A poco más de un año de que la pandemia iniciara en China con el primer caso de COVID19 confirmado, muchos se han enterado a grandes rasgos del complejo camino que tienen que recorrer las vacunas desde el laboratorio hasta el hospital. Por supuesto resulta sorprendente enterarse del tiempo récord en el que han sido aprobadas. Si bien esta es una gran excepción debido a la emergencia, lo cierto es que quizá a partir de ahora se cambien o agilicen algunos protocolos para cierta clase de productos de salud. Pero la ruta que siguen, de la cual la gran mayoría ni se imaginan, está pavimentada con dinero público y privado, dejando una pista que nos descubre el sistema de financiamiento, investigación, producción, distribución e intereses políticos detrás de estas.
Uno de los momentos más tensos en mi paso por conocida editorial, fue tener que lidiar con un gerente de ventas de publicidad dispuesto a aceptar dinero promocionando pseudoterapias. La empresa quería sacar dinero de donde se pudiera, y vieron en este mercado una salida fácil y redituable ante los terribles resultados generales que se preveían para aquel fin de año (2019). Entonces, como director editorial de una revista de popularización de la ciencia, me negué a aceptar esta clase de engaños por motivos éticos, además que comprometían la imagen de la marca ante los lectores.
Aquella fue sin embargo una oportunidad para conocer un poco más sobre el funcionamiento de la industria de la salud en el país en general, e incluso conocer al menos por vía telefónica a un par de médicos con estándares científicos y éticos muy bajos. Un argumento a favor de esa clase de productos que esgrimía aquel gerente, era que todos aquellos productos tenían permiso de la COFEPRIS “en trámite” y que “seguramente” lo obtendrían. Ignoro si fueron las carcajadas que solté o mi renuencia a aceptar ese tipo de contenido lo que influyó en los eventos que se desencadenaron, pero de ninguna manera me arrepiento.
Una advertencia que hice al gerente en cuestión fue que aceptar ese tipo de publicidad no solo era contraproducente, sino que, rematando con una frase que le escuché a un ex jefe, “si dejas entrar a los payasos, al rato va dejarse venir todo el circo”.
Corte a enero 2021. Inmersos en plena vida digital, los bulos de salud persisten y se reproducen a un nivel alarmante. Los payasos se convirtieron en una fuerza de ocupación: Figuras del espectáculo de la noche a la mañana se consideran así mismos gurús recomendando terapias peligrosas, o peor aún, afirman convencidos que el virus y la enfermedad que provoca no existen o son parte de una conspiración a gran escala. Otros tantos particulares o políticos se enriquecen acaparando insumos médicos y revendiéndolos.
Cuando en octubre de 2019 armé el calendario editorial del 2020, mi apuesta entonces fue por la prevalencia de temas relacionados con la salud y el deporte, esto porque imaginaba que la expectativa de las olimpiadas en Tokio despertarían el entusiasmo e interés por estos. Nunca vería realizado aquel calendario por mi salida de la empresa, sin embargo los temas de salud estuvieron vigentes aunque por las razones equivocadas.
La incertidumbre de estos tiempos dificulta la elaboración de un calendario adecuado para la ciencia este 2021. Sin embargo, estimo que si bien persistirán los temas de salud, habrá también un espacio para abarcar todo lo que hay detrás de la investigación científica, sus prácticas y financiamiento. Por el momento, el conflicto entre la libertad de investigación en el país y la lucha del gobierno por imponer su propia política científica es un tema que dará mucho de qué hablar. ¿Hacia dónde va la ciencia en el país realmente? ¿Tenía un destino?
¡Les deseo a todos un feliz año 2021, va un gran abrazo!
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Gerardo Sifuentes @sifuentes
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