Con la llegada del COVID-19 a México la educación tanto pública como privada tuvo que adaptarse, de acuerdo con las posibilidades de cada escuela, a modalidades no presenciales.
Si bien en todos los niveles y todas las escuelas hay carencias o dificultades de todo tipo para concretar una clase en línea o a distancia, es en el sistema público donde más se acumulan.
Las autoridades educativas, como si no hubiera sido posible prever la pandemia, parecen haber sido tomadas por sorpresa: primero solo alargaron las vacaciones y hasta el 20 de abril, prácticamente un mes después del inicio de la jornada de Sana Distancia, comenzó un programa educativo a través de plataformas digitales, canales de televisión y estaciones de radio.
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Antes de eso solo hubo la instrucción urgente a las y los docentes para desarrollar planes de trabajo, muchas veces sin claridad de cómo se iban a ejecutar (hay maestros que entregaban actividades a sus directivos sin tener la menor idea de cómo llegaban a manos de sus estudiantes).
La pandemia ha puesto en evidencia las graves carencias tecnológicas del sistema educativo mexicano, que por el momento se sostiene sobre todo a través de grupos de whatsapp, y visibilizó los retos que tendrán que enfrentar hasta el regreso a las aulas.
Más trabajo y más dudas
Rocío estudia el tercer año de bachillerato en la escuela Profesor Martínez Márquez, ubicada en la capital de Puebla. Desde la suspensión de clases ha lidiado con varias dificultades para poder cumplir con lo que le piden en su escuela.
Sus profesores le enviaban actividades con fecha de entrega, pero sin recursos para hacerlas. La comunicación también era escasa; una profesora, por ejemplo, creó un grupo de Facebook para compartir información, pero no le avisó a todos sus estudiantes, y muchos se atrasaron con los trabajos.
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Las plataformas que han utilizado, como Edmodo o Google Drive, no han funcionado del todo bien, y los docentes no respondieron sus preguntas al respecto. Hay poca retroalimentación y muchas dudas. Ser autodidacta, dice, es una parte fundamental en la dinámica.
Este año Rocío busca entrar a la escuela normal del BINE, y por eso se inscribió a los cursos propedéuticos de la institución. Los cursos serían presenciales, pero el confinamiento hizo que se transformaran en la misma dinámica de su bachiller; lo que le serviría para prepararse para su examen de admisión se convirtió en una carga más.
“Me sentía estresada. No tenía tiempo para nada, ni para dormir bien, porque tenía que cumplir con las dos escuelas. A veces no paraba en todo el día, solo para comer, y me dormía hasta las 3 de la mañana. Si no entregaba las actividades a tiempo no me las contaban. Creo que me daba más tiempo cuando iba a la escuela».
Rocío tiene 3 hermanos. Ellos también se han enfrentado a varias dificultades durante este proceso. Su hermano mayor estudia en la Universidad Politécnica de Amozoc. Su dinámica de trabajo no es distinta a la de ella: pocos recursos, problemas con las plataformas e incluso actividades que nada tienen que ver con su programa de estudios.
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Sus hermanos menores estudian el segundo año de secundaria en la Secundaria General 9. Aunque estudian el mismo grado, están en salones diferentes. A uno de ellos le enviaban actividades con videos incluidos, y a pesar de que no se le dificultaba la dinámica, él dice que no aprendía lo mismo. A su otro hermano, los últimos días de clases le dictaron unas actividades, pero no le dijeron nada más, ese fue el último contacto que tuvo con sus profesores.
Además de lo ya mencionado, Rocío y sus hermanos se enfrentan a otra dificultad, sólo cuentan con una computadora para los cuatro. Cuando alguien la ocupa, los demás tienen que esperar hasta que termine. Como solución comenzaron a usar sus celulares, pero a veces eso aumentaba la dificultad, pues a veces tenía que enviar actividades en formato digital y las páginas no cargaban bien.
El lunes 20 de abril los cuatro retomaron sus cursos. Sólo hubo cambios en el sistema de trabajo de los menores, ahora toman clases a través de la televisión.
La educación a distancia y la educación virtual
Aunque se suelen usar como sinónimos, la educación a distancia y la educación virtual o en línea son distintas. La educación virtual se imparte a través de plataformas digitales en internet, mientras que la educación a distancia se transmite comúnmente por medios como la televisión o el radio. En México se está usando una estrategia mixta que incluye ambas modalidades, explica el Doctor en Educación, Martín López Calva, en entrevista para LADO B.
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Con la educación virtual, señala el especialista, se tienen mayores oportunidades, pues durante la clase puede existir un diálogo y se pueden resolver dudas o compartir algún recurso en tiempo real, sin embargo sólo el 20 por ciento de los estudiantes del país tienen acceso a esta modalidad.
El 80 por ciento restante, al no tener las condiciones adecuadas, sólo tiene la opción de la educación a distancia, y aunque esta modalidad también puede aportar al proceso formativo, restringe y limita el aprendizaje.
“El poco acceso a la educación virtual está evidenciando y amplificando las diferencias e inequidades que hay en el sistema educativo y en la sociedad mexicana”, dice López Calva.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), el 44.3 por ciento de los hogares en México cuenta con algún equipo de cómputo y el 56.4 por ciento cuenta con conexión a internet.
Sin embargo, no hay datos de cuántos equipos de cómputo hay en promedio en cada casa, ni si la señal de internet llega por un servicio especializado o por datos móviles.
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Por otro lado, en México el 92.5 por ciento de los hogares cuenta con alguna televisión. No obstante, el porcentaje se reduce al 76.5 por ciento cuando se toma en cuenta que para ver los canales de televisión abierta se necesita la señal digital o un sistema de cable. Eso sin considerar que en muchos lugares del país la señal digital falla y sólo se ven algunos canales. En cuanto al radio, que solía ser el medio más popular, solo el 53.9 por ciento de las casas tiene al menos uno.
Todo esto hace incierto el número de estudiantes que cuentan con las condiciones necesarias aún para una educación a distancia.
Las dificultades también son para los profesores
Una profesora de secundaria del interior del estado, que prefirió no decir su nombre, asegura que para los profesores esta modalidad de las clases tampoco es sencilla.
En su caso tiene que revisar los contenidos en su celular, ya que no tiene computadora, lo que la limita para contestar mensajes o las dudas de sus estudiantes.
También le ha aumentado el trabajo, pues las preguntas le llegan hasta de noche. A ella le preocupa esta situación porque señala que no está segura de que sus alumnos realmente estén aprendiendo; además desde que se suspendieron las clases presenciales sólo ha tenido contacto con 10 de sus 30 alumnos a través de un grupo de Whatsapp.
“Sólo los que tienen una computadora, un buen celular o internet están al pendiente. Muchos alumnos vienen de comunidades lejanas. Hay comunidades que no tienen internet, entonces tendrían que ir hasta el pueblo más grande en donde sí hay para poder acceder. Y de lo que se trata es de que no salgan de sus casas”
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Para Gabriela González List, directora del Instituto Alejandría —donde se imparten clases de preescolar hasta bachiller—, iniciar con clases desde casa fue un giro total a su plan de trabajo.
“Fue abrumador. No es lo mismo pensar ‘tenemos una plataforma que sirve como apoyo para una educación que se imparte de manera presencial’, que ‘ahora este va a ser uno de nuestros principales recursos’”.
La nueva dinámica provocó que los docentes necesitaran una mayor capacitación en tecnologías, para aprender a manejar algunas herramientas digitales, como las de edición de video, y así poder grabar sus clases y crear material didáctico.
Esto extendió la jornada laboral e hizo más notoria la brecha generacional en cuanto a la tecnología. Las complicaciones iban desde el poco manejo tecnológico hasta profesores que, al no haberse grabado antes, se sentían expuestos al estar frente a una pantalla.
«Es diferente enviar sólo calificaciones o algún mensaje a los padres de familia a generar recursos digitales para las clases».
Otro problema, dice González List, es que lo que pasa en casa puede modificar el plan de trabajo de los profesores. Por ejemplo, cuando los estudiantes no pueden acceder a una hora determinada a un equipo de cómputo porque sus padres lo están usando para trabajar.
Asimismo, los profesores han expresado que prefieren estar en la escuela, pues así además de tener un mayor contacto afectivo, pueden tener más claro si tienen una duda y si están poniendo atención.
“No hay esa parte humana de poder vernos, platicar, abrazarnos. En cuanto a las actividades escolares, no tenemos a los niños o jóvenes enfrente; cuando estamos en el salón es más fácil darnos cuenta de si no están entendiendo y si necesitan otra explicación”
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¿Suspender o continuar el curso?
A Ivonne Juárez Guzmán, directora del Bachillerato del Centro Universitario del Valle de Atlixco, ubicado en ese municipio, adaptarse a esta nueva modalidad de dar clases también le ha resultado complicado.
El poco tiempo que se tuvo para capacitarse en cuanto a las herramientas en línea no fue suficiente, y por eso aún no se ha encontrado una solución ideal a todas las dificultades que se presentan.
Sin embargo, señala la directora, no considera una medida viable suspender el ciclo escolar de manera definitiva, pues los estudiantes del último año en cualquier nivel educativo, retrasarían su ingreso al siguiente.
Por otro lado, Martín López Calva explica que con la suspensión de clases definitiva, o incluso con el sistema de trabajo que se está manejando, se podría prolongar el efecto que se presenta durante las vacaciones de verano.
“Hay investigaciones sobre lo que llaman ‘pérdida educativa o de aprendizajes en el verano’, y se demuestra cómo los niños cuando salen de vacaciones de verano y pasan de un año escolar a otro, olvidan muchas de las cosas que aprendieron, y al regresar tienen que recuperarse. Un efecto podría ser la ampliación de esta pérdida, los niños van a olvidar muchas de las cosas que aprendieron en este ciclo al tener un tiempo más prolongado de menor actividad y menor aprendizaje”.
Aunado a esto, López Calva advierte que la presión que se está ejerciendo por parte de las autoridades educativas y algunos padres de familia podría causar el síndrome bornout (estar quemado), lo que significaría un gran desgaste físico, mental y emocional para estudiantes y profesores.
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“Si se hace énfasis sólo en lo administrativo, en los contenidos y los exámenes, se pierde la atención a esta parte de qué situación están viviendo los niños y los jóvenes en sus casas, de cómo están organizando los tiempos para el estudio; también en lo que están viviendo los profesores, del acompañamiento que están recibiendo, no sólo para manejar alguna herramienta digital, sino también el acompañamiento humano”
En ese sentido, el especialista explica que hay que entender que esta es una situación extraordinaria, y por lo mismo el sistema educativo no estaba preparado, pero destaca la oportunidad que se está presentando enseñar otro tipo de contenidos en este confinamiento.
“En este confinamiento se podría aprovechar para enseñar contenidos para acompañar el proceso de habilidades socio-emocionales de los niños, para que aprendan a vivir en estas situaciones de emergencia, para que haya una convivencia familiar y se aprenda en familia. En cuanto a los profesores, la estrategia se podría centrar en su acompañamiento y en facilitarles medios para tener al alcance nuevas ideas para facilitar el aprendizaje en estas condiciones, así como tener la posibilidad de compartir experiencias y tips con otros profesores de estrategias que les hayan resultado favorables”.
Algunas soluciones
En el caso de la institución que dirige Gabriela González List, al no tener un pleno conocimiento de las herramientas digitales, se han hecho equipos para facilitar el aprendizaje de estos nuevos recursos.
“Los profesores que tienen mayor experiencia con las herramientas digitales apoyan a los profesores que apenas están aprendiendo a usarlas. Por otro lado, los profesores con más experiencia académica apoyan a los profesores nuevos para poder sintetizar una clase en los 10 minutos que dura un vídeo, para poner lo esencial”.
La maestra Ivonne Juárez explica que para poder tener conocimiento de los recursos con los que cuenta cada familia hicieron una encuesta. Así han podido identificar si los alumnos tienen acceso a internet, si tienen algún equipo de cómputo; y si la forma en la que se están dando las clases les parece adecuada a los alumnos y a los padres de familia. Con esto, van reconfigurando la estrategia para tener más certeza en la forma de enseñar.
“No tenemos una preparación para atender las dificultades de manera ideal, conforme se presentan vamos dándoles atención. Esto es nuevo para todos. Lo estamos resolviendo sobre la marcha”.
Ivonne destaca esa labor de toda la comunidad escolar para adaptarse a las nuevas condiciones de trabajo y reitera el compromiso de facilitar el aprendizaje de la mejor manera.
“Ha sido un reto importante para toda la comunidad escolar. Pienso que hay que agradecer el compromiso de los profesores, que a pesar de los pocos o muchos recursos están al pie del cañón; y también a los alumnos, que a pesar de que inesperadamente se le está presentando esta forma de trabajar, están poniendo mucho empeño”.
*Foto de portada: Pxfuel
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