Lado B
Enviado el 01/02/2022 Perdón, pero es Beijing, no Beizhing 🕵
Por Lado B @ladobemx
01 de febrero, 2022
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Buen día, querida #ComunidadLADOB

Qué afortunada casualidad. Una semana después de platicarles en este newsletter sobre la política científica “Dos bombas, un satélite” de China en la década de 1960, así como el futuro de la cooperación científico-tecnológica entre este país y los Estados Unidos, el conocido filósofo y antropólogo francés nacionalizado mexicano Jean Meyer publica en su columna de opinión en El Universal, a manera de advertencia, su interpretación de la interferencia del Estado chino en la política científica. Esto, claro está, en el contexto de lo que ocurre en México en general, particularmente con la decisión arbitraria por parte del Conacyt de imponer al actual director del CIDE y cambiar sus estatutos legales. Aunque lo ocurrido en aquella institución educativa es un verdadero asalto, la comparación de Meyer con lo que ocurre en China, me parece, es totalmente desproporcionada y fuera de contexto.

En principio, Meyer se equivoca al inferir que la ciencia es ajena a cualquier interés político, y como tal debe gozar de plena libertad para encontrar su propia ruta de investigación e innovación. Esto es como decir que el Proyecto Manhattan fue una ocurrencia espontánea de un puñado de científicos que querían encontrar una alternativa de generación de energía limpia. Como si en Silicon Valley y las universidades de California únicamente existieran hippies haciendo apps y emprendimientos cuyo único objetivo es ayudar al mundo.

Unas semanas antes, el propio Meyer en esa misma columna ya había dado el ejemplo de manual sobre lo que ocurrió en la antigua Unión Soviética, cuando durante treinta años se dejó en manos del charlatán Trofim Lysenko la política agrícola de aquel país. Esto también te lo cuentan en todos los cursos, talleres, diplomados y clases de maestría relacionados con la divulgación y comunicación de la ciencia en México, para justificar esa misma libertad de cátedra e investigación en el campo científico.

Si bien es cierto que el lysenkoísmo ha sido uno de los más grandes desastres en términos humanitarios, científicos y políticos, compararlo con lo que ocurre al interior del Conacyt es quizá darles demasiado crédito (ni siquiera tienen un objetivo claro, todo se limita a la improvisación y repartición del presupuesto). Pero compararlo con lo que está ocurriendo en China es pasar por alto cómo se entiende en aquel país la ciencia y tecnología, así como delatar la filiación política del eminente intelectual, aunque pretenda que no la hay.

Citando de nueva cuenta a Richard Suttmeier, los términos «seguridad nacional» y «seguridad del estado» en mandarín se traducen como guójiā ānquán. Esto es, que cualquier amenaza al Estado es también una amenaza al partido comunista de China; ambos son el espectro unitario que gobierna aquel país y por extensión cualquier política pública, incluida la ciencia. En este sentido, la ciencia debe ser dirigida por esta amalgama del Partido Comunista de China (PCCh) y el Estado,  y debe servir a las necesidades nacionales que estas entidades les dicten. Para lograr la independencia científica y tecnológica, el presupuesto y preferencias políticas fluyen a la par en un mismo sentido hacia empresas estatales, universidades e institutos de investigación, con la esperanza de ser competitivos internacionalmente en diferentes industrias y que empleen tecnología de punta.

Estas son algunas noticias de política y cultura científica que me gustaría compartir con ustedes.

Momento: hasta donde se sabe, se supone que las universidades privadas no recibirán apoyos del SNI. Este no fue el caso de unas investigadoras de la Universidad Anáhuac Puebla. Felicidades pues, aunque no queda claro qué ha pasado con los rumores.

La ciencia también es política: En LADO B te contamos cómo es que, en ocho años, la Ley Estatal de Cambio Climático es simplemente un adorno.

Por supuesto, el recorte en el presupuesto implica que no alcanzó para todos. Quienes han quedado fuera argumentan que hubo cláusulas relativas a sus actividades de difusión que se pasaron por alto o que no eran claras.

Al parecer las becas que el Conacyt otorga para estudiantes de especialidad, maestría y doctorado, no son iguales para las personas con discapacidad. También, al parecer en el reglamento no tienen lineamientos de perspectiva de género. Habrá que confirmar con los beneficiarios finales si todo esto es cierto.

Para leer completo el boletín que todos los martes realiza Gerardo Sifuentes para hablar sobre Ciencia, regístrate aquí.

 

 

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