Lado B
Sohuame Tlatzonkime, el colectivo que preserva el bordado de Hueyapan
La colectiva Sohuame Tlatzonkime reúne a artesanos y artesanas de varios municipios de Puebla, entre ellas al taller de bordado de la familia Martínez en Hueyapan, que busca conservar su cultura y tradición a través del arte textil y el comercio justo
Por Aranzazú Ayala Martínez @aranhera
04 de noviembre, 2021
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La siguiente es la segunda de dos entregas dedicadas a organizaciones civiles cuya labor se concentra en dar oportunidades a artesanas del estado de Puebla para vender sus bordados bajo un comercio justo, y que a su vez brindan espacios seguros para su desarrollo. Esta es la historia de Sohuame Tlatsolkime, en Hueyapan.

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Letty Martínez explica que, según la leyenda, los bordados de Hueyapan se originaron después de que, hace siglos, una española huyó de un matrimonio arreglado y se fue a ocultar a la Sierra de Puebla, entre los límites del municipio. La gente de Hueyapan la ayudó a escapar y, en agradecimiento, ella les enseñó a bordar. Así, mediante puntadas e hilos comenzaron a plasmar su propia historia y todo lo que les rodeaba.

Ahora, es el turno de Letty, su hermana Manuela Martínez, y Celesthe Cruz para contar su historia a través del bordado, pues juntas crearon el colectivo Sohuame Tlatsolkime (Mujeres bordadoras, en español), que reúne a varios grupos de artesanas para difundir su trabajo.

El colectivo, conformado por varios talleres, comparte el trabajo de las artesanas, les consigue clientes, y baja proyectos y recursos para las capacitaciones que dan entre ellas —sobre lo que cada una sabe, por ejemplo, otros estilos de bordado y técnicas diferentes para hacer sus propios lienzos— y que toman de otras iniciativas.

Todo inició luego de que las hermanas Martínez y Cruz se conocieron durante un programa de alfabetización de la UNAM que contemplaba a Hueyapan. Durante ese tiempo, Celesthe empezó a vender blusas y piezas bordadas de las hermanas, principalmente en la Ciudad de México. Cuando el programa terminó, las tres querían continuar colaborando juntas, por lo que se reunieron e hicieron una lista para saber qué cosa hacía cada quién, en dónde y qué hacer con eso.

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A raíz del proyecto, Manuela y Letty dicen que pasaron de ser solo bordadoras a ser también diseñadoras y productoras, siempre teniendo un trabajo directo con sus clientes y un comercio justo que valore su trabajo.

Actualmente, el colectivo lo integran artesanas de Cuetzalan y de Pahuatlán, en Puebla, así como bordadoras de la Ciudad de México, Estado de México y Tlaxcala.

Foto: Olga Valeria Hernández

Xochitlecualtzin, la flor bonita

La familia de Manuela tiene un taller de bordado en Nexpan, llamado Xochitlecualtzin, que significa flor bonita, o flor silvestre, donde ahora también se dedica a hacer, con un telar, lienzos de lana y lana sintética, o acrolan, cuando antes, tenían que comprarlos. Fue gracias a un proyecto con una fundación internacional, que el taller de la familia Martínez tiene ahora un telar con el que hacen sus propios lienzos. 

Manuela aprendió a bordar gracias a su mamá, desde que tenía nueve años. Su mamá a su vez de su abuela, y así se ha ido heredando y conservado la tradición, “como una cadenita”, dice la bordadora.

En Hueyapan hay dos tipos de bordados: está el punto de cruz, que permite elaborar diseños con pequeñas cruces; y la puntada antigua o doble vista, que con delgados hilos dibuja patrones con líneas y grecas que quedan exactamente igual de ambos lados.

Así, en el taller, que a la vez es una tienda de hilos y lienzos y donde están las piezas ya terminadas y las que están en proceso, se ven piezas con –casi siempre— la presencia de animales como gatos, perros, borregos y aves, acomodados en la tela entre figuras de flores, estrellas y árboles.

Foto: Olga Valeria Hernández

Se puede ver un jorongo negro con bordados de colores, con guías de flores, figuras que simbolizan también momentos en el tiempo. Están presentes en todos los bordados, dice, porque representan que a donde quiera que una vaya siempre va a florecer.

A mediados de octubre esas coloridas imágenes pasaron también de la tela a la pared, en un mural hecho por la artista Mary Lechuga, que ahora marca el lugar donde está el taller y donde los hilos y las manos se unen para contar historias. Mary, ilustradora poblana, hizo el mural como parte de su proyecto de Pecda, y por su interés en trabajar con artesanas y la difusión de los textiles.

Para la familia Martínez, cuyo colectivo tiene cerca de 13 personas entre mujeres, hombres y niños que bordan y hacen las prendas, el bordado es ya una forma de vida, y esperan que pueda seguirse manteniendo también para difundir su cultura y su idioma, el náhuatl de la variante de esa región de la Sierra Norte.

 

*Foto de portada: Olga Valeria Hernández

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Autor Lado B
Aranzazú Ayala Martínez
Periodista en constante formación. Reportera de día, raver de noche. Segundo lugar en categoría Crónica. Premio Cuauhtémoc Moctezuma al Periodismo Puebla 2014. Tercer lugar en el concurso “Género y Justicia” de SCJN, ONU Mujeres y Periodistas de a Pie. Octubre 2014. Segundo lugar Premio Rostros de la Discriminación categoría multimedia 2017. Premio Gabo 2019 por “México, el país de las 2 mil fosas”, con Quinto Elemento Lab. Becaria ICFJ programa de entrenamiento digital 2019. Colaboradora de “A dónde van los desaparecidos”
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