Lado B
Armémonos de valor
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
28 de noviembre, 2022
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Amar es ir a ciegas
El corazón despega, mientras todo arde
Odiar es mucho más sencillo
El odio es el lazarillo
De los cobardes

¡Armémonos!
Armémonos de valor
¡Armémonos!
Armémonos de valor, hasta los dientes
El miedo salió de su fosa y hoy
Amar es cosa de valientes…

¡Armémonos!
Armémonos de valor
¡Armémonos!
Ahora mismo y aquí
Haciendo historia
Soltemos al aire nuestras octavillas
De la guerrilla de la concordia… 

Cuerpo a cuerpo, verso a verso
(¡Amar es cosa de valientes!)…

Jorge Drexler. La guerrilla de la concordia


Hoy más que nunca, amar es ir a ciegas. En un mundo en el que el odio, la exclusión, el racismo, el clasismo, la aporofobía y muchos otros males propios del “diabolus” -el que separa, el que rompe la religación- campean a sus anchas por todo el territorio nacional y por grandes extensiones del planeta, sin duda amar es ir a ciegas, es caminar en la incertidumbre sin tener garantías ya no digamos de producir efectos positivos en la propia vida y en la de los demás, sino de la mera supervivencia, porque amar es comprometerse con las causas que religan y esto aquí y ahora, puede costar la vida.

Sin embargo, cuando amamos, el corazón despega mientras todo arde y entonces volamos, nos situamos por encima del fragor de las guerritas cotidianas y de las crueles y absurdas guerras nacionales e internacionales, podemos tener otra perspectiva, un punto de vista superior, un meta punto de vista que nos permita mirar la realidad con otros ojos y tal vez, recuperar la esperanza poco a poco, paso a paso, vuelo a vuelo, aunque todo abajo siga ardiendo y parezca que nada ni nadie puede parar este incendio de la violencia que mata cuerpos y ánimos.

En efecto, como dice Drexler, hoy odiar es mucho más sencillo, es simplemente subirse al tren de los discursos de odio que se desparraman por todos los medios de comunicación y dominan las redes sociales dejando un espacio muy reducido y marginal para quienes queremos comunicarnos y no agredirnos, para quienes buscamos construir y no destruir, para quienes aspiramos a derribar muros en lugar de edificar bunkers.

Sin embargo, también dice esta canción con mucho sentido, el odio es el lazarillo que guía a los cobardes, la fiera que sirve de faro a quienes debajo de su violencia verbal o física esconden un irrefrenable miedo a sus propias sombras, a las injusticias y absurdos del mundo. El lazarillo que les sirve para seguir derecho y sin pensar ni sentir remordimiento alguno frente a sus acciones crueles, que reparten muerte física o emocional por todos los sitios que pisan, para intentar ocultar el terror de vivir, de conmoverse frente al dolor ajeno.

Frente a todo este panorama que a muchos ya no les afecta ni les duele porque se ha normalizado, porque lo han ido incorporando a su vida cotidiana como si fuera natural existir en un entorno de muerte y exclusión, resulta urgente aceptar y difundir la invitación del cantautor, actor y médico uruguayo, la invitación a armarnos, a armarnos hasta los dientes, a crear un arsenal de armas que nos sirvan para soportar el horror del contexto actual y tratar unidos de enfrentarlo y transformarlo.

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Armarnos sobre todo de valor para enfrentar la cultura de la muerte, con esperanza y con una alta moral, un alto deseo de vivir humanamente y de construir un mundo diferente, un planeta en el que seamos capaces de reconocernos unos a otros, de mirar nuestras diferencias como riqueza y no como problema, de construir justicia, es decir, de ajustar todo lo que está hoy desajustado, para que todos puedan ser incluidos en la humanidad.

Hacer acopio de valor y armarnos, pero no solos como francotiradores que acabarán pereciendo a manos del miedo que salió de su fosa hoy, aunque podamos acertar algunos tiros y asestar algunos golpes de vida en este campo minado por escenarios de muerte. Armarnos juntos y emprender solidariamente la tarea de transformar a esta humanidad enferma y a punto de autodestruirse, asumir el compromiso de avanzar en las trincheras del cambio de época para salir de la oscuridad y encontrar en comunidades creativas, los agujeros por donde penetra la luz de una nueva humanidad, para hacer más grandes esos huecos y dejar que penetre la nueva vida.

Ahora mismo y aquí, es más urgente que nunca actuar haciendo historia y soltar al aire nuestras octavillas de la guerrilla de la concordia. Hoy más que nunca hace falta amar: amar a la naturaleza, amarnos a nosotros mismos, amar a los demás y sobre todo a los más vulnerables e indefensos, porque aquí y ahora, amar es cosa de valientes.

Tal vez esta sea en nuestros tiempos críticos la principal tarea de los educadores, como profesionales de la esperanza: organizar esta guerra de guerrillas de la concordia que asuman la valentía que implica amar y se armen de valor para combatir la creciente deshumanización del mundo. Formar a las nuevas generaciones con las herramientas cognitivas y emocionales unidas a las convicciones y el compromiso libremente asumido de ir a ciegas, caminando en la incertidumbre del mundo para cambiar las cosas y reestructurar el sistema para tener una sociedad en la que como dice Sabina en otra canción: “…ser valiente no salga tan caro y ser cobarde no valga la pena…”

Nuestra humanidad enfrenta hoy una crisis multidimensional que puede llevarla hacia la extinción. Nuestro país se encuentra en un momento muy delicado en el que además de la pobreza y la desigualdad crecientes y aparentemente inevitables, de la violencia que ha vuelto las ejecuciones y las balaceras en lugares públicos de muchas ciudades algo cotidiano y del creciente poder del crimen organizado y la militarización legalizada, está en riesgo nuestra incipiente y muy imperfecta democracia que ha costado décadas y muchas vidas.

Los profesionales de la esperanza no podemos tomar el camino fácil del odio y la descalificación sino armarnos de valor hasta los dientes y formar estas guerrillas de la concordia. Porque en este país roto, amar es cosa de valientes y la educación es un acto de amor a los ciudadanos del futuro y de amor al mundo que habitamos y nos habita. 

 

*Foto de portada: Shameer Pk | Pixabay-2

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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