Lado B
Educar y renacer
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
18 de julio, 2022
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«No conozco ningún camino tan radical para el autoconocimiento como el de simplemente sentarse cada día en silencio y en quietud. La cosa es que si no morimos y renacemos constantemente, nos sobrevivimos a nosotros mismos: queda la biología, pero sin biografía.»

Pablo d’Ors: “Lo más radical es sentarnos en silencio a escucharnos”. Entrevista en: Público por Luis Reguero, 1 de abril de 2021.

Después de unos meses de receso, LADO B renace hoy con otro formato y periodicidad, para regocijo de sus lectores y beneficio del periodismo independiente tan escaso, pero a la vez tan urgentemente necesario en este país.

Junto con LADO B renace también hoy, mi columna Educación personalizante,  gracias a la invitación generosa de Ernesto Aroche y Mely Arellano, de Mely Arellano y Ernesto Aroche, los líderes de este proyecto que es a la vez apuesta, utopía y ejemplo de la posibilidad de un periodismo comprometido con las mejores causas sociales.

Coincidentemente, estoy escribiendo sobre estos renacimientos el sábado 16 de julio, celebración religiosa de la Virgen del Carmen —de larga tradición en Puebla— y también conmemoración familiar en la que recordamos —en su sentido original de volver a pasar por el corazón lo que mi hija mayor, Mariana llama “su segundo nacimiento”. Porque en efecto, hace ya trece años, un día como hoy ella regresó a la vida después de un paro cardiorrespiratorio de más de veinte minutos. Literalmente volvió a nacer.

De manera que el tema de esta primera columna de esta nueva etapa de mi columna y de LADO B, que deseo se prolongue por muchos años, no podría ser otro que el del renacer. Trataré entonces de plantear algunas ideas sobre la relación entre educar y renacer.

En estos tiempos de crisis de humanidad, magnificados en su visibilidad por la pandemia que tuvo cerradas las escuelas por casi dos años, ha surgido con mayor fuerza la idea de que se debe educar para la vida y no solamente para el empleo o el mercado.

Pues bien, yo creo que dado que la vida después de la pandemia de COVID-19 ya nunca será igual que antes, como afirman muchos expertos, entre ellos los miembros de la Comisión para los Futuros de la Educación de la UNESCO, educar para la vida en esta etapa tiene que ser, de alguna manera, educar para renacer.

Porque la etapa de larguísimo confinamiento significó, de alguna manera -aunque los educadores, los docentes y directivos, los funcionarios y los padres de familia aún se resistan a asumirlo-, la muerte del mundo viejo, del mundo de las promesas de la modernidad ya caducas y del paradigma, de las formas de concebirnos en el planeta y de organizar nuestras formas de vivir y convivir en él, que la misma etapa moderna de occidente, que se convirtió en el paradigma mundial, trajo consigo.

Lo anterior implica también la muerte de las escuelas y universidades sustentadas en los criterios modernos basados en las ciencias -sobre todo las llamadas “ciencias duras”- que generarían tecnologías para que todos los seres humanos fuésemos felices y capaces de realizarnos, pero que en lugar de ello se volvieron en maquinarias reproductoras de repuestos útiles, capacitados y obedientes para el mercado laboral, según plantea en su noción de “crisis silenciosa” por lo que la filósofa estadounidense Martha Nussbaum llama “Educación para la renta”.

De manera que si se hablaba de enseñar a vivir antes de la pandemia y esa forma de vivir ha muerto, tenemos que asumir esa muerte y buscar una educación que enseñe a renacer a las futuras generaciones, para capacitarlas para la nueva forma de vida, aún incierta y poco definida pero ya inminente y en proceso de nacimiento, que requiere el mundo de la etapa de postpandemia para capitalizar todas las lecciones y afrontar los riesgos de esta nueva realidad global.

Pero como el mundo que viene es un mundo en movimiento y en permanente transformación que necesita por ello, como afirma Morin, un cambio de vía y no una revolución o un proyecto de sociedad que son conceptos estáticos y cerrados, lo que tenemos que enseñar al hablar de educar para la vida es precisamente a morir y renacer continuamente.

Hace alrededor de una semana, un empresario ligado a la junta directiva de una universidad privada manifestaba en un foro su preocupación por ver en los curricula vitae de los jóvenes egresados de las universidades, que en pocos años han cambiado de trabajo tres o cuatro veces. 

Si esto se mira, como lo hizo él, desde el mundo anterior ya en declive, es un elemento negativo, porque “en nuestros tiempos”, se formaba a los niños y jóvenes para encontrar un empleo o iniciar una empresa y mantenerse ahí durante toda su vida laboral. Pero si se mira con los ojos del mundo nuevo que empieza a nacer, esta movilidad constante es una señal de que en lo laboral, los jóvenes tienen que aprender a moverse, a reinventarse, a ser capaces de morir y renacer continuamente durante el trayecto de su vida.

Lo mismo pasa con las demás dimensiones de la vida. Los cambios acelerados en términos sociales, culturales, políticos, etc. requerirán de un nuevo perfil de ser humano educando: un ser capaz de renacer continuamente, a partir de su capacidad para afrontar, asimilar y aprender de lo vivido y emprender y crear los caminos de futuro que continuamente se vayan replanteando.

Se trata, como dice el pedagogo español Gregorio Luri en un artículo que he citado recientemente, de una educación que se dirija al alma del educando, considerada no en su sentido religioso sino filosófico, es decir, según su definición: hacia el logro de lo mejor que puede la persona llegar a ser, a partir de lo que en algunos momentos y experiencias de su vida ya ha sido.

Esta combinación de aprendizaje de las experiencias auténticamente humanizantes del pasado para la visualización de nuevas experiencias auténticamente humanizantes en el futuro, incluyendo la combinación equilibrada de la herencia y el descubrimiento, serían lo que yo considero educar para renacer. Este es un eje central para la educación en este nuevo mundo que está por nacer: aprender y enseñar a morir y renacer constantemente para que no nos sobrevivamos a nosotros mismos de manera que, como afirma D´Ors: quede la biología, pero sin biografía. 

El camino para lograrlo es el fomento del autoconocimiento de las nuevas generaciones, que se logra en gran medida en el silencio y la quietud que recomienda D´Ors para romper con el ruido del mundo vertiginoso en el que hoy vivimos, que es un mundo que nos está matando, pero afortunadamente está muriendo.

Lograr una educación para renacer implica desde luego un renacer de la educación. Ojalá logremos irlo alcanzando. Por lo pronto: Feliz renacimiento a LADO B.  

 

*Foto de portada: Olga Valeria Hernández

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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