Lado B
Educación, happycracia, pandemia y espiritualidad
La educación personalizante, laica o religiosa, necesita incluir el desarrollo de una espiritualidad auténtica, realista y humanizante
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
16 de febrero, 2021
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1. Caricaturas

“La mayor parte de las espiritualidades, son caricaturas de la espiritualidad…”

Pablo D´Ors. La espiritualidad en tiempo de pandemia.

A raíz de la publicación del censo 2020 del Inegi en México leí en el perfil de Facebook de un joven conocido, un comentario en el que manifestaba una gran satisfacción porque los resultados mostraran una significativa disminución en la religiosidad tanto católica como de otros cultos en la población del país.

En efecto, según una nota de La Jornada: “En 1895, 99.1 por ciento [de la población] se decía católico [o católica]; ya en 1980 el censo muestra una baja a 93 por ciento; esta tendencia se acentúa en 1990, con 89.7 por ciento; en 2010 cae a 82.7 por ciento. Ahora en 2020, 77.7 por ciento [se decir se católico o católica]”.

Obviamente estos datos dan, como el resto del censo, para análisis muy amplios porque tienen muchas dimensiones de análisis, y reflejan muchos factores que ni soy capaz de revisar por no ser experto en el tema, ni son tampoco el tema de esta Educación personalizante.

Lo que llamó mi atención de este post en Facebook fue más bien que, tanto las razones del regocijo de quien publicaba que esta pérdida de religiosidad y el aumento de los mexicanos que se declaran ateos, son un avance cultural; así como la mayor parte de los comentarios escritos por amigos de su generación basados en una visión sesgada, simplista y equivocada de lo que es la religión y la espiritualidad en general, probablemente derivada de una falta de formación en el tema o de una educación religiosa distorsionada y dogmática.

Coincidentemente, esta semana me recomendaron ver la conferencia sobre la espiritualidad en tiempos de pandemia dictada por Pablo D´Ors, sacerdote católico español, nieto del gran Eugenio D´Ors, escritor y crítico de arte de origen catalán.

La frase que cito al inicio de este apartado me hizo pensar mucho en que las religiones históricas —no soy nada original en esto, lo han dicho los grandes analistas de la cultura posmoderna y de la sociedad líquida en que vivimos— han sido desplazadas por nuevas espiritualidades emergentes que son, en su mayoría, caricaturas de la espiritualidad, porque como dice el conferencista: en lugar de enfrentarnos y hacernos cargo de la relidad dolorosa que vivimos, nos hacen evadirla con propuestas superficiales y optimistas de felicidad individualista.

2. Happycracia

“La felicidad, dice la socióloga israelí Eva Illouz y el psicólogo español Edgar Cabanas, en Happycracia (Paidós) —un libro que ha sido todo un fenómeno en Francia—, se ha convertido en ‘una obsesión’, ‘un regalo envenenado’. Al servicio del sistema económico actual”.

Justo Barranco. «Llega la ‘happycracia’ o la obligación de ser feliz«. Diario La vanguardia.

Estas caricaturas de espiritualidad coinciden con la necesidad de ser felices a toda costa, que nos han ido imponiendo a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, de modo que quienes permanecen en las religiones históricas son las personas de generaciones mayores, educadas muchas veces en esa visión dogmática que los jóvenes rechazan y que, también, es muchas veces una caricatura de la espiritualidad, o bien algunos pocos jóvenes que arman una religión a su medida, en el self-service normativo del que habla Morin.

La felicidad ya no es una aspiración profunda, sino una obligación superficial que depende meramente de la voluntad personal y del ánimo, así como de las ganas con las que se levanta uno cada día; de la mirada positiva en la que comúnmente hoy se dice que “todo cambio es para bien”, que “los problemas siempre vienen por algo bueno” y que “basta con decretar lo que deseamos” para que el universo nos lo conceda.

3. Realidad y agonías

“La incertidumbre que hay hoy en el mundo, me afecta…vivo mis agonías. No me gusta vivir agonías, ni sufrir… pero me hacen ser más auténtico, puedo ser más yo mismo. Pues estas penalidades me hacen entrar en un territorio más profundo. Y la segunda cosa buena que tiene todo esto es que al entrar en estos territorios más profundo, más oscuros, puedes ser más compasivo, es decir, puedes entender mejor el sufrimiento del otro. No es placentero, pero es hermoso”.

Pablo D´Ors. La espiritualidad en tiempo de pandemia.

Pero la realidad es necia y persistente, y nos enfrenta hoy, más que nunca, a la incertidumbre. Todos vivimos nuestros miedos, nuestras angustias y nuestras propias agonías. Como dice D´Ors, a nadie le gusta vivir agonías, pero “sólo valora el agua quien ha tenido sed”, sólo quien vive estas agonías y sufrimientos puede llegar a ser auténtico y entrar en territorios más profundos de la vida.

Al entrar a estas dimensiones más profundas, podemos desarrollar la compasión, esto es, la capacidad de padecer con el otro o la otra, de comprender el sufrimiento y la agonía de los demás y con ello volvernos más humanos, así como experimentar la auténtica felicidad que no es lo placentero sino lo que nos conecta con los demás.

4. Espiritualidad y educación

Foto: Michal Jarmoluk | Pixabay

¿Para qué existe la espiritualidad en tiempos de pandemia y de no pandemia? Para desenmascarar nuestras mentiras, para confrontarnos con lo que somos, para ayudarnos a andar en verdad. Es decir, el dedo que señala fuera permanentemente y señala culpables (…) se da la vuelta hacia nosotros y nos hace responsables”.

Pablo D´Ors. La espiritualidad en tiempo de pandemia.

 

La educación personalizante —sea laica o religiosa— necesita incluir entre sus prioridades el desarrollo de la espiritualidad, pero no de caricaturas de espiritualidad que hagan al educando evadirse de la realidad, sino de una espiritualidad auténtica, realista, humana y humanizante.

Una espiritualidad que, como dice el autor de la conferencia citada hoy, desenmascare nuestras mentiras y autoengaños; que nos confronte con lo que realmente somos para poder aprender a intentar andar en verdad. Una espiritualidad que deje de buscar culpables afuera y señale hacia nuestras propias debilidades, haciéndonos responsables de nuestro mundo ydel mundo para hacernos cargo de la existencia.

Educar en una experiencia espiritual —reitero, laica o religiosa— que no sea una ideología o una falacia que lleve a reprimir las emociones, al contrario, que nos permita llorar, protestar, rebelarnos, gritar nuestros miedos, vivir nuestras agonías.

La conferencia es muy rica en contenido y provoca a la reflexión y transformación, pero este espacio no alcanza para abordarlo todo. Dejo como cierre solamente la idea de que el camino hacia esta espiritualidad compleja implica dos elementos centrales: ser amigos del silencio y ser buscadores de la montaña.

Podríamos empezar a intentarlo: educar a nuestros estudiantes para hacer silencio en un mundo lleno de ruidos y formarlos para buscar las montañas que los lleven a ser mejores,  a hacer el mundo un poco mejor cada día, buscando la luz en medio de sus propias oscuridades y de las oscuridades de estos tiempos que nos ha tocado vivir.

*Foto de portada: Andrea Piacquadio | Pexels

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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