[dropcap]L[/dropcap]a elección del 2 de junio no será para elegir entre un modelo que algunos sostienen que funciona y otro que algunos sugieren que es mejor. Esa elección ya se dio y el morenovallismo la perdió estrepitosamente. Hicieron de todo para que formalmente se reconociera su pírrica victoria, pero para todos fue evidente que el modelo era repudiado por la mayoría de la población y que si el cambio en el grupo en el poder no se dio el año pasado fue por muchas triquiñuelas.
Sin embargo, si uno escucha los discursos y analiza las ideas de los candidatos a gobernador, se puede afirmar que no se sabe para qué se vota el próximo 2 de junio, además de para elegir a un gobernador. En otras palabras, las ideas están ausentes. Ni Barbosa, ni Cárdenas (de Merino no vale la pena hablar) han dado señal de que tienen un plan. Si la elección de 2018 fue entre el morenovallismo y Morena, la elección de 2019 será de personajes, pero no se sabe para qué.
En 2018, Barbosa se ofrecía como opción ante un régimen que era autoritario y coaccionaba sin miramientos. Jugaba la misma carta que Moreno Valle había jugado ocho años antes y se presentaba como una opción para dejar atrás un régimen que era poco democrático y que soñaba una y otra vez con construcciones de hormigón, pero no en construir instituciones.
Ahora, en 2019, Barbosa no puede presentarse como ese héroe porque el régimen se esfumó hace tres meses, de modo que del grupo morenovallista en el poder no quedaron ni los violinistas –que al menos en el Titanic siguieron tocando–. Resuelto el problema del morenovallismo como grupo que ya se fue, a Barbosa la elección podría complicársele si no sabe transmitir el mensaje correcto de porqué quiere gobernar. El equipo del otrora senador ha escogido la reconciliación como objetivo, pero resulta ser que la violencia sigue creciendo en la entidad y los problemas económicos así como sociales que acarrea la presencia cada vez más apabullante del crimen organizado pueden ser una mala noticia para el político de Tehuacán. Lo que Barbosa ofrece es muy poco, comparado con el dragón al que enfrenta. Si en el próximo mes el desencanto con Morena crece y la inseguridad irrumpe en el escenario electoral, entonces Barbosa sí tendrá que decir las razones por las que quiere gobernar. Al día de hoy, su discurso es una oración de un catálogo de buenas intenciones, pero es vacuo.
Si para Barbosa el entuerto viene dado por la desaparición de sus adversarios, para Enrique Cárdenas el galimatías surge porque se volvió uno de sus adversarios.
Por más que el exrector de la UDLAP afirme que es un candidato ciudadano al que se han unido tres partidos políticos para apoyarlo en su intento por llegar a Casa Puebla, la percepción es la contraria: Cárdenas es el mal menor para los tres partidos y lo utilizan para quitarse de encima una elección en la que no quieren competir. Ni el PAN, ni MC, ni el PRD están preparados para ir a una elección porque su brújula está perdida en la entidad y a nivel nacional. Son los damnificados de la ola de morena de 2018 y aún lamen sus heridas. Por eso, Enrique Cárdenas apareció y le tomaron la palabra; no porque lo apoyen, sino porque les conviene. El economista encontró una plataforma –políticamente más importante que su asociación, Sumamos–, y los partidos encontraron un espadachín que retara con sus recursos al buque de Morena; lo que ahora mismo parece un suicidio. Las probabilidades de triunfo de Cárdenas son escasas, como grandes son las probabilidades de que lo dejen solo a medio camino –o incluso antes–.
A ello se aúna que Cárdenas debe cargar con los muertos del clóset morenovallista.
Tal vez Enrique Cárdenas lo quiere olvidar, pero los partidos que ahora lo impulsan también impulsaron a Rafael Moreno Valle. El paso que dio es complicado, porque dejó de lado lo que siempre fue, para ser lo que siempre criticó. Hasta hace poco, Cárdenas señalaba una y otra vez al gobierno de Moreno Valle por sus personajes y sus acciones. Ahora callará. No los criticará, no los tocará, no los mencionará. Y los silencios en política cuentan; son tan importantes como la verdad. Los silencios desvelan complicidades. Y no hablar de los errores que se cometieron en el Estado en los últimos ocho años, equivale a encubrir: muertos, presos y actos de corrupción. El cuaderno de las críticas al morenovallismo se le extravió al candidato del PAN, pero eso no significa que no existieron. La mala noticia para Cárdenas es que ahora representa, en una u otra medida, al partido que solapó las decisiones y excesos del morenovallismo. Y ahí se desvanece su discurso ciudadano, porque lo apoya el PAN y el PRD: los pilares institucionales del morenovallismo. Ni más ni menos.
EL PEPO