Lado B
Elecciones: el déjà vu italiano. Una entrevista con la politóloga italiana Valentina Pazè
La posibilidad de que la derecha obtenga una mayoría en el Parlamento, como consecuencia de la división entre la alianza centro-izquierda, evidencia el riesgo de que avance una reforma presidencial autoritaria que deje el poder en manos de los herederos del fascismo
Por Bilha Calderón @clitemnistra
19 de septiembre, 2022
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Valle d’Aosta, Italia. El verano está terminando en Italia. Las familias han regresado a casa y mientras la escuela de jóvenes y el trabajo se reorganizan, la política interna del país no ha tenido vacaciones.

Usualmente, es durante septiembre cuando en Italia, la cuarta economía más grande de Europa, se comienza la discusión para la definición del presupuesto anual, tras el descanso de las vacaciones de agosto. Sin embargo, este otoño en Italia se esperan unas elecciones anticipadas, a causa de la crisis de gobierno sufrida a mediados de Julio.

Las elecciones, previstas para el 25 de septiembre, serán las segundas en solo cuatro años y llegan en un momento de especial fragilidad económica y social del país frente a la Unión Europea (UE) que, en este momento, quiere evitar una recesión a toda costa.

El gobierno del Primer Ministro Mario Draghi, el cual se había formado a manera de emergencia durante la post pandemia en 2021, se desplomó cuando los aliados clave de la coalición de derecha, Lega (Liga) y Forza Italia (Fuerza Italia), y el Movimento 5 Stelle (Movimiento 5 Estrellas, M5S) boicotearon el voto de confianza para Draghi, forzando su dimisión y la disolución del parlamento el 20 de julio.  

La maniobra política por parte del frente de derecha fue, en su momento, duramente criticada por los periódicos principales, alineados al gobierno, así como por el sistema, que se mostraron indignados por las elecciones anticipadas y por la manera burda, aparentemente sin sentido, en que fue conseguida la renuncia de Draghi.

Mario Draghi, exjefe del Banco Central Europeo, es un economista y servidor público altamente respetado en todo el continente por su liderazgo durante la crisis de deuda soberana en 2011. El político goza de una reputación casi sin igual en Italia, pues encarna lo que es reconocido como el tecnócrata por excelencia, tanto por su pragmatismo en cuanto a lo económico, como por su liderazgo diplomático. Se le consideraba el más capaz y competente del país, en años recientes, para paliar la crisis económica, energética, social y diplomática por la que atraviesa Italia. 

Si bien Italia es un socio igualitario con las potencias europeas, también es cierto que el país está económicamente estancado y agobiado por la deuda, además de cargar con una inestabilidad política y creciente presión social. Ha sido entonces inesperado que, teniendo el gobierno de unidad nacional de Draghi, donde, dadas las circunstancias, se había visto un periodo de estabilidad y recuperación económica moderada, surgiera esta crisis política, cuando Italia necesita estabilidad, para evitar la inflación y dar resultados positivos para poder acceder a los fondos de recuperación postpandemia de la UE. Aún así, el proyecto de Draghi ha quedado trunco.

Por lo pronto, no obstante su dimisión, Draghi permanecerá en el cargo y continuará labores administrativas hasta la formación de un nuevo gobierno, después de las elecciones.

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Para entender a fondo la crisis política italiana, así como lo que esta crisis y estas elecciones pueden significar para otras democracias en el mundo, LADO B ha entrevistado a la Dra. Valentina Pazè, Profesora e investigadora en el área de filosofía política, del Departamento de Culturas, Política y Sociedad de la Universidad de Turín, Italia, quien desde una perspectiva teórica e histórica, aborda en su trabajo académico, temas como el comunitarismo, el multiculturalismo, las teorías de los derechos y la democracia.* 

Específicamente, la politóloga ha escrito extensamente sobre la demagogia y su relación con la democracia desde la antigüedad hasta nuestros tiempos: “Con las debidas distinciones, es posible establecer una correspondencia entre lo que hoy se entiende comúnmente por populismo y una degeneración de la democracia que los antiguos conocían muy bien, que para indicarla habían acuñado un término específico: demagogia.”. Entendida de esta manera, la demagogia forma parte de la democracia desde siempre y la podemos encontrar aún en los discursos políticos, las campañas y las promesas de grupos y partidos, donde el “demagogo” en turno busca consensos sin buscar o incentivar la discusión pública, haciendo promesas fáciles, con cantaletas simplonas o impactantes, a base de slogans

En esta entrevista, la investigadora explica, de manera amplia, algunos de los puntos claves en el parteaguas político italiano. Sin embargo, es en la discusión del uso de la demagogia y la antipolítica donde la politóloga deshilvana la relevancia de estos aspectos en los procesos democráticos actuales. Estos temas no son exclusivamente locales, sino que hoy día podemos encontrar rasgos de ellos en casi todas las elecciones.

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Durante los comicios próximos de finales de septiembre, los votantes elegirán un parlamento donde, hasta ahora, las encuestas apuntan hacia un resultado dominado por la coalición conservadora.

La ley electoral en Italia, la cual mezcla un sistema mayoritario con el cual se asignan un tercio de los representantes, y un sistema proporcional para los otros dos tercios permite que la coalición ganadora, aún teniendo una minoría de los votos, pueda lograr la mayoría absoluta de escaños. Luego, con un 66% de representantes, se pueden hacer reformas a la Constitución de forma rápida.  De ganar la derecha, podría fácilmente implementar el presidencialismo, uno de los puntos claves de su proyecto de nación.

Reportera (R): Me parece que una de las grandes preocupaciones que expresan ahora mismo muchos italianos, de centro o de izquierda, es que existe la posibilidad de que el frente único de derecha llegue a una mayoría del 66% de diputados en el Parlamento, lo que permitiría que hicieran rápidamente reformas constitucionales.

¿Cree que esto es posible? ¿Cómo afectaría este escenario a Italia?

Valentina Pazé (VP): El riesgo existe. Pero la responsabilidad de esta situación se debe en gran medida a la falta de escrúpulos de la centro-izquierda, y en particular de su partido hegemónico, el PD [Partido Democrático], que por años ha teorizado la primacía de la «gobernabilidad» sobre la representación y, cuando estuvo en el gobierno, se mostró poco respetuoso de los equilibrios constitucionales. El cambio hacia un sistema electoral predominantemente mayoritario, que en 1994 permitió el ascenso al poder de Berlusconi, lo quiso la centro-izquierda. La actual ley electoral, de la que hoy Enrico Letta [Secretario del PD] dice que es «la peor posible», fue impuesta, con un voto de confianza, por un gobierno liderado por el PD. Solo que entonces (era la época de Renzi) parecía que favorecería a la centro-izquierda, mientras que hoy está en pleno favor de la derecha. Además de no haber hecho nada, cuando estaba en el gobierno, para cambiar esta ley electoral, el PD rechazó la propuesta, presentada desde varias partes, de constituir un «frente antifascista» unitario contra la derecha para intentar contenderle la victoria en las circunscripciones uninominales. Al dividirse, la centro-izquierda está condenada a la derrota. 

Si al final la coalición liderada por Giorgia Meloni [candidata de Fratelli d’Italia] realmente alcanzará las dos terceras partes de los escaños necesarios para cambiar por sí sola la Constitución (sin posibilidad de que la oposición convoque un referéndum popular), o si se queda justo debajo, nadie lo puede decir por el momento. Pero, en todo caso, el escenario es sumamente preocupante, también porque en muchos temas la derecha «oficial» contará con el apoyo de parlamentarios elegidos en listas teóricamente de centro-izquierda. El “regionalismo diferenciado”, un mortífero proyecto de reforma que acentuará la brecha entre regiones ricas y pobres en el acceso al derecho a la salud, es parte del programa de la derecha, pero también del PD.

R: Específicamente, ¿existe la posibilidad de que, con una victoria de la derecha en Italia, el papel de los partidos políticos se diluya para apuntar, en el futuro, hacia el presidencialismo o hacia una forma de gobierno más autoritaria o menos controlada?

VP: La transformación en sentido presidencial de nuestra República siempre ha sido una propuesta del MSI [Movimiento Social Italiano], el partido heredero del fascismo del que proviene Giorgia Meloni. Y con el tiempo ha ganado adeptos también en la izquierda, especialmente en la variante francesa que ⎼como bien explicó el constitucionalista Mauro Volpi⎼ representa una forma potenciada, más que diluida, de presidencialismo. El problema es que hace tiempo que los partidos han perdido la capacidad de representar las necesidades de la sociedad y han abdicado a la tarea de representarlas y mediar por ellas en el parlamento. Ha pasado la idea de que “el que gana se lleva todo” y el que pierde espera su turno. Y se ha subestimado culposamente el problema de las garantías: las mayorías cualificadas (absolutas o de dos tercios) previstas por la Constitución no solo para la revisión constitucional, sino para la elección de importantes órganos de garantía, como la Corte Constitucional y el Consejo superior del poder judicial, fueron concebidas cuando existía el sistema proporcional en Italia, pero no han sido modificadas con la aprobación de leyes con efectos mayoritarios. También se ha olvidado el famoso «conflicto de intereses» de Silvio Berlusconi. El resultado es que, efectivamente, nos arriesgamos a una reforma presidencial o semipresidencial de inspiración autoritaria, sin introducir los frenos y contrapesos necesarios (que en todo caso están mostrando sus límites incluso en países históricamente presidencialistas).

En esta elección se presentará la coalición de centroderecha, encabezada por el partido Hermanos de Italia (Fratelli d’Italia), que es un partido con raíces posfascistas, la Lega (Liga), cuya agenda está centrada en la anti-inmigración y en debilitar la influencia de la UE, y Forza Italia, el partido de Berlusconi. Esta alianza de derecha se lanza hacia la victoria con promesas, antes que nada, de bajar impuestos.

Giorgia Meloni, la líder de los Hermanos de Italia y candidata principal a futuro Primera Ministra, ha centrado su campaña en convencer a los ciudadanos, a los mercados y a la UE, que ella no es extremista. Su imagen personal como política ha sido cuidadosamente forjada; su partido, sin embargo, no puede negar que en sus filas militan conocidos fascistas, que continúan usando los símbolos de la dictadura. De esta manera, Meloni podría convertirse en la primera mujer Primera Ministra de Italia y también la primera de extrema derecha desde Mussolini. 

Por su parte, la coalición de centroizquierda se separó en agosto, durante la crisis de la alianza con el M5S, lo cual resultó en una desbandada en la que el Partido Democrático (PD) quedó en una alianza llamada PD-IDP (Italia Democrática y Progresista), formada por partidos pequeños de izquierda y ecologistas.

En la pugna electoral hay, entonces, una gran coalición de derecha, la coalición de partidos de centro-izquierda y el Movimento 5 Stelle, el partido autodenominado como “antisistema”, que participará independientemente, y una serie de partidos menores.

R: Las encuestas preelectorales, hasta el momento, muestran una marcada inclinación de los votantes por la opción derechista, con Giorgia Meloni a la cabeza, para las elecciones del próximo 25 de septiembre. ¿Cree que una victoria de la derecha en este momento correspondería a lo que fue la victoria de Berlusconi en 1994?

VP: De alguna manera, sí, es una comparación plausible. La victoria de Berlusconi marcó un quiebre en nuestra historia, tanto que es costumbre utilizar esa fecha para el nacimiento de la llamada “segunda república”. Un gobierno liderado por Meloni, que además tomaría posesión en una fase particularmente dramática de la vida italiana y europea (la guerra, la crisis energética, la emergencia social y climática) representaría un shock para muchos italianos (no para sus electores, obviamente). Basta pensar en que el próximo 22 de octubre, el centenario de la marcha sobre Roma, podría celebrarse con los herederos del fascismo en el poder…

Así como la retórica del fascismo continúa siendo atractiva para ciertos sectores en Italia donde, se piensa, que pueden salir los suficientes votos para hacer a Meloni Primera Ministra. En años pasados ha cobrado fuerza también la discusión de la relevancia de la antipolítica en Italia, donde Berlusconi fue uno de los pioneros del uso en medios masivos del discurso en contra de todo lo tradicionalmente político, vis a vis, las bondades de los “negocios exitosos”.

R: Berlusconi, en el ’94 prometió a los italianos darles un gobierno de «no políticos», porque él era un exitoso hombre de negocios que no se comportaba como ellos. Mientras tanto, bajo su mando, la falta de respeto a las normas e instituciones consumía una gran parte del debate público: lo importante era el acceso y la permanencia en el poder.

Entonces, ¿hay aspectos por los que lo que vemos con este frente de derecha pueda considerarse como el déjà vu de Berlusconi? ¿Una carrera por el poder por el poder?

VP: Sí y no. El ascenso de la derecha capitaneada por Meloni corresponde ⎼al menos en apariencia⎼ a una fase de revancha de la política tras el gobierno del super-técnico Mario Draghi. Cuando Berlusconi «salió a la cancha», hizo suya la retórica antipolítica del «hacer», mostrándose como modelo de empresario exitoso, pragmático y ganador. En realidad, su mayor preocupación era defender sus intereses: proteger a sus empresas y a su persona de los procesos que le concernían, a través de la creación desde cero de un «partido-empresa», de tipo personal. Lo de Giorgia Meloni, en cambio, no es un partido personal ni improvisado. Tiene una larga historia a sus espaldas, cuyas raíces aún son visibles en el símbolo de la llama tricolor, herencia del MSI [Movimiento Social Italiano], partido fundado tras la Segunda Guerra Mundial por antiguos fascistas y miembros de la República de Salò. Aunque ella se distanció formalmente del fascismo, en las filas de su partido no faltan los nostálgicos del saludo romano y de la defensa de la raza. Pero claro, en esta fase en la que tiene que acreditarse ante las instituciones internacionales, Giorgia Meloni está dando muestras de pragmatismo, como demuestra su repentina conversión de lealtad a la OTAN. La Lega de Matteo Salvini es también un “partido real”, con su propio arraigo social. En cuanto a Forza Italia de Berlusconi, el tercer componente de la alianza de la derecha, es hoy una formación en declive, que nunca ha podido liberarse del estorboso peso de su anciano jefe (y financiador) y que, paradójicamente, se percibe como la componente «moderada» de la coalición.

Italia

Foto: southtyrolean / WikiCommons

R: En su trabajo académico habla de la educación política que los ciudadanos deben tener, en principio, para poder elegir conscientemente opciones electorales para su beneficio personal, pero también para el beneficio de sus comunidades y grupos. ¿De dónde cree que parte ahora la necesaria educación política de los italianos para votar en las próximas elecciones?

VP: Siempre he pensado, remitiéndome a la lección de John Stuart Mill y Tocqueville, que la educación democrática ocurre a través del propio ejercicio de los derechos democráticos: no solo el derecho al voto, sino las libertades de reunión, huelga, asociación. Sigo creyendo ⎼con Kelsen⎼ que no puede haber democracia sin partidos, o en todo caso sin sujetos colectivos (asociaciones, movimientos, comités), que permitan a los individuos reunirse para socializar sus problemas y salir del aislamiento. Creo que un resurgimiento del interés por la política, especialmente entre los jóvenes (que hoy huyen de la política), solo puede pasar por la reactivación del conflicto social en los lugares de trabajo, en los territorios devastados por las «grandes obras», en las ciudades inhabitables por la contaminación, en las escuelas y universidades sujetas a continuos recortes de gastos y reformas inspiradas en el modelo neoliberal.

R: Las elecciones italianas del 25 de septiembre vienen sobrecargadas con todos los problemas generados por una guerra en el continente, la crisis económica, los efectos tangibles del cambio climático, la pospandemia, etc. Después de hablar y reflexionar sobre el poder de la demagogia en su quehacer académico, ¿qué condiciones, a su juicio, favorecen el uso extremo de la demagogia para obtener o conservar el poder?

VP: El mejor caldo de cultivo para la demagogia es el miedo y el malestar social. Las personas socialmente más débiles, asustadas, desorientadas, que han sido abandonadas por la izquierda en los últimos años, tienden a confiar en quienes les ofrecen respuestas sencillas e inmediatas a sus problemas. Así, por ejemplo, la campaña electoral de la derecha dirige la ira de los pobres y empobrecidos contra quienes están en aún peores condiciones que ellos, como los inmigrantes, desviando la atención de los verdaderos perpetradores de la crisis, como las industrias energéticas que están haciendo enormes ganancias especulando sobre la guerra en Ucrania. Uno de los caballos de batalla de la campaña electoral de Giorgia Meloni es la promesa de un bloqueo naval frente a Libia para evitar la salida de inmigrantes africanos hacia nuestro país. Al inventar una inexistente «emergencia por la llegada de migrantes a las costas del país”, la derecha exorciza la emergencia social, que enfrenta nuestro país, a la cual no puede, ni quiere, buscar respuestas.

R: Ha habido importantes referéndums recientes, que han tenido lugar en diferentes países y épocas, acompañados de intensas campañas de promesas de bienestar y cambios para la población y reformas históricas. Esto lo vimos esta semana con el referendo sobre cambios a la constitución en Chile y, en el pasado, con el Brexit, así como los referendos sobre los acuerdos de paz en Colombia, entre otros. En total, se pensó que la población votaría en algún sentido, considerando los cientos de sondeos que monitoreaban la opinión pública. Sin embargo, cuando llegó la votación, los resultados fueron incongruentes e incluso destructivos.

Son momentos en los que las decisiones del electorado desafían lo que, desde cierto punto de vista, podríamos llamar sentido común. ¿Cómo afecta el uso de la demagogia a estos momentos clave de elección?

VP: Es difícil generalizar. Me parece que Ud. ha enumerado diferentes casos, cada uno con su propia especificidad. En general, me parece que el referéndum es un instrumento de doble filo: si, en algunas circunstancias, puede representar un recurso para la democracia, por su propia naturaleza se presta a la degeneración demagógica y plebiscitaria. Los ingredientes están todos ahí: reducción de una pregunta compleja a una simple alternativa sí/no,  lógica del «todo nada», falta de espacio para la deliberación y el compromiso. Soy de la opinión que una democracia que funcione raramente debe recurrir al instrumento del referéndum y más bien apuntar a fortalecer la representatividad de las asambleas.

R: ¿Qué es lo que lleva a una persona corriente a tomar una decisión, cuando sopesa el discurso al que tiene acceso, el beneficio propio o el miedo?

VP: También en este caso, es difícil generalizar. Hay quien vota por interés (bien o mal entendido), quien por identidad, quien por fe, quien por protesta…. Hoy, creo, también está muy difundido el voto de aprobación o rechazo hacia los personajes que transitan por la escena mediática (el equivalente a los likes en las redes sociales), independientemente de las posiciones políticas que expresan. Y hay un voto generalizado (o un no-voto) animado esencialmente por la ira. Hablando del creciente consenso de la derecha populista en Italia, Marco Revelli habló de un voto de «venganza», destinado a castigar a todos aquellos que, con razón o sin ella, parecen ser parte del sistema y lejos de los problemas de la gente común.

R: ¿La antipolítica, como parte de los elementos de la democracia, puede ser considerada algo real, o podemos considerar que se ha convertido en un discurso, que es, en última instancia, profundamente político?

Por ejemplo, en América Latina, donde las últimas campañas políticas han estado llenas de discursos en contra de la forma de hacer política y de los políticos del pasado, mientras que son los empresarios o los técnicos quienes se exaltan como las personas idóneas para administrar los recursos de los propios países. Estos técnicos, o presuntos tales, luego de las victorias electorales están inevitablemente envueltos en las negociaciones, compromisos y compromisos que conlleva la gestión de gobierno.

Entonces, cuando hay poder, ¿se puede ser antipolítico?

VP: Antipolítica es una palabra engañosa. ¿Qué significa? Cualquiera que se presente como un azotador de los «políticos» tradicionales y se proponga reemplazarlos en nombre de poseer un conocimiento científico o técnico superior, no hace más que hacer política. Los técnicos en el gobierno hacen política cada vez que toman decisiones que favorecen los intereses de uno u otro. Durante la pandemia, los científicos conquistaron el protagonismo mediático, proponiendo sus recetas para superar la crisis. Pero la opción de favorecer la vida y la salud de los más vulnerables en lugar de la recuperación de la economía, de cerrar escuelas o discotecas fue una opción política, no meramente técnica.

R: ¿Sigue existiendo la antipolítica?

En el mundo contemporáneo va ganando terreno la idea de ejercer la democracia desde la antipolítica, sin partidos (porque son todos iguales), sin políticos profesionales (porque todos son especuladores), sin discusión pública (porque existe Twitter y campañas de «relaciones públicas»), sin Cámaras de Representación (porque la participación ciudadana podría ser directa, ¿no?)

¿Qué papel cree que juega la antipolítica en las elecciones en el mundo del futuro cercano?

VP: La antipolítica existe como retórica fraudulenta, que sirve para pasar de contrabando opciones políticas, controvertidas, por opciones naturales e incontrovertibles (porque se sustentan en conocimientos técnico-científicos o por mero “sentido común”). Jean-Claude Junker, ex presidente de la Comisión Europea, se quejó en una entrevista con el «The Economist» de que «[nosotros los políticos] todos sabemos qué hacer, solo que no sabemos cómo ser reelegidos una vez que lo hemos hecho». En ese caso, se trataba de hacer pasar las recetas económicas neoliberales por naturales y de puro sentido común y de marcar cualquier oposición como “populista”. Una estrategia a menudo ganadora…

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Como en la mayor parte del continente europeo, también los italianos se preguntan qué sucederá durante el invierno que se avecina y comienzan a temer que será difícil y caro, a causa de los aumentos de precios en gas, gasolina, luz, comestibles y productos para la agricultura e industria.

Queda esperar a ver si los italianos saldrán de casa a votar para impulsar o frenar la derechización de uno más de los países Europeos. 

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*Entre las publicaciones de la Dra Pazè se encuentran: “El concepto de comunidad en la filosofía política contemporánea” (Roma-Bari, Laterza, 2002); “Comunitarismo” (Roma-Bari, Laterza, 2004); “En nombre del pueblo. Poder democrático” (Roma-Bari, Laterza, 2011, “En nombre del pueblo. El Problema democrático”, Madrid, Marcial Pons, 2013); y “Ciudadanos sin política. Política sin ciudadanos” (Turín, Grupo Abele Ediciones, 2016).

 

**Foto de portada: Giorgia Meloni | Twitter

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Autor Lado B
Bilha Calderón
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