Lado B
Los desafíos que enfrentan las personas con una identidad asexual
Más personas de lo que se piensa tienen poca o nula atracción sexual. Que estas identidades asexuales se hagan cada más visibles ayuda a repensar supuestos "deberes" en la cama
Por Red/Acción . @redaccioncomar
27 de mayo, 2021
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Javier Sinay

Cuando Lisandro Ruiz Díaz —el youtuber rosarino de 28 años más conocido como Lichi— descubrió el termino “grisexual”, sintió que había encontrado la llave a su sexualidad. “Yo siempre me había sentido en desventaja, como que tenía una diferencia respecto a como los otros vivían sus relaciones sexuales”, dice ahora. “Para mí las relaciones eran una cosa más entre muchas otras; me interesaban muy poco”.

La primera vez que Daniela Domínguez leyó algo sobre asexualidad fue en 2015. Hasta ese momento, se identificaba como pansexual y fue porque se lo contó a su madre y ésta le preguntó de qué se trataba, que se dio cuenta de que cuando le gustaba alguien, no sentía una atracción sexual. “Nunca lo experimenté igual que la gente que me rodeaba”, dice. En Instagram encontró información sobre asexualidad, grisexualidad y demisexualidad. “Ahora me defino como grisexual panromántique: experimento atracción sexual con baja frecuencia, y atracción romántica más seguido”.

Desde que era una adolescente, Anahí Charles —una mexicana que vivía en el estado de Tamaulipas— notaba que le pasaba algo raro: todas sus amigas se sentían atraídas por los pop-idols, pero a ella no le llamaban la atención. “Cuando lo noté de plano”, dice, “fue cuando los chicos que egresaban hicieron una fiesta con strip-tease y yo pensé: ‘¿Por qué se sacan la camisa? El conjunto no luce’. No entendía la emoción de que mostraran sus cuerpos”. En 2015 descubrió el término “asexual”.

Las identidades asexuales son variadas porque conforman un espectro. Estas son algunas:

  • grisexual: atracción sexual hacia otras personas muy de vez en cuando.
  • fraisexual: atracción sexual por alguien que apenas conocés, hasta que empezás a conocer más y perdés por completo el interés.
  • reciprosexual: atracción sexual sólo después de darte cuenta de que le atraés (sexualmente) a alguien.
  • lithsexual o lithrromántico: atracción romántica hacia otra persona, pero sin ninguna necesidad de que ese afecto sea correspondido.
  • demisexual: atracción sexual solo hacia la persona con quien mantenés una relación cercana, frecuentemente romántica.
  • asexual: no hay atracción sexual hacia otras personas. Según la Asexualpedia: “Es distinta al celibato o a la abstinencia sexual, que son comportamientos. La asexualidad es una orientación sexual”.

(Por fuera de la asexualidad están: heterosexualidad, bisexualidad, homosexualidad, pansexualidad —la atracción sexual sin distinción de género o sexo—, queer y otras variantes).

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Las personas asexuales sienten poca atracción sexual, o ninguna. Pero eso no significa que no tengan deseo sexual. En un post de Instagram de la Agrupación de Pluralidades Asexuales (de la cual forma parte Daniela Domínguez) se explica que el deseo sexual es lo que suele llamarse comúnmente “calentura” y que la atracción sexual es ese deseo sexual dirigido hacia alguien. Dice: “El no experimentarla, experimentarla con baja frecuencia o intensidad, o experimentarla en determinadas circunstancias es el factor que se tiene en cuenta cuando una persona se define con alguna Identidad Asexual”.

“Vivimos en una sociedad hipersexualizada y alonormativa, o sea: el mundo espera de vos que tengas relaciones sexuales todo el tiempo”, explica ahora Lichi. “Pero las cosas para mí son más románticas”. Todos los días recibe en YouTube mensajes de gente que encontró información valiosa o que se sintió identificada con sus videos “Mi vida siendo asexual” y “Soy grisexual” (donde Lichi dice: “Vieron esas preguntas tipo… ¿Qué preferís? ¿Un año sin coger o un año sin comer ketchup? Yo respondo: no, man… ¡¿cómo me van a sacar el ketchup?!”).

Una de las cargas iniciales de la asexualidad puede ser la soledad. Alguien descubre que es asexual, grisexual o demisexual, y a su alrededor nadie más lo es: las conversaciones, las salidas y las citas se vuelven extrañas.

“Les contás y te dicen que eso no existe, que dejes de inventar cosas”, dice Daniela Domínguez. “Hay tanta desinformación sobre la asexualidad que mucha gente cree que no es una orientación sexual. Con las parejas es todo un tema: algunas personas se lo toman como un desafío y te quieren cambiar. Otras te dejan: me pasó con la última persona que estuve conociendo”. Ahora tiene 28 años, estudia Interpretariado de inglés y activa en la Agrupación de Pluralidades Asexuales como un servicio hacia otras personas, para que más asexuales encuentren con quien hablar.

Anahí Charles, que en México es una de las líderes del grupo Asexuales México y América Latina, tuvo tres parejas. Con el primer novio empezó a sus 16, y estuvo una década. Ella no sabía aún que era asexual, pero sí sabía que no le gustaba que él le estuviera insistiendo para tener relaciones.

“Yo era capaz de mantener relaciones por él, por hacerlo feliz, por pasar un momento íntimo, pero realmente prefería estar haciendo otra cosa: si puedes ir de compras en vez de quedarte en casa a llenarte de pelos y sudar, pues prefiero lo primero”, dice. Las cosas funcionaban más o menos. A veces él le hacía chantajes emocionales del estilo “tú no me quieres”.

Con su segunda pareja, Anahí llegó a un acuerdo: si él no le insistía, ella aceptaba tener sexo una vez por mes. Al final, terminaron cortando por otros asuntos. Y ahora ella está con un hombre que es demisexual. “A veces tenemos algo íntimo, otras veces no y otras solamente nos acurrucamos”, dice ella. “La verdad, no podría ser más feliz”.

Los desafíos de una identidad poco habitual

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Foto: Red Acción

Cuando en la encuesta estadounidense Asexual Community Survey (de 2018) se preguntó “¿Con qué frecuencia ha tenido relaciones sexuales consentidas durante el último año?”, la mayoría de los encuestados dijo que no había tenido relaciones sexuales consensuales durante el año anterior. Los porcentajes de quienes sí tuvieron relaciones: 48% de demisexuales, 35% de grisexuales y 14% de asexuales.

¿Qué lleva a una persona a rechazar el sexo, o a ser indiferente? “Las mismas causas por las que una persona es alosexual: todo y nada”, dice la sexóloga Carolina Meloni. “No se le pregunta a alguien por qué es heterosexual, pero sí por qué es gay, lesbiana, bisexual, pansexual… Siempre la pregunta está dirigida a lo que se sale de la norma. Y si vamos a pensar en que hay tantas formas de vivir la identidad, el género y la sexualidad como personas en el mundo (y seguramente muchas más), tenemos que dejar de buscar causas que nos llevan a dirigirnos hacia alguna de ellas”.

Sigue: “La asexualidad (como la grisexualidad) no es siquiera una condición, sino una identidad, o a lo mucho, una orientación (de la atracción) sexual. Como toda característica humana que se sale de la norma, puede generar sufrimiento, dificultades vinculares, obstáculos para el acceso al placer y a las prácticas sexuales, en su conflicto con lo que el mundo espera de las personas. Claro que son unas de las tantísimas formas de vivir la sexualidad humana, pero por ese motivo terminan generando muchas consultas psicoterapéuticas, médicas, sexológicas, buscando información, explicaciones o bien buscando una solución ‘normalizadora’ para adaptarse a la demanda del entorno”.

“Cada vez hay menos consultas gracias a la visibilización que a este tema le están dando las organizaciones de la sociedad civil”, se explaya Meloni, “pero lo cierto es que la mayor cantidad son en función de dar respuesta a la demanda de parejas sexuales. Si le profesional que le recibe no tiene información, puede llegar a patologizar, tratar, medicar y como poco, hablar de discrepancia de deseo, siempre pensando que quien manifiesta mayor atracción sexual por su pareja, parece ser ‘el par sano’ al que debiera aspirar ‘el par problemático’”.

Preguntamos a nuestra comunidad de lectores si últimamente habían sentido una falta de deseo o como vivían su asexualidad (si ese es el caso)…

… y las respuestas fueron variadas y elocuentes:

  • “Soy un chico joven (18 años) que, después de aceptar que realmente me atraen eróticamente los chicos, pensaba que viviría uno de esos relatos tragicómicos relacionados con el sexo. El acto sexual con un otro era, en mi imaginación, una especie de realización; lo pensaba como un requisito más para, primero, ser ‘realmente’ gay (lo que sea que eso signifique) y, después, para ser ‘realmente’ normal. La cuestión está en que, en casi todas las ocasiones, pensar en el sexo me parece… aburrido. Vivo el placer sexual como un ‘meeeh’. Es curioso para mí encontrarme en una posición tan extraña” (Carlos Bolívar).
  • “Uf, es largo. Tengo períodos muy largos de asexualidad, después me vuelvo sexual por un breve tiempo. Así que mi conclusión general es que soy asexual, sin embargo, no es una totalidad. Mientras soy asexual no es un problema, es más, estoy super feliz. El problema surge cuando me vuelvo sexual, porque ahí me vuelvo dependiente del sexo. Para mí la asexualidad fue una liberación, es una liberación” (Sofia Sacchetti).
  • “No soy asexual. Pero el deseo está tan encadenado al enamoramiento que no puedo tener sexo porque sí. En mi condición orgánica de multiorgásmica, puedo compensar esa falta de deseo cuando encuentro química en un hombre. No es falta de deseo; para mí, es falta de inspiración nada más. Pero puedo convivir con eso y me siento plena y feliz” (Andrea Chavarría)

Repensar las «reglas» sobre el sexo

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Foto: Red Acción

Discutir la asexualidad y sus variantes no es solo hablar de un grupo pequeño de personas que día a día se va haciendo más palpable. Es, también, hablar de lo que pasa a la hora de gestionar la libido. Y es hablar de intimidad —algo que nos debería interpelar a todos— y por lo tanto quizás la asexualidad sea, en una sociedad donde el sexo está tan comentado, el último de los tabúes.

“Está bueno divulgarla no solo para la gente que quiere reformular su identidad, sino también para la que, por ser varón o por ser mujer, pensaba que tenía que respetar ciertas reglas”, dice Lichi.

“Y es un tema más urgente de lo que parece: a la gente que tiene relaciones con mayor frecuencia le sirve para saber que puede no querer, que no está obligada siempre. Tenemos que ser más dueños de lo que nos gusta. Si hablo de este tema en una reunión o una fiesta, siempre salta alguno que dice: ‘Ah, mirá, me sirve eso que contás porque si paso mucho tiempo sin tener relaciones con mi pareja, cree que ya no estoy enamorado’. ¿Qué significa no querer tener sexo? Puede no significar nada especial, y ya”.

 

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Esta historia fue publicada originalmente por Red Acción de Argentina. Republicada con permiso, como parte de la Primera Edición de la Red de Periodismo Humano.

 

*Foto de portada: Red Acción

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