Un malestar aparece en el vientre de Emilie, sube por su cuerpo lentamente y se le instala en el pecho, en el corazón. Aunque se encontraba a más de 9 mil kilómetros de su hogar cuando se enteró de los atentados cometidos la mañana del 7 de enero contra las oficinas del semanario francés Charlie Hebdo, es ahora, mientras debería disfrutar de su primer tamal de mole poblano, que lee consternada en su computadora las amenazas de nuevos ataques terroristas en Francia.
La joven arribó al nuevo continente desde finales de 2014 para realizar un viaje que no tiene fecha de término. Esa mañana del sábado 10 de enero de 2015, Emilie intenta alejar su mente de lo que acaba de leer preguntando sobre lo que le ofrecen para desayunar sus anfitriones, una pareja franco-mexicana que la ha invitado a participar en una congregación de solidaridad con Charlie Hebdo y a favor de la libertad de prensa en la Plaza de la democracia, en el Centro de la ciudad de Puebla, a poco más de 100 kilómetros de la capital mexicana.
A pesar de sus esfuerzos y los de sus amigos, cada tanto regresa sobre el tema y comenta con Marjorie, su amiga de universidad y anfitriona, la situación que priva en su país desde el asesinato perpetrado por extremistas islámicos en las oficinas parisinas del medio de comunicación humorístico.
Además de buscar noticias en la red, Emilie lee con atención los mensajes de su familia. “Me cuenta mi mamá que irá a marchar luego de años de no hacerlo”. La joven de 28 años es originaria de Bretaña, en el norte francés; su padre, un técnico de la industria automotriz durante más de 20 años, mudó a la familia de siete a Nimes, ciudad sureña, para cambiar los autos por los tractores y volverse viticultor.
Emilie no es la única en sorprenderse por la reacción de su familia tras este brote de violencia en Francia. La madre de Marjorie también participará en un acto a propósito del asesinato de los 12 empleados de Charlie Hebdo. La mujer de 55 años vive en una pequeña comunidad de la Costa Azul. “Es la primera vez en su vida que va a marchar”, dice Marjorie, quien acepta que sus padres son más bien del tipo burgués.
En la capital de México, en medio de un viaje por el continente americano que inició a finales de 2014 y que no tiene fecha de término, Emilie leyó con pesar las noticias que se extendieron por todo el mundo desde París, ciudad en la que vivió desde hace casi 5 años hasta hace solo unos meses.
Al llegar a Puebla el viernes, la agenda de fin de semana de su amiga incluía un evento titulado en la red social Facebook como “Por la libertad de prensa – Solidaridad con Charlie Hebdo”. Emilie, al saber de esto, decidió unirse de igual manera y repartir su tiempo entre la visita a la catedral y a la zona histórica de los fuertes, el descubrimiento de la gastronomía local y el disfrute de la arquitectura colonial y los murales del barrio de Xanenetla.
Ese sábado 10 de enero, minutos antes del mediodía, ambas jóvenes francesas llegaron las primeras a la Plaza de la democracia, frente al edificio Carolino de la universidad pública del estado de Puebla, la BUAP. Ahí, a unos pasos del zócalo de la capital poblana, poco a poco empezaron a acudir ciudadanos galos, mexicanos y españoles enterados de la reunión a través de amigos o de la Internet.
Profesores de lenguas, empresarios, comerciantes, gestores culturales, jubilados; niños, adultos y ancianos, el grupo era pequeño pero variado y, sobre todo, unido por la misma idea: que la libertad de expresión es un derecho inalienable.
Entre los asistentes también estaba Mokhtar Farhati, imam de la ciudad de Puebla. Con gafas oscuras y traje gris, el líder religioso y representante de la comunidad musulmana de la Angelópolis que comprende cerca de 30 personas, caminaba frente al templo de la Compañía de Jesús sosteniendo un letrero que rezaba: “No me confundan… No soy terrorista”.
A su pancarta se sumaban otras hechas con plumón negro y cartón colocadas en el piso. Algunas recargadas sobre una carriola, otras sobre una bicicleta o sostenidas por niños y perros, como la que presumía Tulum. Sus mensajes mostraban la solidaridad con las víctimas del semanario humorístico pero también hacían referencia al contexto local.
Même pas peur / Not afraid / No tengo miedo #JeSuisCharlie
#YoSoyCharlie pero también #YoSoyTodosLosOtros.
Otro mensaje mencionaba el nombre de los tres reporteros mexicanos asesinados el año pasado según el Comité para la protección de periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) –Octavio Rojas, Gregorio Jiménez y Jorge Torres- así como a Moisés Sánchez, fotoreportero secuestrado el pasado 2 de enero de su casa en el municipio de Medellín de Bravo, en el estado de Veracruz.
Cerca de las 12:30 del día, con un poco más de 20 personas, el grupo empezó a leer la lista de 61 reporteros muertos en 2014 en todo el mundo de acuerdo al CPJ.
Andrei Stenin, de Rossiya Segodnya. Muerto el 6 de agosto de 2014, en Ucrania… Sameh al-Aryan, de Al-Aqsa TV. Muerto el 30 de julio de 2014 Gaza, Israel… Mohamed Isaq, de Kalsan TV, asesinado el 5 de diciembre de 2014, en Somalia… Pablo Medina Velázquez, de ABC Color. Lo mataron el 16 de octubre en Paraguay…
Uno a uno los participantes leyeron un par de nombres y pasaron el turno a su compañero. La gente que pasaba por ahí o que estaba a unos metros comprando una nieve de limón, se acercaba con curiosidad y leía con calma los mensajes de las pancartas.
La lectura de los 61 nombres terminaba. Entonces, un minuto de silencio cubrió al grupo multicultural al que también arropaba el azul, blanco y rojo de una bandera francesa.
– ¿Alguien quiere decir algo?
Farhati, el único musulmán del grupo, pidió la palabra.
“Yo solo quiero recordar que es necesario respetar las diferencias y defender las causas con palabras. Rechazamos la violencia en todas sus formas y contra cualquier persona. Todos somos seres humanos, con los mismos valores y compartiendo el mismo mundo. Si hay que combatir algo es la ignorancia y la epidemia del extremismo en todo el planeta”.
Aplausos. Y ahora, la foto. Ya listos para que las lentes registraran el momento para ser enviado después a la redacción de Charlie Hebdo y otros medios franceses, una pareja de turistas se dirigía al grupo.
– Ah, ¡son franceses! Nosotros somos belgas.
– Bueno, nadie es perfecto – y las risas sonaban entre los que posan. Vengan con nosotros y tómense la foto.
Emilie prepara su maleta para continuar el viaje. Como la mañana anterior, ella y Marjorie revisan la prensa electrónica para conocer el destino de la llamada Marcha republicana que sucede en esos momentos en su país, del otro lado del océano.
En medio de las notas sobre los millones de franceses que salieron a las calles en distintas ciudades, y de los nombres de políticos de toda Europa y América que acompañaron al mandatario galo François Hollande en esta congregación histórica, se cuelan las noticias de las nuevas amenazas a Francia por parte de Al-Qaeda-Yemen.
Y el malestar en su vientre regresa.