Lado B
2017, la educación y la profecía autocumplida
López Calva reflexiona sobre el peligro del pensamientos negativo, que puede conducir a la realización de nuestros miedos
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
17 de enero, 2017
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Foto: Tomada de Odissey.

Foto: Tomada de Odissey.

Martín López Calva

@M_LopezCalva

“–No sé, pero he amanecido con el presentimiento

de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo”

Gabriel García Márquez

Algo muy grave va a suceder en este pueblo

Como en el magistral cuento del Premio Nobel colombiano, parece que el pasado primero de enero los mexicanos amanecimos con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a nuestro pueblo, que algo muy grave va a pasar en México, que tendremos un año muy difícil, lleno de problemas y crisis en lo económico, lo político y lo social.

Tenemos razones para este presentimiento tan negativo que parece estar invadiendo todos los espacios de nuestra vida social y que está colonizando todo nuestro ser individual, comunitario y social. El modo errático y poco creíble en el que se anunció la liberación de los precios de las gasolinas y el consecuente aumento de un promedio de 20% de los precios a partir del inicio del año; el nombramiento de Luis Videgaray como un Canciller improvisado que llega según sus propias palabras “a aprender”, en un momento en que se requiere un experto al frente de la diplomacia del país; la caída incontenible de los niveles de aceptación del presidente de la república y su aparente abdicación dos años antes de concluir el período para el que fue electo; la amenaza que implica la toma de posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos; la violencia que sigue desatada; los escándalos de corrupción de la mayoría de los gobernadores salientes que siguen, casi todos, prófugos de la justicia, y muchos otros síntomas de la descomposición del viejo sistema que no acaba de morir a pesar de los avances en términos de transición democrática que había vivido el país en los años recientes, son elementos más que suficientes para generar esta desmoralización.

Sin embargo, considero que no deberíamos claudicar ante estas amenazas ni seguir contribuyendo a la construcción de esta narrativa trágica sobre nuestro futuro inmediato en el año que apenas inicia porque podríamos, como en el cuento de García Márquez, generar un caso de profecía autocumplida.

El sociólogo Robert K. Merton fue quien acuñó este término y lo desarrolló para explicar cómo muchas veces las expectativas sociales generan realidades.

Según Merton “…Una profecía autocumplida es una falsa definición de una situación o persona que evoca un nuevo comportamiento, el cual hace que la falsa concepción se haga verdadera. Esta validez engañosa perpetúa el error. El poseedor de la falsa creencia, percibirá el curso de eventos como una prueba de que estaba en lo cierto desde el principio”.

Esta definición es ilustrada de manera genial en el cuento del que tomo el epígrafe de la columna de hoy, y recomiendo ampliamente su lectura para caer en la cuenta de lo que podemos generar los mexicanos si seguimos enredados en esta especie de trampa que flota en el ambiente a partir del año nuevo.

[pull_quote_right]Una profecía autocumplida es una falsa definición de una situación o persona que evoca un nuevo comportamiento, el cual hace que la falsa concepción se haga verdadera. Esta validez engañosa perpetúa el error. El poseedor de la falsa creencia, percibirá el curso de eventos como una prueba de que estaba en lo cierto desde el principio[/pull_quote_right]

Los mexicanos somos expertos en el tema de las profecías autocumplidas y los educadores somos un caso que ejemplifica muy claramente esta afirmación. Cada vez que surge una reforma educativa o se proponen innovaciones o cambios curriculares en objetivos, estrategias didácticas o formación docente, los distintos actores del sistema educativo reaccionamos con un “no va a funcionar”, “todo va a seguir igual”, “es sólo un maquillaje porque en realidad al gobierno no le conviene que la educación cambie y formemos personas que piensen y decidan por sí mismas”. He escuchado estas afirmaciones miles de veces en mi contacto con educadores en servicio y con futuros educadores.

Las profecías autocumplidas se viven también sistemáticamente en las aulas a las que los profesores llegamos muchas veces –y con los años de rutina profesional se acentúa este fenómeno—con la idea de que será inútil todo lo que hagamos con los estudiantes porque ellos no serán capaces de entendernos ni tienen la disposición de aprender ni de esforzarse para ser mejores.

Así, cada vez que se plantean cambios en el nivel macro de nuestra educación somos los mismos educadores quienes generan la falsa definición que genera cierto comportamiento frente al cambio que al final hace realidad lo que profetizamos, y refuerza la idea de que desde el principio teníamos razón.

De la misma forma, cuando trabajamos con un nuevo grupo de alumnos y construimos este imaginario y definición negativa, terminamos por comportarnos de manera que se generan las condiciones para hacer realidad el escenario negativo que preveíamos, y así reforzamos nuestro error curso tras curso, convirtiéndonos en obstáculo para la formación de nuestros estudiantes.

En su libro ¿Qué hacen los docentes de excelencia? Claves para la formación humanista en la universidad, la Dra. Hilda Patiño investiga, a través de entrevistas a profesores efectivos y de observación de sus prácticas en el aula, las características de un buen profesor, de un docente que genera aprendizajes profundos en sus estudiantes.

Uno de los rasgos fundamentales que caracterizan a estos profesores es que siempre esperan lo mejor de sus alumnos, es decir, son el contraejemplo de los educadores que viven de profecías autocumplidas. Un profesor efectivo tiene siempre la confianza en la capacidad y las ganas de aprender y mejorar de sus alumnos y por esa convicción hace una apuesta por ellos que genera un comportamiento, tanto en sí mismo como en su grupo, que promueve el cambio positivo y el aprendizaje profundo.

Si extrapolamos estos resultados de investigación al nivel del sistema educativo en su conjunto, podemos pensar en que una actitud de esperanza crítica o de pensamiento crítico esperanzado —del que se habló aquí la semana pasada— frente a la reforma educativa y a las transformaciones que se requieren con urgencia en los procesos formativos del país podría generar comportamientos positivos que posibiliten las transformaciones necesarias para una educación de mayor calidad y equidad, con miras a construir un país más próspero, democrático y justo.

De la misma forma, pensando en términos de la sociedad mexicana en su conjunto, podríamos, deberíamos, es la humilde propuesta de la Educación Personalizante hoy, tratar de superar este mal presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a nuestro pueblo, y con esperanza crítica y criticidad esperanzada que se contagie, comportarnos de manera que todas las amenazas que hoy enfrentamos como país puedan ser afrontadas con creatividad, solidaridad y compromiso ciudadano, y logremos que 2017, que empieza con tantos signos de preocupación pueda terminar con un escenario más promisorio para todos.

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es actualmente es profesor-investigador en la facultad de educación de la UPAEP.