Buen día, querida #ComunidadLadoB

El virus SARS-CoV-2 ha logrado en un año lo que la comunidad científica no había podido conseguir en décadas: establecer un diálogo abierto con la sociedad y con la esfera política, acaparar las primeras planas noticiosas y crear una auténtica cadena de cooperación a gran escala entre científicos internacionales, esto último incluyendo el libre acceso a los resultados de investigaciones sin el cerco vigilante de las editoriales. Aunque son significativos estos últimos pasos, queda pendiente en la agenda inmediata realizar un amplio ejercicio de autocrítica.

Como había comentado hace algún tiempo, si consideramos que la carrera espacial impulsó la creación de ciertas tecnologías alternas, he pensado que la carrera por las vacunas y el estudio del SARS-CoV-2 pueden ser un punto de convergencia del que puedan surgir nuevas líneas de estudio o desarrollos tecnológicos. Una hipótesis reciente es que el coronavirus en cuestión utiliza el colesterol como un medio para penetrar en el cuerpo e infectarlo; una suerte de caballo de Troya que el cuerpo humano facilita al invasor.

En aras de las sustentabilidad, la ciencia ha permitido la creación de interesantes productos: harina orgánica, a partir de residuos orgánicos, también con miras a crear una panadería más sustentable y saludable.

Así como biofertilizante que facilita el crecimiento de la planta y la restauración del suelo, pues no contienen tóxicos.