Como mencioné la semana pasada, el proceso de designación del director del CIDE estuvo amañado; esto fue demasiado evidente como para negarlo. Revisen el proceso, es muy descarado. Sin embargo, el conjunto de los directores de los Centros Públicos de Investigación (CPI) del Conacyt firmaron una carta afirmando lo contrario, urgiendo a la comunidad del CIDE a “dialogar”; es decir, se negaron a ver la evidencia, algo anticientífico, claro, pero conveniente como maniobra política. Algunos de los firmantes, se sabe, están en sus puestos por su pleitesía con la actual dirección, pues fueron colocados a modo. El resto, como también dije, quizá lo hacen por mera supervivencia; no quieren pasar por el mismo camino que otros, en medio de falsas acusaciones y desprestigio. O que les disminuyan el ya precarizado presupuesto. Entre estos, seguramente, habrá también quienes saben tapar muy bien sus huellas, no lo sabremos bien. Lo cierto es que a esos niveles tampoco hay blancas palomas, y quizá es muy claro para muchas personas, aunque la famosa “comunidad científica”, quienes quiera que sean, se hagan los inocentes.
La falta de experiencia política de Álvarez-Buylla, así como su evidente falla en su estrategia de comunicación y gestión administrativa dan para un libro de política científica, un perfecto manual de lo que no se debe hacer. Los resultados están a la vista, lo que es; pudo hacerlo de una manera inteligente, pero prefirió seguir otra estrategia. Todo esto también habla mucho del tipo de personas de las que prefiere rodearse, ojo con eso. Pero si algo hay de ganancia en todo este desbarajuste, es que quizá los pocos mexicanos que estén dando seguimiento a este tema, y con suerte algunos del nutrido grupo de autoprocalamados divulgadores y comunicadores de la ciencia, profesionales o aficionados, se den cuenta que la ciencia no es esa entidad inocente que creen que es.
Estas son algunas noticias de la ciencia que me gustaría compartir con ustedes.
