Lado B
Drink & Draw: ¿qué significa ser mujer en el mundo del diseño gráfico?
Drink & Draw es un evento que a través de pláticas y mesas de dibujo aborda diversos temas; en este caso el de la equidad de género en la industria creativa
Por Ámbar Barrera @astrobruja_
08 de mayo, 2017
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Drink & Draw es un evento que a través de pláticas y mesas de dibujo aborda diversos temas; en este caso se trató el tema de la equidad de género en la industria creativa

Sororidad, de Isabel de Lara.

Ámbar Barrera

@Dra_Caos

–Hablar sobre cuestiones “de género” es escueto. El problema tiene nombre y se llama machismo –dijo la ilustradora Valeria Hipocampo durante la sesión de Drink & Draw el pasado viernes 28 de abril.

Drink & Draw es un evento que a través de pláticas y mesas de dibujo aborda diversos temas de actualidad y, en este caso, se trató el tema de la equidad de género en la industria creativa.

Carmina Santos, diseñadora y académica de la Universidad Iberoamericana se encargó de convocar y organizar el evento después de algunas experiencias positivas al tratar temas de género en el diseño con sus alumnos

–En las carreras creativas quienes representan la mayoría del cuerpo estudiantil somos mujeres. Cuando empezamos a trabajar el porcentaje se reduce. Al cuantificar los puestos de dirección, liderazgo o emprendimiento, las mujeres somos minoría. Con estas experiencias, era natural que decidiera gestionar un evento abierto a más personas para hablar sobre el tema de la inequidad de género en el diseño– dijo Carmina en entrevista para LADO B.

Blue Jay, de Citlalli Dunne.

La dinámica en el Drink & Draw es generar redes y vínculos a partir del diálogo y el trabajo en conjunto en las mesas.  Además de las seis mesas de trabajo, cuatro mujeres inmersas actualmente en la industria creativa contaron sobre su experiencia como mujeres en el mundo laboral: Isabel de Lara, Valeria Hipocampo, Citlalli Dunne y Ana Rolón.

La reducción a lo femenino

El trabajo de Valeria Hipocampo, por ejemplo, ha sido definido por otros como “muy femenino”, incluso desde antes de dedicarse a la ilustración. A ella parecía no importarle hasta que se dio cuenta de que el trabajo creativo de los hombres nunca se define en primer lugar (ni en general) como “muy masculino”, sino que hablan de otras características. ¿Por qué no hablar del trabajo de las mujeres de la misma manera?

La propuesta de Valeria es analizar el trabajo de los diseñadores desde los signos y símbolos que trabajan en lo visual, ir al significado profundo del trabajo que hacen. Por su formación inicial como historiadora del arte, le parece importante el análisis de lo que hay detrás de la producción: el porqué de los colores, los símbolos, los materiales.

Esta perspectiva semiótica ayudaría no sólo a definir un estilo propio para cada creativo, dice Valeria, sino que también ayudaría a identificar los significantes que perpetúan el machismo para erradicarlos en el camino, como el estereotipar u objetivizar a la mujer en las imágenes.

Mujeres, invisibles

Isabel de Lara, ilustradora y diseñadora, contó que en su primer trabajo a ella solamente le tocaba cubrir los asuntos que tenían que ver con moda y bodas aunque ella quería involucrarse en temas de urbanismo y museos.

–En la historia del diseño, desde la Bauhaus hasta los manifiestos de first things first, ha habido muy poca resonancia de las mujeres involucradas, a pesar de que tipografías famosísimas y reglas de uso de las mismas fueron hechas por mujeres como Zuzana Licko, Ellen Lupton y Paula Scher.

Isabel afirma que la invisibilización continúa y se manifiesta de muchas maneras. Una de las formas en que una mujer puede contribuir desde su puesto en diseño a que esto no siga sucediendo es cuestionarse más sobre el crédito apropiado que merecen fotógrafas, tipógrafas y otras mujeres creativas cuando se usa su trabajo en un diseño. Además, pensar en el impacto de la publicidad y productos que se generan para las mujeres que los venden o los compran.  

–Eso es algo muy chiquito pero que siempre podemos hacer, es una postura política el trabajar con imprentas fundadas por mujeres o en las que trabajen mujeres y respeten sus derechos. Como diseñadoras tenemos esta creencia de satisfacer al cliente y hacer proyectos funcionales pero también el derecho, la posibilidad y la responsabilidad de hacer un trabajo ético, sustentable y que refleje nuestras posturas.

Alzar la voz

Por su parte, Citlallu Dunne y Ana Rolón, diseñadoras de la Ciudad de México, hablaron de dos problemas principales con los que se toparon en trabajos anteriores: el machismo y el adultismo.

Pan de dulce pausado, de Hipocampo.

Ana Rolón fue directora de área en festivales como el Corona Capital, sin embargo, las personas (hombres sobre todo) no le creían que ella estuviera a cargo y siempre pedían hablar con el encargado. Asumían que debía ser un hombre y además, de mayor edad. El mismo problema tuvo Citlalli, quien era directora de área en una empresa de publicidad, donde los clientes siempre se dirigían a uno de sus subordinados varón y tenía que aguantar diariamente los chistes machistas de sus compañeros.

La solución que ambas encontraron fue alzar y defender su voz. Constantemente aclarando y reafirmando la autoridad que les otorgaba su puesto frente a quien fuera.

–Es difícil. Tal vez exista la probabilidad de que te corran, pero preferiría eso a no darme a escuchar.

Al dejar aquel trabajo, Ana fundó junto con un compañero la agencia de diseño Fósforo, en la que trabajan exclusivamente para organizaciones de la sociedad civil u organizaciones no gubernamentales.

En Fósforo (FSFR) la mayor parte del equipo son mujeres con “conciencia de género y saltan cada vez que los hombres hacen un comentario machista”, lo que ha generado que se cree un ambiente de diálogo y debate entre compañeros que, al final, beneficia los procesos personales de cada integrante.

–Pensamos muy bien los mensajes que haremos desde tweets hasta campañas completas y lo discutimos con los clientes para que sea congruente con nuestro propio discurso de género –dice Ana.

Algo que aprendieron desde sus experiencias pasadas fue a negociar con los clientes para evitar que se generara más publicidad con toques machistas. En una ocasión, recuerda Citlalli, un cliente quería que diseñaran dos personajes. El principal debía ser un niño alto, con shorts y ropa azul, el segundo personaje debía ser una niña pequeña de pelo largo, con vestido y un gran moño rosa. Visualmente querían que se entendiera que era su hermana y que el personaje masculino era el encargado de protegerla.

La negociación no fue fácil pero al final, consiguieron que la diferencia de edad fuera menor y que la chica también vistiera shorts, llevara el pelo más corto y que no fuera visualmente estereotipada, usando una paleta de colores distinta a la que pedía el cliente al inicio.

–Nosotras creemos que otra publicidad es posible. Ese es el tipo de pequeñas batallas que pueden ganarse en la industria creativa.

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Autor Lado B
Ámbar Barrera
Periodista, comunicóloga, fotógrafa, feminista y amante del arte.
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