“La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble. La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar…”
Eduardo Galeano. El imperio del consumo.
Cuando llegó el nuevo virus, nos encontró enredados en un escenario como el que describe Galeano: el mundo de la explosión del consumo y la necesidad de gastar un dinero que no teníamos para comprar cosas que no necesitábamos con la finalidad de impresionar a gente a la que no conocíamos. El mundo del consumismo exacerbado en el que todos podíamos encajar en el proverbio turco porque vivíamos –o vivimos todavía hoy- en la borrachera del que bebe a cuenta y por ello se emborracha doble.
En el momento en que nos dijeron que teníamos que quedarnos en casa, empezamos a experimentar el otro ruido estruendoso, el del súbito frenón de esta maquinaria de la que en mayor o menor medida todos somos parte, porque todos estamos sumergidos en la cultura del consumo.
El jesuita James Martin S.J. en su libro The jesuit guide to almost everything plantea en el capítulo octavo titulado «A simple life» –una vida sencilla- que la vida moderna en la sociedad capitalista de consumo se asemeja a la subida de una escalera hacia el supuesto fin de la existencia humana que es el éxito entendido como posesión de bienes económicos, prestigio y poder.
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En este capítulo el autor cita doce escalones que implican ese falso ascenso según un artículo de otro jesuita, Dean Brackley. Estos doce pasos que implica la escalada que nos plantea la sociedad consumista son(1):
Si hay algún aprendizaje positivo de este período de contingencia para el mundo entero que ha padecido el paro de la maquinaria de consumo es que se puede vivir con mucho menos cosas, que lo importante de la vida no está en la cantidad y marca de las cosas que se consumen sino en la profundidad y el sentido de la relación que tiene cada uno consigo mismo, con los demás y con el mundo a partir de sus creencias y convicciones.
En China, donde se originó la pandemia y en varios países más tanto de Asia como de Europa se está regresando paulatinamente a la actividad fuera de casa. En España le han llamado a este proceso la “desescalada” y han marcado cuatro fases –de 0 a III- previas al retorno pleno a la llamada “nueva normalidad”.
Si en realidad valoramos el aprendizaje que he señalado líneas arriba acerca de lo esencial de la vida auténticamente humana creo que deberíamos ir considerando otra desescalada paralela a la del progresivo retorno a las actividades cotidianas cuando la curva realmente se haya logrado aplanar y el número de casos empiece a descender, cosa que en México parece aún lejana.
Se trataría de la desescalada de esta explosión del consumo que nos hace estar permanentemente presionados por esos doce escalones que hay que subir para poder llegar a la cima de la pirámide de esta sociedad individualista y competitiva en la que nos ha tocado vivir hasta hoy.
Todos los ciudadanos tendríamos que esforzarnos por avanzar en la medida de lo posible hacia esta desescalada del consumismo en el que estamos habituados a sobrevivir para ir construyendo una vida que nos permita realmente vivir de una forma humana, mediante un cambio de hábitos y una contribución a la transformación de las estructuras socioeconómicas y de la cultura dominantes.
Pero en esta desescalada los educadores tenemos un gran reto y una enorme oportunidad. Los niños y los adolescentes, los jóvenes de este país han vivido tres, cuatro, cinco…meses de aislamiento y de vida escolar o universitaria desde sus casas. Todos ellos han experimentado el miedo y la incertidumbre por la situación de la pandemia, por el encierro y el cambio en la situación económica en muchas familias.
Sin embargo, también han vivido la experiencia de no necesitar tantas cosas para pasar días y semanas de convivencia con calidad en familia. Seguramente han caído en la cuenta de muchas cosas superfluas que antes creían necesitar y que han sido prescindibles en estos tiempos.
Recuperar esta experiencia y abrir espacios de diálogo y reflexión profunda sobre esta necesidad de construir una vida sencilla y de bajarnos de esta escalera en la que alguien nos puso sin preguntarnos, debería ser una prioridad educativa en el próximo ciclo escolar, ya sea de manera presencial o remota.
Tal vez sea posible evitar que el día de mañana muchos de ellos cuando se acabe la fiesta, despierten solos sin más compañía que su sombra y los platos rotos que deben pagar.
*Foto de portada: Marlene Martínez
1) Lo que describo de este libro es una traducción libre del original en inglés.