Lado B
Una elección sin idilios
Por Juan Manuel Mecinas @jmmecinas
14 de junio, 2021
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Las mujeres, las grandes perdedoras

Ningún partido político hizo suyas, de forma plena, las demandas feministas por un país que sea menos violento, más igual y que les permita vivir sin miedo. Es una mala noticia para todos, no solo para las mujeres, aunque sean ellas quienes padezcan este desdén de los partidos.

Ninguna plataforma de los partidos políticos se preocupó por atender las exigencias de cambio de un sistema que no protege a las mujeres ante la violencia de grupos criminales, empresarios, reclutadores de personal y demás hombres que fustigan a la mujer en un país donde parece “normal” que 10 mujeres sean asesinadas al día.

En términos generales, es preocupante el avance de posiciones ultraconservadoras que rechazan el rol de la mujer como decisora de su cuerpo y de su destino. Por ejemplo, en Puebla, de acuerdo con una representante del Frente Nacional por la Familia, el Presidente Municipal Electo y una buena parte de los candidatos de Acción Nacional firmaron la agenda de ultra derecha del Frente que rechaza el aborto, los matrimonios entre personas del mismo sexo, y ni qué hablar de políticas laborales y fiscales que empoderen a las mujeres.

Por supuesto que esto no significa que la agenda feminista haya perdido porque perdió Morena: pierde porque ninguno de los partidos políticos parece haber observado y asumido las exigencias que desde hace algunos años claman las mujeres y todos necesitamos. Pierde porque el presidente minimiza el movimiento feminista y, en los hechos, los partidos políticos lo han hecho también. No basta para ello que seis mujeres vayan a asumir la gubernatura de distintos estados. Ser mujeres no significa apoyar la agenda feminista y, en general, la agenda de igualdad que requiere el país. Para decirlo claro, el panorama no es para echar las campanas al vuelo.

No “ganó el INE” y no fue una elección en paz

Tres partidos políticos obtuvieron su registro para participar en el proceso electoral de este año y los tres lo perdieron. Pero, si se mira con mayor crítica, se puede observar que el PRD, el PT y el Partido Verde podrían perder su registro si los votos se contaran de distinta manera, es decir, si el sistema electoral no ofreciese las ventajas que actualmente proporciona, maquillando los votos que efectivamente recibe un partido político. 

No es una tarea fácil, pero es posible darle a cada partido el valor que merece y los espacios en el Congreso que gane. En otras palabras, es necesario un cambio del sistema electoral, por la sencilla razón de que la sobrerrepresentación no puede depender de un criterio del Tribunal Electoral o de la voluntad de los partidos para “regalar” diputados a sus aliados y que eso se contabilice como una votación efectiva.

El INE no ganó, como muchos lo argumentan, sino que Morena no tiene los votos suficientes para desaparecer al INE y ningún partido político le dará sus votos en las Cámaras (porque en el Senado tampoco tienen la mayoría suficiente) para aprobar una reforma que desaparezca al organismo electoral. Esa es una buena noticia, pero no necesariamente la que unos quieren entender.

Cuestión distinta es que, una vez pasada la elección, se crea que el proceso electoral fue óptimo en todos los sentidos. Se entiende que muchos vean un gran INE cuando acuden a la casilla y los vecinos cuentan los votos y se aprecie la organización de las elecciones. Esa parte se realiza de manera magistral. Sin embargo, las funciones del INE no pueden entenderse solamente en ese corsé, porque la realidad muestra un proceso electoral muy violento, con la participación de partidos políticos que nunca debieron existir y con el árbitro como un león sin garras cuando un partido político, el Verde, decide burlarse de ese instituto y de la ciudadanía. 

El INE no es responsable único de todo esto, pero en parte sí lo es. Por ejemplo, hace menos de un año validó cientos de asambleas de asociaciones políticas que querían convertirse en partidos políticos. Tres de ellos obtuvieron su registro. Y ese supuesto apoyo —que en una etapa del proceso el INE validó (y luego el Tribunal Electoral confirmó)— no se vio por ningún lado en la elección porque ninguno de esos partidos políticos obtuvo el tres porciento que la ley le exige para seguir siendo un partido político reconocido. O ese apoyo nunca existió o engañaron al INE.

Todo esto tiene una traducción: el INE necesita reforzarse y el sistema electoral debe reformarse. En un proceso electoral son inadmisibles las muertes, las amenazas, el dinero del crimen organizado y la operación con recursos de los gobiernos. En esos cuatro aspectos, el INE es un espectador más. 

Por eso, hay que dejar de idealizar al INE: si queremos fortalecerlo, empecemos por criticar las áreas donde hoy no puede o no quiere ejercer plenamente sus funciones de fiscalización y de árbitro electoral. La elección también deja esa enseñanza.

 

*Foto de portada: Marlene Martínez

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Autor Lado B
Juan Manuel Mecinas
Profesor e investigador en derecho constitucional. Ha sido docente en diversas universidades del país e investigador en centros nacionales y extranjeros en temas relacionados con democracia, internet y políticas públicas.
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