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Los NFTs están cambiando el mercado del arte digital
El Non-Fungible Token es desde 2017 un medio digital que funciona como divisa, sin embargo, a cuatro años de su nacimiento, parece ser capaz de revolucionar el mundo del arte, específicamente su mercado
Por Lado B @ladobemx
10 de agosto, 2021
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Gene Cruz Ruiz

Comprar una obra digital suena posible: pagas por un diseño que después imprimirás o usarás en redes, pero al existir ya en internet, puede ser utilizado y reproducido sin control. ¿Aún así estarías dispuesto(a) a pagar miles de pesos por convertirte en su único(a) propietario(a)? Otras personas ya lo han hecho. Coleccionistas de arte han invertido miles y hasta millones de dólares por ello. Hemos entrado al mundo de los NFTs. 

Viernes

Un Non-Fungible Token (NFT, o TNF por sus siglas en español) es, en líneas muy generales, una larga serie de números que sirve para identificar un archivo digital, por ende, adquirirlo como si fuera una pieza única, es decir, pasando por alto que en realidad puede reproducirse, guardarse y compartirse infinidad de veces en el tiempo, sin regulación, y por cuantos usuarios así lo deseen, siempre, gracias al Internet.   

Hacia mayo de este año, el historietista Luis Ricardo Ramos decidió incursionar en el mercado de los NFTs teniendo en mente la posibilidad de que esta innovación le proporcionara una remuneración, aunque fuera simbólica, a cambio de su trabajo artístico digital.

El dibujante ingresó primero a OpenSea, en donde explica que la competencia es tan fuerte, que es difícil alcanzar notoriedad. Posteriormente consiguió acceder, entre otras plataformas, a Foundation, un espacio más selecto que se reserva el derecho de admisión, mediante invitaciones extendidas por los ya miembros. Aquí, el perfil de Luis Ricardo muestra sobre un inmaculado fondo blanco una serie de piezas digitales de su autoría, las cuales se distinguen, ya sea por pertenecer a un coleccionista, o por encontrarse aún disponibles a la venta.

El también artista y profesor universitario contó a LADO B que vendió una obra (o más bien, el NFT de una obra) aproximadamente en 200 dólares, de los cuales obtuvo alrededor de 120 (unos 2 mil 400 pesos mexicanos) debido al cobro de la comisión exigida por la plataforma en la que exhibe sus piezas.

La teoría del código

En palabras de Paulette Delgado, especialista en Tendencias Educativas del Observatorio de Innovación Educativa del Tecnológico de Monterrey, los NFTs o TNFs son un tipo de bienes intangibles que funcionan a través de “una forma completamente nueva de documentar datos”: una cadena de bloques, o en inglés, blockchains.

Los blockchains son, en términos simples, una tecnología que permite la transmisión de datos numéricos de manera segura, está compuesta por un conjunto de información creciente, inalterable e identificada por marcas de tiempo. Por ello, son administradas por muchos ordenadores simultáneamente (esta es la tecnología usada para las transacciones de criptomonedas).

Hay blockchains de tipo público, en donde cualquier individuo completa transacciones sin requisitos particulares, pero también existen privadas como Foundation (la ocupada por Luis Ricardo) que exigen invitaciones para consentir la entrada a ellas; o bien, mixtas (denominadas consorcios), cuyos modos de operación oscilan entre los dos previamente mencionados.

Pongamos un ejemplo de cómo funciona: si un usuario/comprador/coleccionista ingresara a Foundation y pagara al cabo de un puja 0.25 ETH (criptomoneda llamada Ether, perteneciente a la red monetaria Ethereum, y con la que se pagan los NFTs) por una pieza de Luis Ricardo, obtendría además de la imagen de lo adquirido, un NFT, es decir, en sentido práctico, un código único que no se podría intercambiar por otro, pero que sí representaría tanto la autenticidad como la propiedad exclusiva sobre la obra en cuestión.

Foto: Jievani | Pexels

Siguiendo los planteamientos del filósofo alemán Walter Benjamin, un original guarda para sí la autenticidad. Sin importar cuantas copias, falsificaciones o versiones surjan a partir de él, éste custodiará siempre un aquí y un ahora particulares (cuándo y dónde fue realizado). Convenientemente de eso se tratan los NFTs.

Los NFTs pueden legitimar a favor del arte digital, en otros términos y siguiendo el ejemplo anterior, si el GIF vendido por Luis Ricardo en 0.25 ETH estuviera disponible en Internet para cualquier interesado en su portafolio, aquellos novedosos códigos registrarían con sus marcas de tiempo, instantes precisos de la existencia de la obra (cuándo fue cargada o vendida en la plataforma y a quién, por mencionar algunos ejemplos), comprobando de esta manera su autenticidad, esto es, su preeminencia por encima de cualquier copia visual o digitalmente idéntica abierta al público.

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De acuerdo con el conversor de divisas de Advfn, el pasado 12 de julio de 2021, un solo ETH equivalía a 2 mil 156.05 dólares estadounidenses, o sea aproximadamente poco más de 42 mil pesos en moneda nacional; por lo tanto, hipotéticamente, el trabajo de Luis Ricardo en aquella puja habría alcanzado los 538.64 dólares, o sea 10 mil 730.25 pesos mexicanos de cotización. 

Sin embargo, a razón de los términos y condiciones de la plataforma Foundation —que no permite, gracias a la lógica del blockchain, la intervención de terceros en las transacciones (es decir, que el artista funge como vendedor además de autentificar y exponer su obra por sí mismo) —, al final Luis Ricardo recibiría el 85% de la operación, lo que es igual a poco más de 9 mil pesos mexicanos.

Hasta este punto, los NFTs suponen sólo beneficios para los involucrados en la operación de compraventa de arte. Por un lado, certifican la ilusión de apropiación sobre un archivo digital y, por otro, tal y como sintetiza Luis Ricardo, “son un buen modo para que los artistas digitales obtengan un poco de remuneración”. Ahora bien, nos resta explicar lo siguiente: la injerencia de casas de subastas como Christie’s (en Reino Unido) o Morton (en México) en estas operaciones, las llamativas sumas que conquistaron con ellas los artistas Beeple (69 millones de dólares el 11 de marzo) y Juan Carlos del Valle (90 mil pesos el 24 de junio), respectivamente, así como la consabida contribución de los NFTs al cambio climático.

Las casas de subastas

Al intervenir en dichas transacciones, las casas de subastas deciden obviar cuán redundantes pueden ser ellas en el mercado del arte digital (a pesar de ser un fuerte circuito de promoción y posicionamiento artístico), el cual ya ha sido descentralizado por el blockchain

Esencialmente esto ocurre porque al pasar por alto lo evidente, las casas de subastas se concentran en el potencial de los NFTs para convertir arte digital en bienes atractivos a los ojos de los inversionistas/coleccionistas, quienes en algunos casos están dispuestos a ofrecer exuberantes montos por poseer alguno de estos códigos.

En este sentido, especialistas en gestión de riesgos financieros y de mercado del grupo bancario Intesa Sanpaolo, desarrollaron y aplicaron un modelo para identificar burbujas financieras con las criptomonedas Bitcoin y Ether.

Teniendo presente que dichas burbujas operan, a grandes rasgos, inflando los precios del mercado por intuición, alejando así los valores de los bienes a los cuales refieren (es decir, volviendo algo exageradamente caro), los peritos concluyeron que “el alto riesgo de [que hayan] burbujas especulativas asociadas con las criptomonedas, [está] relacionado con la exuberancia de inversionistas [que] inflan los precios, creando [por consiguiente] situaciones críticas sujetas a posibles caídas [del mercado de valores]”.

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En consecuencia, cuando hallamos una nueva cifra récord alcanzada por una obra digital, podemos interpretar que el motivo de ello reside no solamente en las cualidades del archivo inmaterial o el objeto tangible; sino, en el presentimiento que empuja al o la inversionista a apostar cantidades a veces desmedidas por una pieza. 

En el caso de los NFTs, esa intuición se presume influida por: presunción humana, marketing viral y hastío por la pandemia. Es decir, como si sólo de un juego se tratara y por contar con los medios económicos para hacerlo, varios coleccionistas bombean a niveles astronómicos la valía de una obra, sin importar los riesgos que ello implica para la estabilidad del mercado.

Generar escasez en lo digital

Inclusive, para justificar o incentivar el incremento de su tasación, Luis Ricardo comenta para LADO B que no es extraño que los artistas digitales “quemen sus obras”, ya estando dentro de una plataforma de blockchain que lo permita. Si bien no es posible eliminarlas, porque la cadena de bloques lo graba todo, el artista nos explica que sí es viable enviar las piezas propias a una especie de “abismo” virtual, conocido como Dead Wallet, simplemente una cartera sin dueño

Para algunos artífices dicha estrategia puede funcionar para generar escasez; o, dicho de otro modo, para evidenciar una disminución en la disponibilidad de un producto y aumentar la valía de las versiones, variantes o copias que le sobrevivan.

La huella de carbono de los NFTs

Más allá de la escasez generada intencionalmente, lo que sí parece extinguirse, mientras la popularidad de los NFTs sube como la espuma, es el medioambiente. Una de las más recientes controversias en torno al tema, es cómo prácticamente la gran seguridad que proporciona la cadena de bloques de la que dependen los NFTs, es casi directamente proporcional a la energía consumida por las computadoras almacenando sus datos. 

En la investigación «NFTs: why digital art has such a massive carbon footprint», se detalla que los ordenadores trabajan haciendo mining o minado, o sea, compitiendo entre ellos cada 15 segundos para descifrar la combinación de un candado digital compuesto por una larga serie de números. 

Partiendo de la comparación que expone este texto, Ethereum ocupa 31 teravatios por hora (TWh) de electricidad anualmente; esto es, según la información actualizada de consumo de energía mundial, casi la misma cuota energética de toda Bielorrusia en 2020.

Aunque las transacciones de NFTs no representan la totalidad de operaciones que se llevan a cabo en Ethereum, la creciente popularidad de este medio para autenticar las obras digitales, presume un cambio en la tendencia. 

¿Cierre o inicio?

Los NFTs vuelven explícita la complejidad del mundo contemporáneo, pues la realidad, en lugar de optar entre el blanco y el negro, se observa colmada de matices. Así, lo que para el sector cultural representa el esperado reconocimiento del trabajo que exige el arte digital, para otro augura la hipertrofia del consumo y la explotación medioambiental

En momentos pareciera que nada en los NFTs resulta más auténtico que las problemáticas casi polarizadas que suscita; sin embargo, su historia recién comienza, por lo que probablemente el tiempo las resolverá como pueda, tal vez incluso subastando un oportuno y nostálgico GIF ecologista.

*Foto de portada: geralt | Pixabay

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