Lado B
Lento, pero viene: docentes contrapunto
Por Juan Martín López Calva @m_lopezcalva
24 de julio, 2013
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@M_Lopezcalva

Esta es la cuarta entrega de la serie que dedicamos a plantear las posturas que puede asumir un docente en la sociedad de la información, según Andy Hargreaves, investigador educativo de la Lynch School of Education de Boston College.

Planteamos en el primer artículo el contexto y la visión general de Hargreaves, postulando la necesidad de que los profesores se asuman como contrapuntos en este sistema, trascendiendo la victimización y obviamente evitando ser catalizadores y promotores de un mundo materialista, superficial, competitivo y excluyente.

En los dos siguientes espacios, desarrollamos la visión de los docentes catalizadores (“cantemos al dinero”) y la semana pasada la de los que se miran como víctimas de este sistema que absolutiza el mercado (“las quinientas horas semanales”).Veamos ahora un poco de lo que implica ser un docente contrapunto.

“La renuncia al mejor de los mundos no significa la renuncia a un mundo mejor” dice Edgar Morin en su libro “Los siete saberes necesarios para la educación del futuro”. Esta puede ser la consigna de los profesores que se asumen como contrapunto en este mundo globalizado, complejo, centrado en lo económico y en muchos aspectos deshumanizante.

Porque los docentes catalizadores del sistema pecan de pragmatismo optimista al creer, influidos por la doctrina del “Pensamiento único”, en que este mundo del mercado global y la religión del éxito es el punto de llegada, “el fin de la historia” y que solamente basta con extender los beneficios a todos para que se cumpla el deseo de felicidad colectiva.

Por otra parte los docentes que se asumen como víctimas pecan de idealismo utópico pensando, desde la rebeldía contra el sistema, en que todavía es posible aspirar a “otro mundo”, entendido como un mundo ideal de justicia y felicidad perfectas, el mejor de los mundos, pero que el sistema capitalista neoliberal es un monstruo que impide lograr esta aspiración legítima y viable.

Se trata de dos miradas simplificadoras opuestas. Por un lado, el docente catalizador del sistema piensa que todo lo actual es bueno y que debe adoptarse el estilo de vida actual tal como nos lo venden en los comerciales y formar a los futuros ciudadanos en esta visión. Por otra parte, el docente víctima piensa que todo lo actual es negativo y que debe combatirse “a capa y espada” todo lo que tenga que ver con el progreso entendido desde los parámetros de la organización económica y social dominante.

El docente contrapunto es en cambio un profesional de la educación que trata de analizar el mundo actual desde la complejidad, evitando las visiones maniqueístas de lo bueno y lo malo, las miradas absolutistas del todo o nada.

La característica fundamental del docente contrapunto es, como apuntamos en la primera entrega de esta serie, la visión de que es necesario preparar al educando para el mundo actual, con todas sus ventajas y sus contradicciones y problemas, para poder enfrentar críticamente los desafíos de la realidad contemporánea, no solamente con el fin de adaptarse a ella sino con el compromiso y la convicción de trasnsformarla para hacerla más humana y más justa.

De manera que el profesor contrapunto es un educador de vocación, es decir, alguien que encuentra en el día a día de su trabajo elementos de crecimiento y realización personal y posibilidades de incidencia para la transformación social. Por ello es una persona que no se deja envolver por la rutina de los rituales escolares y las exigencias burocráticas del sistema educativo –aunque trata de cumplir con ellas ubicándolas en la proporción adecuada- sino que vive apasionadamente su labor cotidiana porque tiene claro que la educación es una apuesta por el futuro, una apuesta por el ser humano, una apuesta por un futuro más humano.

Pero a partir de esta apuesta, el docente contrapunto que es un profesional creativo, busca las estrategias más inteligentes, novedosas y significativas para que sus educandos puedan comprender el mundo en el que les ha tocado vivir, entender sus desafíos, prepararse con los elementos más actualizados para enfrentarlos y adquirir la capacidad de hacer las mejores preguntas críticas para descubrir las contradicciones y las necesidades de cambio profundo que este mundo necesita.

Para lograr reforzar su apuesta, el docente contrapunto cultiva su interioridad y reflexiona continuamente sobre su propia persona y sobre su propia labor. Para alcanzar una adecuada combinación entre la apuesta y las estrategias, trabaja con entusiasmo y disciplina en su formación permanente, en la actualización de sus conocimientos no solamente sobre contenidos, sino sobre métodos, técnicas, tecnologías, lenguajes y culturas que se requieren para educar al ser humano concreto del siglo XXI.

Ser contrapunto exige también criticidad. Pero criticidad auténtica, no simple actitud criticona y descalificadora de todo lo nuevo. De manera que el docente contrapunto, como dice Lipman, cultiva su capacidad de autocorrección –para criticar el mundo es necesario empezar por la autocrítica-, su sensibilidad al contexto –para ser crítico hay que abrirse a la realidad, experimentarla, entenderla, investigarla- y su capacidad para contextualizar sus opiniones, posturas y cuestionamientos desde parámetros teóricos y prácticos serios y bien fundados.

El profesor contrapunto desarrolla además la solidaridad, pero una solidaridad comprometida y bien informada y no una simple complicidad de gremio o de grupo político. Se trata de una solidaridad sustentada en buena información y análisis sobre las contradicciones del sistema, sobre las necesidades de transformación de las personas y sus realidades, sobre la progresiva construcción de un mundo mejor, aún sabiendo que es imposible –e indeseable además, porque como afirma Rosa Montero: “toda utopía lleva un infierno en las entrañas”- construir el mejor de los mundos. Se trata finalmente de una solidaridad centrada en el interés de sus estudiantes, de la formación de sus estudiantes y a través de ella, de la contribución a mejorar la sociedad.

El docente contrapunto es un sujeto social libre, capaz de autodeterminarse y no dejarse llevar por consignas, fantasmas o intereses particulares. Un sujeto libre, es decir, consciente de los fuertes condicionamientos del sistema pero capaz de autodeterminarse en medio de esos condicionamientos.

Educar personas del siglo XXI y para el siglo XXI, pero no para reproducir las características deshumanizantes de la época sino para aprovechar las enormes oportunidades de estos tiempos en el sentido de transformar el mundo para hacerlo más habitable y humano, para contribuir a “salvar a la humanidad, realizándola” como afirma Morin. Esta es la tarea del docente contrapunto, tarea muy demandante y llena de retos y crisis pero también prometedora y cargada de elementos de esperanza.

El docente contrapunto es en síntesis, un agente de esperanza en la desesperanza imperante en el mundo de hoy, un sujeto que se vuelve significado personificado para sus educandos, sus directores, los padres de familia y todos los que tienen contacto con su práctica educativa.

Un agente de esperanza con la suficiente paciencia histórica para entender que hay que trabajar por un mundo mejor renunciando la mejor de los mundos y que el mundo mejor se va generando con probabilidades de futuro, de un futuro que como dice el poeta, no llega en un ciclo escolar, sino lentamente, pero llega.

“Lento pero viene

el futuro se acerca

despacio pero viene…

sin hacer mucho ruido

cuidando sobre todo

los sueños prohibidos…

ya se va acercando

nunca tiene prisa

viene con proyectos

y bolsas de semillas

con ángeles maltrechos

y fieles golondrinas…

lento pero viene

el futuro se acerca

despacio

pero viene,

lento pero viene

el futuro real

el mismo que inventamos

nosotros y el azar

cada vez más nosotros

y menos el azar…

lento pero viene.

Mario Benedetti. El futuro.

 

 

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Autor Lado B
Juan Martín López Calva
Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Realizó dos estancias postdoctorales en el Lonergan Institute de Boston College. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa, de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores y de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación. Trabaja en las líneas de Educación humanista, Educación y valores y Ética profesional. Actualmente es Decano de Artes y Humanidades de la UPAEP, donde coordina el Cuerpo Académico de Ética y Procesos Educativos y participa en el de Profesionalización docente..
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