El PAN y el PRD negocian con el PRI para competir juntos en las elecciones de 2021, y así derrotar a Morena e impedir el avance de “la dictadura del Obradorismo”.
Sobran razones para aliarse, aunque está por verse si la unión que impulsan esos institutos políticos termina siendo clara en sus objetivos y benéfica para los aliados.
La alianza tiene un objetivo electoral innegable: competir en las elecciones de 2021 de manera conjunta, pues consideran que les da más posibilidades de triunfo frente al partido de Andrés Manuel López Obrador. Quitándole espacios en la Cámara de Diputados a Morena, según su narrativa, será un primer paso para limitar el poder de López Obrador. Sin embargo, no sabemos qué harán con ese poder. Lo único que sabemos es que lo quieren en sus manos y no en las del “tirano”.
Poco se sabe de las propuestas de los aliados una vez logrado su objetivo de obtener mayor presencia de diputados en detrimento del partido de Andrés Manuel. Según sus cálculos, Morena y sus aliados obtendrán el 40% de la cámara y la oposición el 60% restante. ¿Qué significa para el ciudadano? No se sabe, salvo si se piensa que estamos camino a un abismo y creamos que la oposición evitará esa catástrofe.
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En la práctica, la Cámara tiene como actividades primordiales aprobar tres presupuestos más para el gobierno de López Obrador, y nombrar algunos consejeros del INE en 2024, por lo que, si la oposición logra su objetivo en 2021, obligará a que dichas decisiones se tomen por consenso (lo que ya se hizo con los últimos consejeros electorales nombrados).
A la alianza opositora se le olvida explicar por qué se debe confiar en los partidos políticos que durante los últimos treinta años no convirtieron al país en una democracia consolidada ni en una economía fuerte. ¿Por qué confiar en una alianza donde está el PRI, el modelo de partido y de presidencia que se critica de López Obrador?. No son pocas las voces que le reprochan al tabasqueño el hiperpresidencialismo que ejerce y el priismo de muchos integrantes de su gobierno. Es decir, le criticamos su cercanía con esa cultura priista que tanto aborrecemos y —según la oposición— la mejor idea es quitarle el poder a AMLO para dárselo al PRI. Discursivamente puede entenderse la alianza en contra de AMLO, pero de ninguna manera puede justificarse que la mejor oferta sea devolverle parte del poder al PRI (no sabemos si al viejo PRI o al PRI que gobernó con Peña Nieto).
Para los votantes, tener sobre la boleta una vez más la disyuntiva de “Andrés Manuel o nosotros” es regresar el video del país tres lustros para encontrar a los políticos unidos (antes era Fox con el presidente de la Corte y la Cámara de diputados aprobando desafueros) para impedir el avance de López Obrador. Todos conocemos los resultados.
En lugar de impulsar agendas que contrasten con lo ofrecido por Morena, volvemos al fascismo de “nosotros o el enemigo”. Se comprueba una vez más que la polarización proviene tanto de los grupos que apoyan al hoy presidente como de los que lo aborrecen. Si la mejor decisión es aliarse con el partido que está a punto de ser sentado en el banquillo en las figuras de Cienfuegos, Robles, Lozoya, Videgaray y Peña Nieto, solo presenciamos un arrebato del botín entre ladrones.
Por más discursos que ofrezca, la oposición está sugiriendo una vuelta al pasado. Discursivamente, el papel lo aguanta todo. Políticamente, la alianza es incomprensible.
*Foto de portada: Marko Cortés presidente del Partido Acción Nacional/ Foto: @MarkoCortes | Twitter
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