Lado B
Imaginación
Ya no basta con imaginar, ahora hay que ser también creativas. ¿De dónde viene este mandato y por qué está tan mal visto copiar?
Por Klastos @
01 de julio, 2021
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Diana Cuéllar Ledesma

La palabra imaginación ha perdido terreno frente a creatividad. La primera tiene que ver con imagen, una palabra que, según su raíz latina, imago, alude a la imitación. La segunda, en su acepción más reciente y comúnmente aceptada, es la capacidad de generar ideas o soluciones mediante sinapsis nuevas y distintas. Este giro léxico probablemente esté asociado con el culto moderno-capitalista hacia la originalidad y lo nuevo. La fiebre por “lo creativo”, nuevo rey del vocabulario psico-neurocientífico que actúa en la base del argot corporativo, tal vez nos esté impidiendo valorar la imitación y la copia como procesos valiosísimos para la construcción de conocimiento, sensibilidad y, en definitiva, colectividad.

La imitación ocurre en el extrañamiento de la diferencia y presupone el reconocimiento de un grupo con el que se aspira, acaso de manera inconsciente, a tener algo en común. En su búsqueda de pertenencia, las y los niños y adolescentes copian a sus pares, de quienes aprenden y con quienes negocian desde su contexto y subjetividad personal. Conceptos como nuevo y original pueden ser engañosos si se enfocan en  la unicidad e individualidad, sin reconocer que toda innovación acusa una genealogía y que un producto, por original que parezca, no es más que una concatenación de ideas compartidas.

Como si se tratara de la cola o las antenas que le faltan al humano, la mayor parte de nuestros objetos de uso común terminan en, o comienzan por, un cable. Esto es así a pesar de que cada vez hay más letreros de “wireless” a nuestro alrededor. En la larga y compleja cadena de transferencia energética que signa la vida en la Tierra, el cable, como el cuerpo, sigue siendo uno de los recordatorios más obliterados de la ineludible materialidad del ser. 

Imaginación

Glenda Léon, Objeto de la revolución energética, 2004-2006. Imagen con licencia Creative Commons

En la década de 1990 el cineasta Alejandro González Iñárritu realizó una serie de videos publicitarios para el Canal 5 de la televisión mexicana; una iniciativa de la empresa Televisa que había innovado al ser el primer canal de televisión cuya barra de programación estaba pensada ex profeso para el público infantil y juvenil. La mayoría de los mexicanos nacidos entre las décadas de 1980 y 2000 crecimos con ella. 

Imaginación

Diferentes cortes comerciales para el Canal 5 de Televisa, dirigidos por Alejandro González Iñárritu

Uno de aquellos anuncios sintetizaba de manera reveladora algunos procesos de las transformaciones en la subjetividad finisecular. Lo hacía en veinte segundos, mediante un lenguaje simple, con mínimos recursos audiovisuales y un máximo poder comunicativo: sobre un fondo blanco se aprecia una línea negra, sinuosa y horizontal. De izquierda a derecha, la cámara la recorre mientras una voz en off sentencia con aplomo: “Hemos descubierto el hilo negro…”.

Encontrar o descubrir el hilo negro es una expresión usada en México para decir que se ha hallado algo evidente o que no es difícil de encontrar. La locución suele emplearse frente a  personas que hacen alarde de haber realizado una hazaña que no es tal. Pero el comercial de Iñárritu no termina con aquella frase: la cámara sigue avanzando hasta que la línea desemboca en el extremo derecho de la pantalla, donde aparece nada menos que un colorido aparato televisor. Solo entonces nos percatamos de que la línea en cuestión era un cable y, mientras esto ocurre, la voz en off complementa la sentencia: “… el hilo negro de la imaginación”. 

La primera persona del plural no es un capricho, pues introduce rica polisemia que radica en su ambigüedad: ¿Quién ha descubierto el hilo negro? ¿Televisa? ¿Canal 5? ¿Iñárritu? ¿Nosotros? ¿Todos? Puede haber un sinfín de lecturas, pero me interesan un par de ideas: a) la imaginación es algo que ya está ahí (en el plató, en las mesas de guionistas, en los despachos de publicidad) y la televisión solo nos conecta con ella (gracias a un cable); b) el mismo acto, con frecuencia colectivo, de ver la televisión es, en sí mismo, un proceso imaginativo. Mi predilección por nociones como agencia y recepción activa me lleva a inclinarme por la segunda opción. Sin embargo, al considerar el carácter intrínsecamente manipulador de la publicidad conviene tener en mente muchas cosas, por ejemplo: ¿qué otras formas de ejercicio imaginativo eran escaqueadas o canceladas por el dominio del televisor como proveedor de entretenimiento para niños y adolescentes? ¿Dónde quedaban las otras maneras y formas de imaginar?

Una feliz y tal vez fortuita coincidencia es el hecho de que el término imaginación estelarice un anuncio en el que el producto a vender es, precisamente, un medio de transmisión de imagen. Para completar el palimpsesto hay que tener presente que se trata de un anuncio de televisión, sobre televisión, transmitido por televisión. El ejercicio meninesco tiene lugar, además, en un momento histórico preciso: en la década de 1990 la “caja idiota” adolecía de un desprestigio generalizado, especialmente en lo tocante a su consumo infantil (en el bucle eterno de las polémicas tecnófobas todos podemos recordar a padres y maestros acusando a los televisores de “acabar con la imaginación” de los niños). Eran, además, los albores del internet y la televisión comenzaba el inicio de su fin como medio hegemónico de comunicación. En ese contexto, ¿qué mejor manera de vender un canal para el público infantil que asociándolo con un concepto tan socialmente encomiado como imaginación?

Como ejercicio mental propongo pensar el anuncio trasladándolo al año en curso. En primer lugar tendríamos que sustituir el dispositivo por uno más pequeño (un celular o computadora), pero la interfaz seguiría siendo la pantalla y no podríamos prescindir completamente del cable. El segundo remplazo sería lingüístico; habría que cambiar de paradigma y la consigna sería esta: “Hemos descubierto el hilo negro; el hilo negro de la creatividad”. A diferencia de la televisión, hoy las empresas de dispositivos electrónicos han sabido venderse como genitoras y potenciadoras de creatividad, y no como meras fuentes de entretenimiento. Los poco reputados imitación y copia se han disfrazado como sus parientes compartir y replicar. Si nos ponemos originalistas, el comercial de Canal 5 antecede, al menos por un lustro, al emblemático “Think Different” de Mac. ¿Somos más creativos? ¿Tenemos más imaginación? ¿Es creativo el ocio cuando es negocio?

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Klastos es un suplemento de investigación y crítica cultural en Puebla publicado en colaboración con Lado B. CONSEJO EDITORIAL: Mely Arellano | Ernesto Aroche | Emilia Ismael | Alberto López Cuenca | Gabriela Méndez Cota | Leandro Rodríguez | Gabriel Wolfson. COMITÉ DE REDACCIÓN Renato Bermúdez | Alma Cardoso | Alberto López Cuenca | Tania Valdovinos. Email: revistaklastos@gmail.com
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