Lado B
Ama de casa
Hay ciertos trabajos que no son trabajos, que se dan por supuesto. ¿Habría tal cosa como el hogar sin la invisibilizacion de las mal llamadas “amas de casa”?
Por Klastos @
01 de julio, 2021
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Diana Jiménez

El ama de casa se considera una condición propia de los cuerpos feminizados, que manifiesta su amor y agradecimiento por medio del cuidado del hogar y protección de la familia. En algunas definiciones, se describe como “dueña de”, aunque su situación se aproxima más a “carecer de” cualquier bien material o espiritual, ya que son ellas quienes se deben a la casa y no a la inversa. 

Esto explica la expropiación de su corporalidad para convertirse en una extensión más de la morada, en la que se habita o se allana según sea la disposición del “amo” o “jefe” de familia. Cada uno de sus órganos son puestos al servicio del clan y se demanda que trabaje de manera continua, para evitar alguna alteración o disfunción en la vida de sus integrantes.

Las sociedades cuidan de la transmisión de esta labor y los cuerpos de las “amas de casa” son preparados desde la infancia para no sentir dolor, manifestar cansancio o alguna afección; además de tener una actitud servicial a los deseos y necesidades ajenas, en especial del género masculino. Al tratarse de un gesto de bondad no pueden exigir compensación: será la familia la que valore si recibe una retribución (recordemos, ella no es dueña de su vida).

En algunos hogares deciden conceder al ama un espacio donde aligere la carga, que puede ser desde la cocina hasta el automóvil, con lo cual, los miembros de la familia demuestran su amabilidad. Otra atención que busca descargar la presión a la que están sometidas es dejar que tengan ocupaciones recreativas como hacer ejercicio, ver su programa de televisión o bien liberarla de la cocina un día a la semana. Todo con la finalidad de mejorar su rendimiento y que no sufra desajustes.

Birgit Jürgenssen, Hausfrauen – Küchenschürze [Delantal cocina para ama de casa], 1975, fotografías de 99 x 68,6 cm c/u, © Estate Birgit Jürgenssen, Viena, Sammlung Verbund, Viena, © ADAGP, París. Tomada de: https://awarewomenartists.com/artiste/birgit-jurgenssen/

No cuesta advertir que el ama de casa es el núcleo de las sociedades de buenas costumbres, porque lo que hace lo hace por amor a los suyos, da su vida como un acto de buena voluntad y por ello no puede imaginarse lejos del hogar. Esta narrativa conforma uno de los mitos sacrificiales de la modernidad, que explica el génesis del capitalismo y la organización de las familias durante la revolución industrial. Fueron los sujetos ilustrados quienes se encargaron de naturalizar la reproducción y cuidado de la vida como algo propio del género femenino, basándose en la concepción romántica de la división del trabajo: los hombres a la fábrica y las mujeres al hogar. Ambos se encontraban subordinados, pero ella era quien no recibía remuneración por su esfuerzo, dejándola en total desposesión y dependencia.

El capitalismo se cimentó en la explotación no remunerada del trabajo doméstico de la mujer, además de ser ella quien se ocupó de preparar a las futuras generaciones de subordinados. No obstante, las exigencias de la producción industrial demandaron una mayor fuerza de trabajo y orilló al capital a dotar al ama de casa de algunos artilugios domésticos para tener tiempo libre y así sumarse productivamente también a la fábrica. No fue liberada de su carga en el hogar porque era parte de su naturaleza y para prevenir alguna anomalía, se limitó su capacidad adquisitiva y de desplazamiento: de la casa a la fábrica y viceversa.

La electrificación de la sociedad provocó transformaciones desmesuradas, acelerando los modos de producción y dominación. Con artefactos más sofisticados se consiguió la automatización de las amas de casa, posibilitando al cuerpo ir más allá de sus límites, desarrollando múltiples actividades en un mismo tiempo y espacio, por ejemplo, el tener trabajos remunerados desde la casa sin desatender sus labores domésticas. Las normas vanguardistas de las sociedades posmodernas han creado algunas nuevas denominaciones con las que se reconocía la labor de la mujer sin negar su condición servil: madre soltera, trabajadora doméstica, mujer de limpieza, etcétera. Por otro lado, en sociedades donde su economía lo permitía, se concedieron algunas libertades y autonomía respecto a otros cuerpos como el masculino, siempre y cuando se mantuvieran a disposición.

Pese a estas transformaciones, se mantiene el temor de su sublevación, ya que se sospecha continuamente que han desarrollado nuevos e insospechados métodos de organización y confabulación. Esto ha dado pie a toda suerte de teorías conspirativas como la que difunde la fuga de algunas amas de casa sin dar una explicación a sus dueños. También se sospecha de la filtración de autómatas que han mutado y se sublevan contra el núcleo familiar, saboteando la funcionalidad de las casas para después eliminar el sistema. Incluso algunas historias cuentan que han desarrollado conciencia propia, desarticulándose del resto de los objetos del hogar y demostrando ser autónomas. Si bien se sabe que el robot se debe a su creador, y el ama de casa a su hogar, basta con un apagón para que se suscite una revolución. 

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Klastos es un suplemento de investigación y crítica cultural en Puebla publicado en colaboración con Lado B. CONSEJO EDITORIAL: Mely Arellano | Ernesto Aroche | Emilia Ismael | Alberto López Cuenca | Gabriela Méndez Cota | Leandro Rodríguez | Gabriel Wolfson. COMITÉ DE REDACCIÓN Renato Bermúdez | Alma Cardoso | Alberto López Cuenca | Tania Valdovinos. Email: revistaklastos@gmail.com
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