Las escuelas primarias y secundarias del estado de Puebla evaluarán a distancia a las y los alumnos que hayan mantenido comunicación suficiente con sus docentes, recibiendo una calificación numérica. En contraste, quienes no mantuvieron un contacto constante, recibirán en sus boletas las leyendas “información insuficiente” o “sin información” para evitar “evaluaciones arbitrarias”; investigadores, familias y docentes, advierten que la precariedad educativa y las dudas persisten aún con este modelo.
Así lo estipula la circular SEP-1-SE/011/2020, emitida por la Secretaría de Educación del Gobierno de Puebla, en la que se solicita a las y los maestros de la entidad evaluar a su alumnado mediante procesos de carácter “formativo”, priorizando el aprendizaje más que la asignación de una calificación, y haciendo que las y los docentes interpreten la situación de cada estudiante.
“Hay que tener mucho cuidado con el uso que le damos [a la evaluación]”, advierte Rodolfo Cruz, académico investigador de la Upaep, ya que, incluso con este formato, se corre el riesgo de clasificar, instaurar desigualdades, estigmatizar y constituir, bajo una mayor subjetividad, el éxito o fracaso escolar de las y los estudiantes.
Es una estrategia educativa planteada diferente, pero cimentada bajo la misma lógica: evaluar bajo evidencias y otorgamiento de información, advierte Cruz. Él considera que sí hay un intento de evaluar y hacer accesibles los contenidos, pero aun así, para la mayoría, la educación se ha precarizado más.
La complejidad que se tiene con esta evaluación, asegura el académico, es que lo que se hace no termina por resolver el problema: la precariedad en el acceso a la educación (antes y durante de la pandemia) y las desigualdades que dificultan el aprendizaje que han emergido en la crisis sanitaria.
El objetivo debió ser “qué tanto han aprendido” y no qué tanto cumplieron (en este caso, con información para ser evaluados), explica Rodolfo. “Cumplir y aprender, no es lo mismo”, asegura.
La evaluación sí se ha realizado; el periodo de captura de notas es del 25 de noviembre al 20 de diciembre. Las categorías que la SEP Puebla contempla en su circular (basada en la circular DGDC/DGAIR/001/2020 de la SEP federal) son tres: “Comunicación y participación sostenida”, “Comunicación intermitente y baja participación” y “Comunicación inexistente”. Las dos últimas situaciones plantean casos en los que alumnas y alumnos no presentan elementos necesarios (de acuerdo con el profesorado) para ser calificados, mientras que en el primer caso, sí.
Para los escenarios en los que las y los maestros consideren que ha habido “comunicación y participación intermitente”, el numeral III, punto tres, indica que se cancelará la calificación numérica y en su boleta tendrán la leyenda “información insuficiente”, dándola posteriormente, “cuando haya condiciones”.
En las situaciones en las que se considere que ha habido “comunicación prácticamente inexistente”, el profesorado tendrá la facultad de cancelar la calificación numérica y colocar la leyenda “sin información”, dejando —también— para después la evaluación, de acuerdo con el numeral III, punto cuatro.
Sin embargo, más allá de las fechas estipuladas para dar calificaciones, no se explica qué sucederá con las y los alumnos que todavía no proporcionen información para cuando se termine el plazo de captura de evaluaciones.
“No hay plazo”, los casos que no han proporcionado información van a “quedar pendientes”, le indicaron a Sabina Torres, mamá de una niña que va en sexto de primaria.
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La circular planteó en el numeral IV un periodo de regularización que abarcó del 17 al 24 de noviembre. Es en este lapso en donde el profesorado tuvo que buscar a las y los alumnos (con sus medios) y acordar actividades que les otorgaran elementos para recibir una nota.
Aarón Cantero, profesor de la secundaria Técnica número 86 en Tehuacán, confiesa que no saben qué sucederá si no se localiza y regulariza a quienes no se hayan comunicado para cuando se termine el periodo de evaluación: “no sabemos qué va a pasar (…) creo que en un mes ya sabremos”; están a la espera de lo que la SEP Puebla lo indique.
No obstante, la circular en el Numeral III, punto cinco, asegura que las calificaciones para este periodo serán preliminares, siendo definitivas únicamente las que se registren al final del ciclo escolar 2020-2021, sin dejar en claro qué sucederá si es que las y los alumnos se mantienen sin información o presentando —de acuerdo con su maestro o maestra— evidencias insuficientes.
En entrevista para LADO B, Laura Porras, académica del departamento de Ciencias de la educación de la Universidad de las Américas Puebla (Udlap), asegura que la calificación da un parámetro de avance. El cuestionamiento radica, según ella, en que realmente no se han dado las condiciones para establecer esta medida, incluso para quienes sí tienen una calificación numérica.
La académica plantea la pertinencia de reflexionar si la o el estudiante ha tenido las condiciones más adecuadas para alcanzar los aprendizajes (no solamente un número) si no se tienen, en general, información o suficientes datos. Advierte que podría generarse un número (o leyenda, en este caso) que sea injusto, ya que, en lugar de ayudar al alumno a ver en dónde está, se genera una medida que podría no ser confiable, considera.
Estas leyendas (“información insuficiente” o “sin información”) no implican que la o el alumno ha reprobado, sino que su proceso se mantiene a la espera de evaluación. Sin embargo, no se sabe qué sucederá terminado el lapso de calificaciones de diciembre y si estas leyendas se aplicarán en la evaluación final definitiva del ciclo 2020-2021.
“Tenemos la indicación de que [la medida] sea temporal, y que durante [el tiempo de captura de calificaciones] tengamos la obligación de buscarlos; a los chavos [y chavas] sí los tenemos que buscar y ver la forma de cómo evaluarlos”, dice Aarón.
El docente de secundaria cuenta que ha tenido tres casos de estudiantes en donde no tenía elementos para evaluarlos. Él tuvo que investigar cuál era su situación de vida, ya que no contestaban ni los mensajes. Se percató que eran jóvenes que estaban trabajando para apoyar a sus familias económicamente y que por eso, la escuela no era su prioridad.
Patricia Martínez, madre de una joven en bachillerato y de un niño de quinto de primaria, explica que la maestra de su hijo, ante esta situación, ha solicitado a madres y padres que acudan con ella a explicar las razones de las ausencias o faltas de sus hijas e hijos. Cuenta que la docente le explicó: “señora, usted es la única mamá que me ha llamado (..). [Las y los demás] no me contestan”.
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Al final del documento se explica que “adicionalmente, en el estado de Puebla se apoyará a los estudiantes con ‘fases de recuperación’ en cada periodo de evaluación”, pero no se especifica cómo.
“Ante la oficialidad, ante la condición de entregar evaluaciones completas, cada escuela, cada grupo de maestros, cada director, va a tener que encontrar su propia estrategia para ver qué hacer con el chavo que no se puede localizar”, cuenta Aarón desde su experiencia como docente.
Dar una calificación o interpretarla bajo estas condiciones, de acuerdo con Rodolfo Cruz Badillo, especializado también en política educativa, es riesgoso, ya que se transiciona de un sistema que pedía evaluar con competencias y números (centrado en exámenes y evidencias), a uno en donde la idea es interpretar basándose en pruebas dadas por vía remota.
Este primer método, al replicarse en la evaluación a distancia, corre el riesgo de afectar al alumnado que no pueda enviar pruebas de trabajo, advierte.
La política educativa, agrega, ahora solicita a un profesorado interpretar, cuando no lo había hecho antes. “No están en la lógica de sólo interpretar”, advierte, “sino en la lógica de lo cuantitativo y del trabajo de la suma de tareas, que es hegemónica”, lo que se traduce en una evaluación basada en las entregas de trabajos (presenciales antes, y ahora a distancia) como sinónimo de aprendizaje. Quien no pueda comunicarse constantemente, en consecuencia, no podrá entregar tareas y, al final, recibirá alguna de estas leyendas.
Beatriz del Castillo es madre de dos hijos, uno en primaria y otro en secundaria. Ella explica que su hijo menor era muy constante en la escuela, pero ahora, con el modelo a distancia, el niño se ha sentido triste y frustrado porque experimenta más dificultades que con el modelo presencial. Beatriz asegura que compañeras y compañeros de su hijo que tenían buenas calificaciones en el modelo presencial, se vieron afectados con esta dinámica ya que se les siguió evaluando bajo los mismos parámetros y lógicas (a pesar de que la SEP las estipule diferente en sus circulares). Con su hijo mayor, tuvo que cambiar hasta de escuela porque mantenían la misma exigencia pero bajo una nueva modalidad (remota).
Y estas afectaciones e inconformidades se dan, de acuerdo con Aarón, cuando se pasa de lo estipulado en la circular a la realidad del alumnado, profesorado y familias. Esto, en la práctica educativa, propicia situaciones de conflicto o polémica, dadas las diferentes interpretaciones del profesorado.
La ambigüedad y dificultades para evaluar con precisión el proceso de aprendizaje de cada alumna y alumno son un problema. Ya que la política educativa está pensada, de acuerdo con Cruz, hacia un sujeto unitario o monolítico que tiene acceso a Internet, o disposición para resolver cuadernillos o para ver la televisión.
Bajo este esquema y para los casos en los que no hay suficiente información, hay maestras y maestros que incluso consideran injusto no tener la facultad de reprobar a las y los estudiantes debido a que no han cumplido con las actividades asignadas vía remota, cuenta Aarón. No se cuestionan la situación de cada alumno, sino lo que se ha entregado o no.
“La acción de sumar evidencias [información] es muy pobre”, dice. “Así no vamos a evaluar [realmente] el aprendizaje”, advierte el docente.
En este sentido, Beatriz apunta que el principal error fue mantener el mismo ritmo que cuando había clases presenciales, cuando las situación que vivimos es extraordinaria. Así pues, aunque “la SEP ordenó que no se reprobara a nadie, [las escuelas] sí siguieron siendo muy exigentes en el tema de las calificaciones”, cuenta.
“Como mamá yo he sentido un montón de presión por parte de las maestras por cosas que me parece que en estos momentos no son importantes, [como el cuadro de honor]”, agrega Beatriz.
Aarón piensa que no puede recaer la responsabilidad de otorgar información a las niñas y niños o a sus familias.
Rodolfo Cruz advierte que lo peor que puede pasar es que se acrecienten las brechas: quienes perdieron mucho en el año y quienes no perdieron tanto de acuerdo a cuánta información proporcionaron y qué contacto tuvieron con sus profesores, más allá de que se les haya dado o no una calificación.
“No somos capaces de ver lo injusto que puede ser la evaluación [aún bajo estos parámetros]”, advierte Rodolfo. “Lo peor va a pasar cuando regresemos con esos estudiantes que no la llevaron bien (sin información) es que van a regresar con mayor desventaja a un espacio donde el profesor les dirá: ‘ya lo vimos, pero no me mandaste evidencia’”, concluye.
Aarón explica que colegas suyos, profesores de secundaria, llegaron al primer periodo sin elementos de evaluación y sin realmente buscar o localizar a sus estudiantes, abriendo la posibilidad a dejar su calificación “sin información”.
Ante esta situación, Rodolfo Cruz plantea que una posible solución para dar clases y evaluar con más precisión es abrir el Internet y prestar dispositivos a quienes lo solicitan, así como se ha realizado en instituciones como la BUAP y UNAM. Él considera que, mientras la acción del gobierno no sea precisamente ir compensando las desigualdades, por más que el discurso sea integrador, se seguirán teniendo los mismo resultados.
Aarón explica que Internet ha sido una herramienta para mantener el contacto con algunas y algunos de sus alumnos. Él cuenta que desde YouTube ha abierto un canal para transmitir conocimientos; en caso de que las y los alumnos no tengan acceso a este medio, busca tener contacto con ellas y ellos por medio de llamadas telefónicas, en donde puede monitorear actividades y avances.
“La idea de esto es que no los perdamos de vista, que no dejemos de saber de ellos. Si una semana tú no le escribes a los chavos [y chavas] o no les llamas por teléfono, la verdad es que [con tantas cosas que] viven, se olvidan de la escuela”, advierte. “Aprobarlos debería implicar trabajar en ellos [ellas]”, dice sobre el éxito de la estrategia.
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