Lado B
RAZONES PARA RECHAZAR LA BILOCACIÓN
Atahualpa Espinosa
Por Lado B @ladobemx
17 de mayo, 2014
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Atahualpa Espinosa

Con todo lo tentador que puede sonar de entrada, el fenómeno de la bilocación presenta varias complicaciones que lo vuelven rápidamente descartable de entre una hipotética lista de facultades paranormales a elegirse. Por si se lo preguntan, se trata de un desdoblamiento en el que un sujeto se encuentra en dos sitios a la vez. En este punto, vale recordar que muchos se refieren a esta capacidad como “ubicuidad”, pese a que ésta última palabra es sinónimo de omnipresencia. Es decir, encontrarse en todos los sitios a la vez. (Por lo pronto, la ubicuidad me parece imposible de representar como escenario, además de que la tentativa de imaginarlo podría inducirme el vómito por vértigo, o algo parecido, así que prefiero atenerme a la bilocación, de momento, si me lo permiten. Aunque, claro, no tendrían forma de impedírmelo).

El problema de verse enfrentado a posibilidades inusuales, es que se comienzan por aprovechar de formas que sólo revelan las limitaciones de una imaginación ceñida a la cotidianeidad. Así, lo primero en que se me ocurre utilizar la bilocación, en el caso de que se diera la ocasión de hacerlo, sería durante una cruda, en la que podría estar simultáneamente descansando en mi cama y comiéndome un aguachile. Sin embargo, esta prematura elección no toma en cuenta la necesidad de que uno de mis dos yoes se traslade hacia el sitio en que venden los aguachiles. Imagino que ésa debe ser una de las cláusulas para el uso de la bilocación: que cada una de las encarnaciones del sujeto deba desplazarse por su propio pie (o por su propio microbús, taxi, metro, etc.). De otra forma, se trataría de una facultad paranormal extra: la teletransportación, lo que ya me suena un tanto excesivo. Así, sería inevitable la necesidad de trasladarme, en cualquiera de mis dos encarnaciones, en estado de debilidad por deshidratación, hipoglucemia y síndrome de abstinencia alcohólica, un conjunto de síntomas que pueden explicitarse mejor con la sola alusión a la resaca, hacia la marisquería, lo que dejaría virtualmente inútil la facultad de la bilocación.

Y aquí viene uno de los primeros problemas conceptuales que plantea esta condición: ¿Las funciones fisiológicas de cada una de las dos encarnaciones son independientes? ¿Qué sucede cuando vuelven a integrarse en un solo cuerpo: se promedia el estado físico de ambos? Por ejemplo, puede suceder que una de mis encarnaciones se alimentó por separado, durante un lapso amplio, de platillos como pambazos, chicharrón, carnitas y gorditas en manteca, mientras que la otra hizo lo propio con una dieta hipocalórica, además de sesiones diarias de gimnasio. En el momento de reintegrarse, ¿me encontraría más o menos gordo que antes? ¿Mantendría el mismo peso?

La segunda gran dificultad se refiere a si el desdoblamiento de la consciencia seguiría al del cuerpo. Es decir, me queda claro que cada una de las manifestaciones de mi cuerpo llevaría consigo a mi ser consciente, y no se desplazaría en su ausencia, como una especie de dron. Aunque tampoco suena de lo más plausible que la consciencia pudiera escindirse junto con los cuerpos, de forma que cada una de las encarnaciones tuviera, durante la separación, una vida subjetiva completamente independiente, lo que plantearía complicaciones como las descritas en el párrafo anterior: ¿cómo se realizaría la integración de la personalidad, una vez volvieran a fundirse las dos partes de mi ser consciente, después de que cada una hubiera tenido experiencias divergentes? Hasta donde parece, la forma más probable en que podría suceder la bilocación en el entorno de la consciencia, sería la conservación de un solo foco subjetivo en dos puntos, simultáneamente.

Pero esto último también supone una enorme restricción. Si, por ejemplo, quisiera estar, al mismo tiempo, en la oficina y en una cantina, con la intención de distraerme y aliviar la tensión por la semana laboral, sin dejar de cumplir con mi responsabilidad, el resultado sería, cuando menos, una experiencia fracturada. Quedaría perplejo después de haber redactado las primeras líneas de un oficio, frente a la pantalla de una computadora, mientras trato de poner atención al relato de Manuel (un amigo con una gran capacidad para el subgénero de la narración oral en el contexto de la ebriedad; ojalá pudieran conocerlo algún día), en el que una mujer perdía de pronto sus problemas de dicción, justo un instante antes de tener sexo. Por otro lado, mis compañeros de mesa en la cantina me verían en estado ausente de vez en cuando, cada vez que necesitara levantar el teléfono para confirmar el avance de mi reporte de labores. Llamadas que, por cierto, implicarían la necesidad de mentir, dado que el ritmo de trabajo desciende drásticamente cuando se requiere, simultáneamente, estar al pendiente de que no vayan a poner José José en la rocola y comience a deprimirme (como si, encima de todo, tuviera que cuidarme de eso).

Como se imaginarán, aquí surgiría de nuevo la cuestión de si el proceso de la ebriedad sería el mismo que seguiría cualquier cuerpo sin la capacidad de bilocación, o si se promediaría entre las dos manifestaciones físicas (dado que sólo una está consumiendo alcohol). Lo cierto es que aún antes de considerarlo, la situación se me ha vuelto indeseable.

citaBilorcación

A estas alturas, sólo me queda un posible uso para la facultad en cuestión. Siempre he sido un poco indeciso. Bueno, no un poco, sino mucho. Pero sólo en algunas situaciones específicas. Una de ellas es el lugar en que preferiría sentarme en el cine. Hay ocasiones en que desearía estar en las primeras filas, de forma que todo mi campo visual esté tomado por la película y pueda contemplarla en todos sus detalles. En otras, quisiera verla desde los últimos asientos, para evitar el mareo y tener una perspectiva que me permita integrar los elementos visuales de forma más sencilla. A decir verdad, no se trata de ocasiones separadas, sino que siempre me enfrento a esa disyuntiva y no hay momento en que deje de lamentar no haber tomado la elección contraria una vez me encuentro en mi asiento. Por supuesto, la bilocación podría representar el final de este motivo para la angustia (vamos a obviar de momento, se los ruego, la discrepancia visual ocasionada por la diferencia entre ambos puntos de observación).

Esto es, hasta que aparece el empleado revisor de los boletos y encuentra que el asiento que ocupo no concuerda con el que adquirí en taquilla. Para mi relativa suerte, el cine se encuentra casi enteramente vacío. Puedo defenderme diciendo que no afecta a nadie mi cambio de lugar y el asunto, de momento, no pasa a mayores. Cuando el revisor llega a encontrarme de nuevo, varias filas más atrás, gracias a un inusual acceso de astucia le digo que me arrepentí y decidí ocupar el sitio que originalmente había elegido. En este punto comienza a sospechar la naturaleza del problema y apunta la luz de la lámpara al sitio en que se encuentra mi otra encarnación. Había supuesto, erróneamente, que enviar al cine cada una de mis encarnaciones vestida de forma distinta podría apoyar mi coartada (no me pregunten cómo; ahora que lo cuento no le hallo la menor lógica). Pero el revisor, al ver a la misma persona sentada en dos sitios distintos, usando ropa de colores opuestos en el espectro, siente de manera más vívida mi voluntad de engañarlo.

-Disculpe, señor, pero no puede ocupar dos lugares si sólo pagó por uno –dice, con amabilidad cortante.

-Pero el cine está casi vacío. No le estoy quitando el sitio a nadie –recurro al mismo argumento, pero al momento de pronunciarlo me doy cuenta de que no sirve de nada.

-Es política de la empresa –dice, inflexible.

Estoy por preguntarle en qué punto de sus políticas empresariales están planteadas las cuestiones relativas a la bilocación, pero se me ocurre otra salida:

-En realidad, no voy a obtener un servicio doble por mi pago. Solamente voy a ver una vez la película.

El revisor pierde la paciencia. Arroja la luz justo a mis ojos, y adivino que tendré que renunciar, al menos durante las siguientes dos horas, a mi habilidad paranormal, que sigue prácticamente sin haber sido estrenada, en espera de una mejor ocasión que cada vez se siente más lejana.

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