Lado B
Las elecciones y el bien humano
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
09 de junio, 2021
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Todo lo que conocemos de la vida humana…depende de la captación y elección humanas. Ese es el rasgo distintivo del bien humano: es lo que proviene de la captación y elección humanas. Todavía más, la captación humana se desarrolla, de suerte que una época entiende las cosas mejor y conoce más que la época precedente; y la elección humana es buena o mala; y de aquí que el bien humano sea una historia, sea un proceso acumulativo donde se dan tanto el avance en la captación como la distorsión, la aberración debida al mal.

Bernard Lonergan. Filosofía de la educación, p. 26.

Hemos votado. Al momento de escribir esta Educación personalizante no han abierto aún las casillas —aunque está iniciando el día domingo 6 de junio tan esperado— y desconozco la forma en que se desarrolló el proceso de votación, el número de casillas instaladas, si hubo o no incidentes mayores, si quienes perdieron aceptaron democráticamente su derrota, si quienes ganaron aceptaron con prudencia y responsabilidad su compromiso, y si los ciudadanos respondieron en un porcentaje razonablemente alto al llamado de nuestra frágil democracia siempre en construcción, siempre cuestionada, siempre amenazada por los diversos poderes fácticos —legales o ilegales— y sus ambiciones de poder y control.

Miercoles 01 1

Hemos votado en un ambiente de crispación y polarización crecientes, en un clima de violencia en el que el crimen organizado ha asesinado al mayor número de candidatos que en cualquiero otra elección, en un mar de spots y tuits de uno y otro lado en los que no encontramos propuestas sino descalificaciones, agresiones, insultos y llamados a salvar a México de la catástrofe dándole el voto al actual gobierno e impidiendo que vuelvan los del pasado, o bien votando contra el gobierno para evitar el escenario apocalíptico de la destrucción de la democracia.

Para bien o para mal, con incidentes mayores o sin ellos, con violencia o en paz —espero que para bien, sin incidentes que lamentar y en paz— los mexicanos hemos expresado nuestra decisión acerca del rumbo que queremos para el país en el futuro inmediato y, a partir de ello, del proyecto de país que la mayoría desea que se haga realidad en el mediano y largo plazo.

De lo que la mayoría de los mexicanos haya expresado en las urnas —que ojalá sea respetado y no entremos a un largo escenario de confrontación y judicialización de los resultados como parecen anticipar algunas señales—, dependerá la construcción del bien de orden o el mantenimiento del mal estructural que ha padecido el país durante décadas —y si analizamos nuestra historia nacional, prácticamente desde el nacimiento de esta nación—, por ello esta elección —como cualquier otra, pero especialmente esta por su tamaño y el contexto en que se dio— será de vital importancia para nuestro futuro común.

Foto: Marlene Martínez

Durante todo el periodo de precampañas y campañas —prácticamente desde el inicio de este sexenio— el tono del debate público, tanto de los comentaristas políticos, periodistas, intelectuales y políticos, como de lo ciudadanos comunes, fue subiendo en intensidad, pero podríamos decir que en un sentido negativo e indeseable de protestas sin propuestas, de descalificaciones sin proyectos, de insultos y violencia verbal, e incluso, como digo líneas arriba, de homicidios o secuestros de candidatos por parte del crimen organizado mandando mensajes de su poder y del control que quieren seguir ejerciendo sobre muchos territorios de nuestro país.

Entre los políticos, los analistas e intelectuales y los ciudadanos se fue reproduciendo a gran escala la visión del mundo en blanco y negro en la que cada bando —los que apoyan al presidente y su promesa aún incumplida de cambio, y los que se oponen a él pero no tienen liderazgos reales ni propuestas alternativas concretas— se autoconcibe como la encarnación del bien, y ve al oponente como el mal absoluto.

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Los opositores presentándose como la única opción para salvar al país del autoritarismo y los que están en el poder desde la soberbia característica de los que se dicen de izquierda, que afirman estar “del lado correcto de la historia”, como si la historia fuera lineal y plana y tuviera solamente dos caras como las de una moneda.

Desde el punto de vista de una educación personalizante, que es el tema que ocupa esta columna, considero que estos mensajes de ambos lados están deseducando a las nuevas generaciones y formando a los niños y adolescentes en un rechazo a la política, en un desencanto de la democracia y sus instituciones —falibles y mejorables, pero razonablemente bien estructuradas— e incluso en un resentimiento o un odio a quienes piensan distinto y plantean proyectos diferentes de desarrollo para el país.

En lugar de plantear una formación ciudadana que valore la democracia, que respete y contribuya crítica pero proactivamente a mantener y consolidar las instituciones democráticas, en vez de formar ciudadanos interesados en la política y comprometidos corresponsablemente con la participación que defina al rumbo de la sociedad, estamos formando individuos desencantados que no se asumen como ciudadanos, que aborrecen todo lo que tenga que ver con la política y que odian a los adversarios de los adultos que les son significativos, en vez de entender que la democracia implica necesariamente el conflicto entre ideas distintas pero también la resolución pacífica y dialógica de los mismos.

Una vez que hemos votado deberíamos pensar en un nuevo inicio democrático en el que, como ciudadanos responsables, sigamos participando y actuando responsablemente y vayamos formando en nuestros hijos o en nuestros estudiantes una consciencia política positiva, que parta de la idea de que la democracia tiene que ver con la construcción del bien humano que, como dice Lonergan, depende de la captación y la elección humanas.

Formar a los futuros ciudadanos en la comprensión de la diversidad de modos de captar y elegir lo que consideran bueno para sí mismos y para los demás, es una clave fundamental para superar este México polarizado, dividido y roto en su tejido social.

Dar el beneficio de la duda y pensar que los que votan por opciones distintas a las nuestras lo hacen por buscar un bien al igual que lo hacemos nosotros. Enseñar a votar y a participar cotidianamente como ciudadanos desde la apertura a las diversas formas de captación y elección que buscan el bien común, incluyendo, por supuesto, el debate para discernir las captaciones incorrectas, las elecciones sesgadas por falsas comprensiones de la realidad o incluso por la distorsión o la aberración debida al mal, pero no presuponiendo que todo aquel que capta y elige opciones distintas a las propias es porque está actuando de mala fe.

Porque el bien humano se desarrolla, y cada época puede ir comprendiendo un poco mejor lo que realmente es bueno para todos, y eligiéndolo o bien sufriendo de sesgos y distorsiones en la captación y en la toma de decisiones guiadas por intereses egoístas, es necesario formar una ciudadanía que comprenda que la democracia es una forma de organización humana para la convivencia civilizada que busca el bien humano para todos, pero puede desviarse o equivocarse en la búsqueda.

Ojalá que después de estas elecciones reforcemos el trabajo de formación en ciudadanía del que hablamos la semana pasada, desde esta óptica de construcción del bien humano en su nivel estructural, como bien de orden, tratando de enseñar la comprensión intersubjetiva que plantee que hay diversas formas de captar y elegir buscando este bien común en diversas concreciones estructurales o sistémicas, pero que no existe un solo lado bueno y un solo lado malo de la historia, sino una realidad poliédrica y compleja en la que todos, absolutamente todos los ciudadanos de buena fe, podemos aportar algo a la construcción de esta historia que es el bien humano.

*Foto de portada: Olga Valeria Hernández

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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