Lado B
Ni mejor prensa ni mejor presidencia 
Ahí, el discurso obradorista se cae a pedazos: TV Azteca y La Jornada, por ejemplo, son los grandes consentidos del sexenio por los convenios que tienen con el gobierno federal
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
04 de julio, 2021
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El espectáculo que montó el presidente de la República, tratando de exhibir a medios y periodistas que difunden noticias falsas, es impropio de una presidencia y no ayuda a fortalecer a la prensa del país.

¿Por qué lo hace el presidente? ¿Por qué volver a los mismos enemigos cuando acaba de ganar 11 de 15 gubernaturas y retuvo -con aliados- la mayoría en la cámara de diputados? Porque esa fórmula no falla: apelar a la mafia del poder y a los periodistas que se enriquecieron con el régimen prianista es un lugar común donde López Obrador se siente cómodo y sus seguidores reafirman su preferencia por la 4T.

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¿Existen esos periodistas a los que se refiere el presidente  y deben continuar ejerciendo su “periodismo”? Por supuesto. Sin embargo, señalarlos no es función que deba asumir la presidencia de la república y, además, eso no significa que todos sean gatilleros de la tecla o del micrófono, ni que aún quienes tienen intereses inconfesables deban dejar de ejercer su oficio. La pluralidad es propia de una democracia: incluso la existencia de esa prensa con intereses oscuros es signo de que la prensa antiobradorista encontraría cabida en tiempos de la 4T.

Pero el presidente olvida que la transformación democrática del país  no solo pasa por el señalamiento de medios y periodistas, sino por el fortalecimiento de las opciones periodísticas que se consideran mejores y que estas se alejen del erario.

Ahí, el discurso obradorista se cae a pedazos: TV Azteca y La Jornada, por ejemplo, son los grandes consentidos del sexenio por los convenios que tienen con el gobierno federal. Cierto: no son los contratos faraónicos de antes, pero sí dejan con una sonrisa de oreja a oreja a los accionistas y dueños de los medios beneficiarios.

En ese sentido, extraña que, a tres años de gobierno de AMLO, sigamos con las mismas televisoras (y con los mismos actores preponderantes) en televisión abierta y en televisión de paga. Y, aún más, que el esquema de financiación a medios de comunicación siga siendo el mismo: esencialmente, publicidad que encubre el “chayote”.

AMLO ve la paja en el ojo ajeno, pero ignora que en su presidencia solo han cambiado los medios consentidos y los montos (cuestión no menor, pero insuficiente). No hay una mejor prensa y señalar a quienes supuestamente difunden noticias falsas no mejora la presidencia de López Obrador.

Todo ello desemboca en una prensa de poca calidad: una parte centrada exclusivamente en los discursos de López Obrador: medio centenar de presentadores y analistas que se distribuyen en los medios tradicionales criticando a AMLO, una y otra vez, con razón y sin ella; otra parte de los medios pasó a ser la consentida del régimen; y solo unos pocos (medios y periodistas) conservan independencia (con o sin convenio) y ejercen su oficio de manera profesional; son los menos: la pluralidad no se traduce en calidad.

Por todo ello, que el presidente salga a señalar a los medios de comunicación de difundir noticias falsas es una pérdida de tiempo y de recursos; porque en nada abona, ya no a resolver los problemas de un país con pandemia, inseguridad y problemas económicos: ni siquiera sirve para construir una prensa mejor.

Esta es una historia parecida a la de Donald Trump cuando descalificaba a CNN y al New York Times siendo presidente, con todas las distancias que puedan existir: ni AMLO es Trump, ni los descalificados son la CNN o el New York Times.

La peor noticia, en términos periodísticos, es precisamente esta última: en el país necesitamos más CNN y más New York Times, y menos señalamientos presidenciales.

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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