Lado B
La perspectiva del mundo después de la COVID-19
Hay un debate entre quienes piensan que nuestra vida será como antes y quienes consideran que el mundo que dejamos ya no regresará más
Por Espacio Ibero @
11 de marzo, 2021
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Dra. Ivonne Tapia Villagómez

Sin duda la experiencia que hemos vivido a partir de la llegada de la pandemia por COVID-19 no es similar a la de un desastre natural, pues a pesar de la destrucción que ha provocado, nuestras vidas toman nuevamente su curso y se perfilan a restaurar los daños. Más bien, es el principio de una realidad diferente, misma que nos ha dejado aprendizajes y retos importantes a sortear.

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La COVID- 19 pasó de ser una epidemia, a ser una pandemia, declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), a después ser una endemia; actualmente, se ha catalogado como una sindemia, término acuñado por el antropólogo médico Merrill Singer. Esta no solo considera las condiciones de dos o más pandemias o brotes de enfermedades, también toma en cuenta la inequidad sanitaria causada por la pobreza, el estrés o la violencia estructural implícita en factores económicos y sociales que tienen un impacto significativo.

En septiembre de 2020, Richard Horton, editor en jefe de la revista médica De Lancet, publicó un artículo titulado “El COVID-19 no es una pandemia”, haciendo alusión a la naturaleza de la sindemia, considerando la existencia de muchas comunidades en el mundo que se encuentran totalmente desprotegidas, lo cual apenas se reconoce. Además, menciona que por muy eficaz que sea un tratamiento —o vacuna protectora— este fracasará si es que no va acompañado de otros factores. Aunque se tiene la esperanza de las vacunas, al parecer no será suficiente para contrarrestar los daños provocados por esta situación.

En otro orden de ideas, en el ámbito del pensamiento actual, existe un debate sobre el mundo que viene. Independientemente de todo lo que haya que reconstruir, algunas personas piensan que nuestra vida podrá continuar sobre el modelo que veníamos viviendo; otras más refieren que después de este confinamiento, saldremos con mayor fuerza a refrendar muchos de los hábitos personales, sociales y de consumo, que perdimos temporalmente; pero otras consideran que el mundo que dejamos en febrero de 2020, ya no regresará más, en virtud de que este será nuevo y distinto.

Foto: Free-Photos | Pixabay

El mundo V.I.C.A., término que el sociólogo Zygmunt Bauman acuñó, define el estilo de vida de nuestra época, el cual precisa por sus siglas ser: volátil, incierto, complejo y ambiguo; y exige en todo momento la inmediatez, la inestabilidad y un esfuerzo constante para adaptarnos a cambios convulsos. Pero, ahora, bajo el esquema de la sindema, enfrentamos una nueva condición de vida que nos obliga a cambiar nuestra forma de vivir y de ver las cosas; a adaptarnos a la virtualidad y los entornos híbridos, así como a nueva forma de interacción y comunicación que ejercemos con los demás.

Muchas organizaciones hoy en día ya están considerando no ocupar tantos espacios físicos y se estima que estos disminuirán hasta en un 50 por ciento. Actividades tales como viajes de trabajo, asistencia física a congresos, ocupaciones hoteleras y los viajes en avión también tendrán que disminuir y, a su vez, la automatización provocará que se cierren muchas fuentes de empleo.

Así, se prevé que para 2024, el comercio en línea será mayor que el presencial en muchos rubros. El cambio climático y la cultura serán tema central de la Agenda Global y se deberá prestar atención a la fiabilidad de la información que se maneja en las redes, debido a la cantidad de falsedades que se manejarán en ellas.

Algunos pensadores como Daniel Innerarity y Slavoj Zizek, infieren que esta condición nos hace ahora conscientes de nuestros límites. Si bien desde la ciencia y la tecnología la humanidad ha encontrado formas de dominio, la COVID-19 nos muestra la vulnerabilidad de nuestra naturaleza, mutando de forma significativa nuestra concepción respecto al espacio y tiempo, lo cual supone un cambio de fondo y, por tanto, un cambio de época.

Acostumbrados a vivir en un mundo donde podíamos recorrer distancias en muy poco tiempo, donde necesitábamos grandes infraestructuras para poder consolidar cualquier tarea, en un mundo de macro espacio, ahora esta circunstancia nos hace apreciar los micro espacios, referidos específicamente a nuestras casas, que hemos tenido que adaptar para poder solventar no solo las encomiendas laborales, sino también las académicas.

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Respecto a nuestra concepción del tiempo, también esta ha sufrido cambios significativos, pues la falta de matices hace que el tiempo pase de una manera diferente, lo cual ha provocado un cambio en nuestra cosmovisión.

Un ejemplo de ello es la Revolución Industrial, bajo la cual las sociedades agrarias migraron a las ciudades dando lugar a las grandes concentraciones urbanas, propiciando con ello un cambio en el espacio y el tiempo. Ahora, sucede lo contrario, las personas en diferentes partes del mundo están saliendo de las ciudades para migrar a los suburbios, notoriamente en Londres y Nueva York, aunque México no es la excepción —lo que, a su vez, ha hecho crecer la demanda inmobiliaria en regiones apartadas de la ciudad en miras a tener mayor seguridad y tranquilidad económica y sanitaria—.

A raíz de todo esto, algunos directores corporativos afirman que el home office ha aumentado la productividad en casi un veinte por ciento; además, gracias a esto las empresas no tienen que pagar el costo de las instalaciones corporativas.

Por otra parte, el aislamiento ha hecho perder en muchas personas la capacidad de relacionarse y de trabajar cooperativamente. Ante esto, debemos prestar atención a cómo interpretamos lo que nos pasa. Así como en épocas pasadas de mucha dificultad y desasosiego la humanidad evolucionó a nuevas épocas, esta vez no será la excepción. Debemos valorar lo bueno que nos ha dejado la pandemia y sopesar el redescubrimiento de nosotros con nuestras familias, el aprender a revalorar y apreciar que podemos vivir con mucho menos y aun así ser felices; reconocer nuestra capacidad de adaptación, y cultivar la esperanza e ilusión de que toda dificultad nos hace crecer y evolucionar en consciencia.

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*Foto de portada: Engin Akyurt | Pexels

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