempo sobre lo que creía que era el amor.
Por Lado B @ladobemx
07 de marzo, 2023
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Alena Danja Maya Gutiérrez | Girl Up México

Con motivo del mes del amor y la amistad, me gustaría compartir los pensamientos que se me han cruzado durante estas fechas. Desde el nombre de la celebración, se sugiere una experiencia específica: por mucho que se trate de la amistad, el amor siempre ha sido el estelar.

Claro, no negaré que la amistad nos ha marcado y que en ella encontramos el mayor consuelo en nuestro día a día, pero hay veces en que deseamos ser tratados de una manera cálida y especial, estar con alguien que acompañe nuestros días mientras nos aviva el deseo de explorar nuevas emociones y darle sentidos más profundos a estas experiencias. Todo eso me preocupó desde que era una niña.

Creí que las relaciones siempre serían sencillas: si tienes el corazón puesto, no hay motivo para fracasar en un ámbito tan popular, porque ¿cómo hacerlo cuando hay esquinas llenas de parejas y los medios están impregnados de sus ideas? Su presencia cotidiana me hacía sentir que no debía educarme en ello y me sorprendí al encontrarme perdida en la confusión de querer sin ser correspondida. Mis gustos cambiaron a lo largo de los años, conforme fui encontrando más fortalezas en mi persona, creyendo que buscaba una especie de reto en mis “prospectos” de parejas, cuando la verdad es que sólo vivía por el rechazo. Por eso, lograr una autoestima firme fue mi reto más grande y mi mayor obstáculo en el tema de las relaciones. Me impidió disfrutar de etapas completas de mi vida y limité mis oportunidades tanto en lo académico como en lo profesional. 

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Pero ¿por qué hablo de educarse en el amor? Me cuestiono un poco si debo tratar de teorizar algo que es emocional y cursi… Pero cómo no hacerlo cuando se trata del tema más famoso del mundo. Los sentimientos y emociones han sido tan estigmatizados que nos olvidamos de que todos los días vivimos atravesados por ellos. Escuché muchas veces que aquello era irracional, sin importancia e infantil. Verme reflejada en esos términos me hería y empecé a reprimir mi lado más expresivo. Me alejé de los abrazos de la gente, las palabras dulces. Evité exponerme  a situaciones que me pidieran una respuesta emotiva y terminé excluyéndome de casi todos los espacios colectivos. Después de verme muy sola, vi que los efectos por embotellar todo estaban presentes en mi cuerpo, enfermándolo, visibilizando su presencia en todo lo vivo. Reflexioné bastante al respecto y concluí que rechazar lo que existe era de hecho lo irracional y que quizá esa era nuestra postura porque lo desconocíamos, entonces debíamos educarnos en ello, y ¿qué es lo que nos educa a todos? ¿Qué está siempre en contacto lanzando información por todas partes? Los medios. 

El amor está impregnado en todos los medios masivos: farándula, arte, turismo, academia, etc. Sin querer, el mundo de la comunicación me estuvo educando todo este tiempo sobre lo que creía que era el amor. Me mostró los mundos de las grandes relaciones, maquilló situaciones horribles que se excusaron en el cariño, aunque en realidad eran actos nacidos desde la pura obsesión y posesión. Hasta hace poco, reconocí que no me veo identificada con los personajes femeninos de los medios. Tal vez lo deseo. Ser de esas mujeres hermosas de mentalidades fuertes, pero de alguna forma siempre menos grandiosas que sus parejas, en el cine, en los medios de la cultura pop, en los cuentos. Empecé a querer ser los personajes masculinos, en vez de desear estar con ellos. 

Fue durante la pandemia que me vi en la necesidad de buscar actividades que me permitieran pasar el tiempo y no sentirme presa de la monotonía. Mientras buscaba medios para aprender y divertirme, encontré una variedad increíble de espacios creados por mujeres de todas las edades para discutir nuestras vivencias en lo personal y lo social. Mi mayor alivio fue sanar entre mujeres que también se habían lastimado, ya fuera por ellas mismas o por alguien más, pero que, a partir de los caóticos eventos de su pasado, se hicieron fuertes e independientes. Volví a querer ser como las mujeres, pero no las de la tele, sino las de la vida real. Con ellas mi panorama sobre el amor se amplió hasta un punto donde el cariño que encontré en mujeres desconocidas me permitió disfrutarlo con mis amigas más cercanas y reconocer su valor, algo que ignoré durante mucho tiempo. No ser correspondida nunca debió significar que yo no valía, porque entre un mar de gente que se quiere y deja de querer, la única constante soy yo. 

No sólo los demás me rechazaban, también yo me rechazaba a mí misma. Pero ahora que concentré mis esfuerzos en corregir lo que a mí me dolía, también pude replantear mis deficiencias y crecer. Lo comparto como una breve experiencia de cambio con tantas cosas que me hicieron a la idea del rechazo: los juegos de infancia, los roles en mi casa, la “educación sexual”, la fiebre del porno en nuestra generación desde una temprana edad… 

Todo lo anterior de una mentalidad que gobierna nuestro entorno, y fue el rechazo de ese mundo lo que me permitió a mí, como lo ha hecho con muchas más personas, construirme con      honestidad. Verme alejada de los ambientes que eran populares me hicieron reflexionar a profundidad sobre mis motivaciones para moverme en el mundo, cuáles eran los elementos que me componían y qué pretendía lograr con ese conocimiento. La presión por conocer de lo que «me perdía» mientras estaba alejada de todo me permitió investigar con cautela sobre ello y tener una respuesta orgánica a través de reconocer cómo me sentía, honrando cada una de mis emociones. Hoy me sigo construyendo. Es un proceso constante que no termina, ni el mío ni el de nadie, pero al final es el movimiento del cambio lo que nos aviva como personas.

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