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América Latina: pobres y desigualescomo siempre
Para reducir realmente la pobreza, America Latina debe dejar de considerarla un asunto solo monetario y diseñar políticas contra la desigualdad que involucren al sector privado, la comunidad y las familias. Urge brindar iguales oportunidades y proveer servicios de calidad para contener el deterioro social.
Por Connectas . @
10 de junio, 2021
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Ana Lucía Duque Salazar

Sofía cursa tercero en el único colegio de un pueblo colombiano; desde comienzos del 2020 estudia en casa y como su abuela es maestra le explica las tareas o la conecta con su profesora.

Yuri y Alexandra estudian en el mismo plantel. Viven en una finca con planta eléctrica pero sin internet. Cada semana, papá o mamá bajan al pueblo a hacer mercado y recogen las guías impresas provistas por los docentes. Las hermanas las desarrollan sin ayuda porque los padres no saben leer ni escribir.

Unos metros más adelante está Juan Diego; no tiene luz eléctrica ni internet y debe esperar a que cada 15 días el camión lechero le lleve las mismas instrucciones del mismo colegio. Su vecino Jerónimo, con discapacidad motriz, no puede recibir la orientación presencial que requiere para aprender a colorear.

Los cinco clasifican en la clase media porque comen tres veces al día y no les falta lo básico. Pese a ello no son iguales. Los separa una amplia brecha en la oportunidad de obtener una educación de calidad.

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Para Christian Robles-Báez, politólogo, magíster en Economía y estudiante de doctorado en Historia, lo anterior demuestra que mejorar el ingreso es insuficiente. pues también hay que atacar la desigualdad. “A la gente no solo le importa lo que tiene en el bolsillo sino cómo está respecto a los otros. Si percibe que alguien tiene más oportunidades, se origina un sentimiento de rabia, de injusticia. No es solo un asunto económico. Es un problema social”.

América Latina: pobres y desiguales como siempre

Para salir de la pobreza un niño tendrá que esperar seis generaciones (30 años por generación) en Chile, nueve en Argentina y Brasil y 11 en Colombia, según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos publicado en el 2018. En contraste, en Dinamarca necesita 2 generaciones y en Finlandia 3. / Foto: Felipe Cazares, Universidad de los Andes, Colombia

Igual que él, otros investigadores de Argentina, Bolivia, Colombia y Perú, expertos en pobreza y desigualdad, coinciden en que los países latinoamericanos han sido incapaces de gestionar políticas públicas redistributivas que provean sistemas de protección social sólidos e igualitarios. Esto, pese a la heterogeneidad de los territorios y sin importar si el modelo es estatista o neoliberal. Eso explica por qué, aunque en los primeros 15 años del siglo XXI redujeron la pobreza de 44 a 30 por ciento en promedio, a partir del 2015 están retrocediendo a niveles del 2000. Sus políticas no consiguieron consolidar la clase media y quienes superaron la pobreza se situaron en una zona de ingresos vulnerables. No tienen capital físico ni humano: el menor sacudón del mercado les remueve el piso.

Aunque varios gobiernos no han entregado cifras en el 2020, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) habla de 22 millones más de pobres (alza del 33,7 por ciento, la mayor en 12 años) para un total de 209 millones en esta situación, 78 millones en pobreza extrema o indigencia.

El economista colombiano Andrés Álvarez le suma a esta preocupación que las estructuras productivas de América Latina no parecen tener las altas tasas de crecimiento sostenido necesarias para acabar con la pobreza. Para eso “es insuficiente un crecimiento moderado o pequeño; si la economía retrocede, la pobreza sube muy rápido”.

En ese entramado de pobreza y desigualdad hay razones económicas. Para empezar, la informalidad en el empleo (por ejemplo, cerca de 70 por ciento en Perú o de 50 por ciento en Colombia), a lo que contribuye la concentración de la tierra y la consecuente migración a la ciudad. También influyen el magro recaudo tributario y la pequeñez de los aparatos productivos que —con excepción de Brasil y México— agregan poco valor a sus exportaciones. Su dependencia de las materias primas condujo a una muy baja cualificación del capital humano. En efecto, bastaban dos manos para trabajar el campo o las minas, por lo que la educación quedaba relegada a un segundo plano.

A estas causas se suman factores como la idea neoliberal, impuesta en los ochenta por el consenso de Washington, de desmantelar los Estados por ineficientes y corruptos. “En cambio, los Estados europeos son los mayores socios comerciales del sector privado, su burocracia es la principal responsable del bienestar. En América Latina, las burocracias estatales tienen reducidas capacidades, son ineficientes y clientelares, es el sálvese quien pueda”, recalca el economista colombiano Javier García-Estévez. Añade que los intereses privados capturan las decisiones de los Estados y no siempre benefician a los ciudadanos, sino a ciertos grupos. “En América Latina falla el juego político. En Europa tramitan mejor las expectativas de la gente”.

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*Collage de portada:  Erick Retana

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