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El problema no es la sangre, sino curarla de tanto odio
A partir de la revisión del documental Sangre Bárbara (2014), este texto interroga cómo el elitismo en México es, entre otras cosas, un asunto de racismo
Por Klastos @
28 de marzo, 2019
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Diana Jiménez

“En América, la piel más o menos blanca decide el rango que ocupa el hombre en la sociedad”.

Alexander Von Humboldt, Ensayo político sobre el reino de la Nueva España.

Salta pa’ tras; Tente en el aire; No te entiendo… no son juegos de palabras sino los títulos de los grupos que conformaron la sociedad novohispana. En su conjunto fueron conocidos como “castas”, un concepto que legitimó y reprodujo el orden jerárquico en las colonias americanas. El virrey Amat de Perú consideraba las castas como una forma de nombrar las “raras producciones”, ya que esta clasificación racial respondía al ideal moral de los grupos en el poder. Por esta razón, a lo largo del siglo XVIII las élites dieron forma y color a estas “raras producciones” mediante el encargo de las llamadas “pinturas de castas”.

Fotograma del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús Mario Lozano

Por lo general, las pinturas de castas consistían en series de dieciséis cuadros donde se retrataba a un hombre, mujer y niño cuya vestimenta, color de piel y fondo mostraban los usos y costumbres de su posición social. Asimismo, las obras eran rotuladas de acuerdo a las combinaciones raciales, como De Castizo y Española, Español; De Español y Mestisa, Castisa; De chino cambujo e india, loba. Actualmente, el Museo de Historia Mexicana de la ciudad de Monterrey exhibe una de las colecciones más completas de este tipo de pinturas, algunas de las cuales pertenecieron a los artistas José Joaquín Magón, José de Páez, Andrés de Islas, Miguel Cabrera, Vicente Albán y Francisco Antonio Vallejo.

Fotograma del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús Mario Lozano

Estas pinturas resguardadas en el museo han pasado a formar parte de la historia nacional pero en ellas sobrevive algo más doliente que el color y la forma. Esto muestra el cineasta Jesús Mario Lozano en el documental La sangre bárbara (2014), cuyo título hace referencia al modo en que eran descritos los indígenas en las mencionadas pinturas. En el virreinato la “sangre” determinaba el lugar que se ocupaba dentro de la jerarquía, y la única posibilidad para cambiar de posición era la “limpieza de sangre”. El tiempo ha pasado y, pese a los intentos de limpieza, algunos grupos han resistido y conservado su “sangre bárbara”. Este es el caso de la comunidad nahua en la sierra norte de Puebla a la que sigue el documental.

Cartel del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús María Lozano. Tomado de: https://www.tierraadentro.cultura.gob.mx/quienes-son-los-barbaros-y-otras-ironias-de-la-sangre/

El objetivo de Lozano fue traducir la vigencia del imaginario colonialista desde el sentir de la comunidad, evitando dar una imagen tanto folclorizada como victimizada. Esto con la finalidad de transmitirnos sus modos de resistencia a este imaginario. Por esta razón, son los mismos integrantes de la comunidad quienes mediante sus prácticas cotidianas y enunciación se hacen presentes en la narración (no hay voz en off ni un relato omnisciente que guíe al espectador).

El desfase entre la voz y la imagen permite cifrar algunas de las experiencias que transmite la comunidad. Por ejemplo, Hermilio Diego Mendoza, juez del tribunal indígena, señala la discriminación que padecen desde la desigualdad de salario hasta las restringidas funciones que desarrollan (pleitos conyugales, daños a propiedad privada, todo tipo de delitos menores). Evidenciando que la justicia continúa siendo una cuestión de élite.

Por su cuenta, Beatriz Islas –mientras cocina– nos comparte el respeto que se tiene por la tierra, ya que ella demuestra si somos fuertes o débiles de sangre:

[…] es que todos somos diferentes, a veces tenemos sangre débil y a veces sangre fuerte / los que somos débiles de sangre / rapidito, con algo ya se espanta uno y los que no, pues no se espantan / y si se espantan, pero tarda para que les llegue a penetrar eso / y ya cuando les agarra, ya empiezan con la tos seca, seca / y toda la vida están tosiendo y para curarlos, ya cuesta mucho trabajo / hay que trabajar mucho para saber dónde está el espíritu.

Fotograma del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús Mario Lozano

Para la comunidad, la sangre débil no está en función del color de la piel sino del respeto que se tiene por la tierra. Por eso, quienes expresan un pensamiento o sentimiento negativo hacia la tierra enferman, y se debe ir con “quienes saben” para curar. Como es el caso de Carmen García, quien explica:

[…] Cuando un hermano viene a ponerse en mis manos y me dice: vengo enojado, porque me he peleado con un hermano […] ¿qué debo hacer? / Entonces yo le digo: tráeme una vela blanca, para hacerte una “limpia” […] y si fue grave tu ofensa, pídele a Dios te perdone / ya no odies más a ese hermano, porque a este mundo hemos venido para apoyarnos y no para hacernos daño.

Fotograma del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús Mario Lozano

A la inversa del impulso jerárquico y clasificatorio de los retratos de castas, cada uno de los retratos del documental nos transmite una enseñanza sin idealizar la realidad, ayudando a sobrellevarla. Según la encuesta nacional sobre discriminación realizada por el INEGI en 2017, Puebla es el estado con mayor índice de discriminación, siendo uno de los grupos más afectados las comunidades indígenas. Asimismo, la mayoría de los pueblos indígenas se encuentran en situación de pobreza y pobreza extrema, además de ser pocos quienes tienen acceso a los servicios sociales como educación, salud y vivienda. La limpieza de sangre ha puesto en peligro la supervivencia de las comunidades ya que, como se muestra en el documental, las nuevas generaciones por miedo a la discriminación se niegan a aprender el idioma y las tradiciones.

Somos testimonios –y a veces partícipes– de las estrategias elitistas para dar forma y color a estas “raras producciones”: los denominados pueblos mágicos que comercializan con las tradiciones de las comunidades indígenas, los proyectos de muerte que destruyen los recursos naturales de estas poblaciones, o su exotización en los programas televisivos e, incluso, en el mismo cine. Ante este exceso de imágenes y prácticas elitistas, nuestra responsabilidad consiste en un tomar distancia y escuchar a “quienes saben”, para curarnos de tanto odio.

Fotograma del documental La sangre bárbara (2014), de Jesús Mario Lozano

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Diana Jiménez, estudianta por coincidencia, pasando por las mejores instituciones públicas y privadas: la casa, la escuela, la calle.

 

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