Lado B
Parásitos y la desigualdad: ¿quién vive a costa de quién?
Parásitos. El filme es una corrosiva y aguda crítica social a través de la comedia negra, cargada de estéticas y sencillas imágenes potentes
Por Roberto Alonso @rialonso
14 de enero, 2020
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Roberto Alonso

@rialonso

[dropcap]T[/dropcap]ensión por un posible conflicto armado a nivel internacional, emergencias climáticas como los incendios en Australia y zozobras por el derrotero de nuevos gobiernos acompañan el inicio del nuevo año. En este abrumador ambiente se inscribe el más reciente trabajo cinematográfico del director surcoreano Bong Joon-ho: Parásitos. El filme es una corrosiva y aguda crítica social a través de la comedia negra, cargada de estéticas y sencillas imágenes tan potentes como la intensa lluvia que desborda las aguas residuales en el hogar de la familia de Ki-Taek.

Foto tomada de YouTube

Según la RAE, un parásito es un organismo animal o vegetal que vive a costa de otro, de diferente especie, alimentándose de él y debilitándolo sin llegar a matarlo. Aunque en estricto sentido no son dos especies las que muestra la película, es como si lo fueran; tal es la brecha social entre las dos familias retratadas –los Ki y los Park– que parecieran serlo. Los olores son distintos. Para encontrarse con los Park, los Ki tienen que transitar múltiples escaleras para ascender a su realidad amurallada, las escaleras de la segregación.

Arriba, en la lujosa casa de los Park, diseñada por un prestigiado arquitecto, un olor a pulcritud, la madera en los pisos y en los muebles, el minimalismo y la aparente perfección familiar. Abajo, en el sótano habitado por los Ki en los suburbios de la ciudad, el olor a suciedad a ras de piso, las chinches y las pulgas, la transpiración que apenas se ventila y el amontonamiento. Arriba, un sauna en el segundo piso de la casa, ventanales, luz natural. Abajo, la taza de baño, un par de escalones encima de donde transcurre la vida familiar de los Ki: hasta los desechos están arriba del suelo que pisan.

A primera vista, son los Ki quienes ingeniosamente se incrustan en la acomodada vida de los Park para mantenerse de ellos, uno a uno, solidaridad en cadena hasta convertirse en todo su personal. Pero si se rasca un poco, cabe la pregunta: ¿quién vive a costa de quién? ¿Son los privilegios victorias rotundas de los integrantes de la familia Park o dramáticamente la otra cara de la moneda? ¿El confort y la prosperidad a costa de la penuria y la precariedad?

Parásitos es una denuncia al milagro económico de Corea del Sur, ese país que, en cuatro décadas, pasó de ser un país periférico (con casi la mitad de su población activa dedicada a la agricultura) a la onceava economía más importante del planeta; un país desarrollado para el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

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No obstante, la bonanza macroeconómica tiene sus correlatos: entre otros, el paro entre los jóvenes y los empleos precarios, pese a la preparación académica. Aunque el suicidio no es objeto del filme, merece la pena recoger que Corea del Sur tiene la tasa más alta de suicidios dentro de los países miembros de la OCDE, siendo la primera causa de muerte entre los jóvenes de 10 a 30 años.

El bienestar a cambio de la desigualdad es una historia que se repite por todos lados. Es la fórmula que estuvo y seguirá estando en la ola de protestas en América Latina y otros países del mundo. Es la lucha entre los que no tienen un lugar y rechazan la concentración de la riqueza, y las élites que construyen fortalezas para celebrar mientras otros sufren. Y por desgracia, es a la democracia a la que se le cobra la factura, la factura y la fractura.

El informe Panorama social de América Latina 2019 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) documenta la lenta reducción de la desigualdad de ingresos en la región en los últimos años, así como retrocesos en materia de pobreza extrema y pobreza, pues ambas aumentaron de 2018 a 2019. Para este organismo, la desigualdad es “un obstáculo a la erradicación de la pobreza, al desarrollo sostenible y a la garantía de los derechos de las personas”, y está asentada “en una cultura del privilegio”.

Así, la igualdad de derechos como agenda central para un desarrollo sostenible e inclusivo, como argumenta la CEPAL, “es fundamental para el ejercicio de la ciudadanía, base para una sociedad cohesionada que comparte objetivos y valores, con reconocimiento recíproco y sentido de pertenencia y, por tanto, clave para la gobernabilidad democrática. Al contrario, la desigualdad es un factor directo de conflicto, un riesgo para la convivencia democrática y la sostenibilidad del desarrollo.”

¿Qué hace falta hacer para que la misma lluvia no sea un acontecimiento a contemplar en una casa y una catástrofe en otra? ¿Qué estamos dispuestos a hacer?

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Autor Lado B
Roberto Alonso
Coordinador de la Licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública de la Universidad Iberoamericana Puebla y del Observatorio de Participación Social y Calidad Democrática.
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