Lado B
La delgada línea entre el trabajo y la explotación infantil
En medio del creciente número de niñas y niños relacionados con hechos de violencia, se habla y se discute de bajar las edades para sancionarlos penalmente
Por Lado B @ladobemx
11 de junio, 2015
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Foto: Yunuhen Rangel Medina.

Argentina Casanova | Cimacnoticias

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En medio del creciente número de niñas y niños relacionados con hechos de violencia, se habla y se discute de bajar las edades para sancionarlos penalmente, de castigar, de sancionar y establecer responsabilidades.

Poco se habla de ellas y ellos cuando sus derechos son vulnerados, lo cual ocurre constantemente en México, donde particularmente quienes trabajan contribuyen a la economía familiar.

En el país 3.6 millones de niñas, niños y adolescentes de entre cinco y 17 años de edad están trabajando porque las condiciones en sus hogares son difíciles, y la economía obliga a las familias mexicanas a buscar alternativas de trabajo para todas las y los integrantes de la casa; eso significa muchas veces llevarles a ambientes que no son propicios para ellas y ellos.

En los datos sobre Trabajo Infantil de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE 2007) se menciona que este número de niñas y niños que trabajan equivale al 12.5 por ciento de la población infantil de este mismo rango de edad.

De ellos, 1.1 millones son menores de 14 años; es decir, no han cumplido con la edad mínima para trabajar marcada por la Ley Federal del Trabajo.

Este 10 de junio se conmemora a nivel internacional el Día del Trabajo Infantil, una fecha que busca visibilizar esta problemática que se agudiza y está presente exclusivamente en los países llamados “en vías de desarrollo”.

Y cuando hablamos de trabajo pensamos no necesariamente en condiciones de explotación o de violencia, aunque muchas veces la “delgada línea” suele perderse.

No es nada fácil para las madres y padres comprender qué tanto puede llegar a ser violencia contra una pequeña el que tenga que trabajar hasta más allá de las 9 de la noche, o que se encuentre en ambientes que representan un riesgo para su vida.

Es común que encontremos niñas y niños vendiendo afuera de los supermercados, en los estacionamientos ayudando a su padres a lavar autos, en los changarros de comida ayudando a la madre a preparar alimentos, en las tiendas apoyando en la distribución de la mercancía en las bolsas, aunque a últimas fechas se ha privilegiado ayudar de esta forma a personas de la tercera edad.

Lo cierto es que el trabajo infantil supone muchos riesgos para la salud, pero también afecta a la educación, ya que muchas veces los pequeños se sienten cansados para asistir a la escuela y terminan por abandonarla o, de continuar, su nivel de aprovechamiento es muy bajo, contribuyendo así a una cadena de factores que inciden en sus expectativas de desarrollo en su edad adulta.

Una vez más y para desgracia de la población, son factores que contribuyen a la llamada pobreza generacional.

Las expectativas de vida se ven afectadas así y las probabilidades de permanecer en condiciones de pobreza son quizá las mismas que las de sus padres y madres.

La realidad se convierte en el enemigo a vencer para superar los pronósticos de marginación, que deben enfrentar sin educación formal, sin oportunidades para acceder a mejores empleos y con ello también a merced de ofertas del crimen organizado.

¿Cuál es la responsabilidad de la sociedad para con las y los niños? Acaso podemos hacer de cuenta que esto no está ocurriendo y admitir que la infancia en México no tenga expectativas de vida futura, relacionada con la condición, el lugar donde nacen, el color de la piel, el origen étnico.

¿Acaso estamos condenando así a un exterminio y a una vida sin expectativas? Si les quitamos el sueño, qué le queda a la infancia de este país.

Apenas durante las elecciones las y los niños votaron; una imagen que se difundió en las redes sociales muestra la opinión en una boleta: “Lo que yo quisiera es que: nunca más desaparezcan las personas”.

Eso nos da una idea de la realidad de terror que viven en muchos estados de la República. De la consciencia de lo que les ha tocado vivir y que como adultos hemos sido incapaces de protegerles o de garantizarles un mejor ambiente para vivir.

Nunca el trabajo infantil será algo que debamos aceptar o naturalizar. Nunca el trabajo infantil tiene que ser parte de las estadísticas. El compromiso de la sociedad debe ir hacia asumir la protección de la infancia por todas y todos.

El Estado tiene la enorme deuda de cumplir y garantizar la protección de los derechos de la infancia.

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