Lado B
Detrás de las vallas, el “fierro viejo que abunda”*
Con vallas metálicas que atrincheraron Palacio Nacional, ridículamente defendidas como un “muro de paz”, el mandatario avivó la rabia de una marea de por sí furiosa y creciente que si algo ha logrado es rebasar y de este modo desafiar a eso que se autodenomina Cuarta Transformación
Por Roberto Alonso @rialonso
09 de marzo, 2021
Comparte

A poco más de un año de su llamado a que no se pintaran las puertas y paredes del Palacio Nacional, el presidente lo volvió a hacer. Confirmando el abismo que existe entre él y el movimiento feminista, Andrés Manuel López Obrador salió a defender edificios y monumentos en vez de mostrar sensibilidad, respeto y un poco de empatía con la protesta feminista en un país donde cada día se asesina a 11 mujeres.

Su explicación raya en la mitomanía. Creer que detrás de esta protesta están los hilos conservadores de la élite política desplazada, es propio una mirada sesgada y cerrada en sí misma. En su relato parece que no hay ni puede haber otra víctima que no sea él. Para mí no hay duda de que ciertos sectores de la oposición, ávidos de planteamientos y argumentos para criticar al gobierno federal, han aprovechado la movilización feminista para apuntalar sus ataques. Pero descalificarla por ello es mezquino.

Con vallas metálicas que atrincheraron Palacio Nacional, ridículamente defendidas como un “muro de paz”, el mandatario avivó la rabia de una marea de por sí furiosa y creciente que si algo ha logrado es rebasar y de este modo desafiar a eso que se autodenomina Cuarta Transformación. “¡Imagínense que no se cuide el Palacio Nacional y lo vandalizan! ¡Qué imagen se da al mundo!”, reclamó López Obrador el pasado 6 de marzo desde Maxcanú, Yucatán, más preocupado por el inmueble que por la violencia feminicida.

También puedes leer: Ya no se censura… pero el escarnio no ayuda

Un día después, la víspera del 8 de marzo, volvió a referirse al tema en un video desde Palenque y señaló que “es mejor poner una valla que poner frente a las mujeres a los granaderos”. Y sí, puede que tenga razón en la comparación, pues un cerco de esta naturaleza no agrede, ni abusa, ni violenta como sí lo hacen las fuerzas de seguridad ante las protestas de mujeres. Aun así, colocarlo en señal de protección no muestra sino una actuación que no comprende la emergencia, un comportamiento que sólo refuerza, por su torpeza, la potencialidad de esta ola feminista.

Con todo y el tonelaje de la fortaleza, esta fue hendida y, sobre todo, resignificada. En pocas horas, el metal se convirtió en memorial y lo frío de sus placas en lienzo para bordar nombres, ausencias y presencias. Las rejillas se hicieron jardineras y una de las caras del zócalo capitalino, junto con su plancha, se transformó en recuerdo vivo de un país feminicida y violento que le ha dado la espalda a las mujeres.

El informe México: la era de las mujeres. Estigma y violencia contra mujeres que protestan de Amnistía Internacional, ha puesto de relieve una dimensión de esta violencia institucional, la que cometen los cuerpos policiales hacia las mujeres que toman las calles y alzan la voz, feministas o no. Estigmatización –de la que no están exentos los medios de comunicación–, excesivo e innecesario uso de la fuerza, detenciones ilegales y arbitrarias, abuso verbal y físico con violencia sexual son las notas que caracterizan la intervención de policías en Guanajuato, Sinaloa, el Estado de México, la Ciudad de México y Quintana Roo, entidades elegidas por esta organización debido a la existencia de patrones comunes de violencia de género para profundizar en las violaciones de derechos humanos perpetuadas por policías locales.

“Más de dos años después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitió la sentencia en el Caso Mujeres Víctimas de Tortura Sexual en Atenco contra México –puede leerse en el informe–, Amnistía Internacional encontró que el Estado mexicano ha realizado avances mínimos en la adopción e implementación de medidas específicas y efectivas frente a la violencia de género contra las mujeres, incluyendo contra los diversos tipos de violencia sexual, en el contexto de manifestaciones”. ¿Acaso esto también explica la valla en el primer cuadro de la capital?

Aquí algunos de los testimonios con los que Amnistía Internacional elaboró su informe: “si les molesta que salgamos las chicas a marchar, que hagan su trabajo, que realmente nos cuiden porque no saldríamos a gritar que nos están matando si hicieran algo para que no nos mataran”; “las que andamos protestando, lo hacemos porque lo hemos vivido en carne propia”; “lo que se provocó en esos señores (los policías) era una rabia que yo no había visto. (…) Estos señores salían y eran orcos, no había un control, era una furia”; “los policías creen que por ir encapuchadas somos violentas, cuando realmente sólo estamos tratando de proteger nuestra identidad”; “me gustaría romper esta idea de que las encapuchadas sólo saben quemar cosas. Yo he recibido un chingo de cosas de morras que se encapuchaban… La compa necesita refugio, le consiguen refugio (…) la compañera necesita despensa para sus hijas e hijos, le llevan una despensa”.

No hay muros de paz, no nos confundamos. La paz se construye con puentes, puentes que además de construirse deben de cruzarse para poder mirar distinto. Quien no se mueve de lugar ve la realidad parcial e incompletamente. López Obrador lo ha conseguido en otros casos, su empatía con ciertos sectores de la población es notable, pero se ha negado a hacerlo una y otra vez con las mujeres. El presidente no ha querido romper ese pacto.

* Extracto de la recomposición de uno de los audios más escuchados en las calles de México: https://fierasfierras.com/

Foto: Maria Fernanda / Pie de Página

Comparte
Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
Suscripcion