Lado B
Ética y política para la regeneración democrática
Inicia un nuevo proceso electoral en Puebla, un ciclo más que nos saturará de spots, espectaculares, mantas, volantes, spots, discursos, mitines, más spots, promesas que sabemos que no se cumplirán y más y más spots.
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
19 de abril, 2016
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Martín López Calva

@M_Lopezcalva

[pull_quote_center]No se puede aceptar la disolución de la ética en la política, que se torna entonces en puro cinismo; no se puede soñar con una política al servicio de la ética. La complementariedad dialógica entre la ética y la política comporta dificultades, incertidumbre, y algunas veces, contradicción.[/pull_quote_center]

Edgar Morin. Método VI. Ética. p. 80

 

[dropcap]I[/dropcap]nicia un nuevo proceso electoral en Puebla, un ciclo más que nos saturará de spots, espectaculares, mantas, volantes, spots, discursos, mitines, más spots, promesas que sabemos que no se cumplirán y más y más spots.

Empieza un nuevo camino hacia las urnas en las que el ciudadano responsable y participativo enfrentará una vez más el dilema de elegir en un “universo de opciones degradadas” según llamaba Sartre al escenario en el que no hay opciones diversas y cualquier cosa que se elija llevará inevitablemente a la frustración.

Retornan el ruido, el golpeteo, las filtraciones, los escándalos que se desvanecen en un par de días sin consecuencia alguna, las acusaciones y réplicas, los mismos rostros y nombres hablando de renovación y cambio, los grupos de poder de siempre –ya no tan ocultos- detrás de cada candidato o candidata.

En el escenario poblano –que no es tan diferente al del resto del país- nos encontramos entonces ante el dilema de decidir a favor del retorno de los corruptos y corruptores, la continuidad de los soberbios y ególatras, la revancha de los desplazados o el ejercicio de un voto testimonial hacia opciones sin identidad ni fuerza real. Ante este escenario tampoco es descartable un alto porcentaje de abstenciones de los que ya no creen en nada ni en nadie y no viendo alternativas prefieran dedicar su tiempo de domingo a otras actividades más fructíferas.

Una de las perspectivas para entender este escenario que se ha vuelto un círculo vicioso sin aparente salida tiene que ver con la relación entre la ética y la política. Porque en el México actual se ha operado la disolución de la ética en el campo de la política y hemos llegado por ello a este escenario en el que la política es puro cinismo. Recuérdese como símbolo de esta disolución la famosa frase atribuida a Gonzalo N. Santos de que la moral es un árbol que da moras.

Como contraparte, se ha ido construyendo y permeando en la consciencia de la sociedad la idea de que la ética es algo relacionado con ideales bonitos y románticos pero irrealizables, con utopías entendidas como formas de vivir imposibles de llevarse a la práctica. De esta manera se habla de “realismo político” o de “visiones pragmáticas de la política” que se entienden como visiones y criterios de decisión política orientados exclusivamente por el rendimiento en términos de futuros votos, popularidad y aceptación del gobernante en turno o de impacto en la opinión pública y resultados palpables y medibles que no deben tener en cuenta ninguna consideración ética y que por tanto pueden pasar por alto el daño que su instrumentación cause en algunos sectores de la población, que si se llegaran a inconformar, pueden ser coptados o bien reprimidos.

[pull_quote_center]La relación entre la ética y la política que debería ser una relación complementaria, es muy a menudo antagónica…En política, es necesaria una dialógica, es decir una relación complementaria y antagónica entre ética y política…[/pull_quote_center]

Edgar Morin. Ética del futuro y política.

 

De este modo hemos llegado a una relación antagónica entre ética y política, en lugar de construir la necesaria relación complementaria entre ellas. La política no debe subordinarse a la ética pero tampoco puede prescindir de ella y la ética necesita para realizarse de una política que genere estrategias concretas de aplicación.

Sin embargo, en esta relación contradictoria entre ética y política hay por lo menos dos maneras de reaccionar por parte de los ciudadanos y tal parece que en nuestro país ha predominado la peor.

Me explico: ante el escenario de una política pragmática y sin principios, de una política que olvida totalmente a la ética, existe una forma de reaccionar que es adaptativa o responsiva, que se concreta meramente a adaptarse y vivir en esa situación, a responder conforme a lo que ese estado de cosas plantea como recomendable.

Es así que muchos ciudadanos, empresarios, periodistas, empleados, profesores, académicos, líderes sociales, organizaciones de la sociedad civil y personas de a pie hemos contribuido durante décadas a la decadencia social a partir de la regeneración y el fortalecimiento del cinismo como forma de gobierno desde una visión política que ha diluido la ética. Hemos contribuido de manera activa a través del apoyo y el reforzamiento de esta visión de que la política real no tiene que sustentarse en la ética si quiere ser exitosa, pero también de manera pasiva al adaptarnos a la situación y actuar de manera responsiva asumiendo que no es posible hacer nada en contra de esta forma de organización institucional y que “así es el sistema” y hay que buscar beneficiarse o al menos no ser perjudicados por él.

Pero existe también una forma transformadora y responsable de responder que consiste, como afirma Morin, en la disidencia, la resistencia y la no mentira. La disidencia es la acción organizada y combativa que se opone a la política sin principios éticos y trata de combatir el sistema que la mantiene y regenera. La resistencia es otra forma de organización que utiliza medios políticos para generar una rebelión de carácter ético. Finalmente está la no mentira, que es una forma de oposición a la política sin principios que consiste en no aceptar de manera pasiva y silenciosa la mentira de quienes ejercen el poder con el cinismo propia de la política que ha diluido a la ética.

[pull_quote_center]No se puede ni separar ni confundir ética y política. Las grandes finalidades éticas exigen, con frecuencia, una estrategia o sea, una política, y la política exige un mínimo de medios y de finalidades éticas, sin por eso reducirse a la ética.[/pull_quote_center]

Edgar Morin. Método VI. Ética. p. 80

La política y la ética no pueden confundirse pero tampoco pueden separarse sin tener consecuencias graves de decadencia como las que estamos viviendo en nuestro estado, en nuestro país y en el mundo. Cuando se produce esta separación y se generan estas consecuencias decadentes en la sociedad resulta indispensable promover la regeneración de la relación complementaria entre ética y política a través de la participación social organizada o al menos dinamizar procesos de resistencia en los que se utilicen estrategias políticas para generar una rebelión de carácter ético y rechazando activamente y en voz alta la mentira y la simulación que sostienen el cinismo político.

La educación familiar y escolar juega un papel fundamental para generar estos procesos de resistencia y no mentira desde sus formas de organización, operación, comportamiento cotidiano y relación con el poder establecido, desde la claridad de una postura política frente a quienes prescinden de la ética en la política. A través de estas formas estructurales pero también de las acciones y prácticas cotidianas es posible formar en ciudadanía a los niños y adolescentes que serán quienes gobiernen y elijan gobierno en el futuro cercano. Formar personas conscientes, realmente críticas y capaces de rebelarse ante la separación de la ética y la política.

Porque como afirma el mismo Morin: “La democracia hace del individuo un ciudadano que reconoce deberes y ejerce derechos. El civismo constituye entonces la virtud sociopolítica de la ética…”

Edgar Morin, Método VI. Ética. p. 149

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Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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