Dulce Villaseñor
Tanta, tinta, tonta
se me esfumó la boca
entre tanta letra repetida
y el discurso aburrido de sentir demasiado
cuando todo mundo siente lo suficiente
cuando se tragan las lágrimas
y ocultan sus estrías debajo de las hojas
Todos imperfectos y brutos
todos tan efímeros y diminutos
y mientras ellos cruzan sus lenguas
una se pierde entre las ganas de ser virgen
y una ya no encuentra su futuro
Tinta, tonta, tanta
la memoria de las locas dura para siempre
y sus estómagos son más fuertes y menos tristes
porque la tristeza es la enfermedad de quienes piensan
y las no-cuerdas no piensan
solo almacenan pesadillas
observan su sexo en el espejo
para despertar horas más tarde
en el mismo uniforme de carne y estiércol
en la misma masa venosa
que acalora la mirada
Tinta, tanta tinta
se derrama todo el líquido en el pasto
y una se queda mirando como si encontrara un secreto
y se convierte en niña
en niña perdida
con las calcetas dobladas y el cabello limpio
y con las manos agotadas de tanto sostenerse boca abajo
encima de la vida
a un costado de los otros
de los pobres otros
que sí viven pero no recuerdan
que sí gritan pero no sienten
que sí aman pero no devoran
no muerden
no astillan
Advertencia
esta tinta deja manchas a su paso
esta tinta quema
camine con cuidado
y en silencio
sobre la persona.
Niña del 85. Escribe desde los siete, sólo que en ese entonces se tiraba menos al drama. Ha trabajado en revistas de sociales y femeninas. Tomó un curso de poesía con Francisco Hernández y actualmente estudia uno de autobiografía novelada con Rosa Nissan. Ha publicado un par de poemas en la revista Replicante y en varios blogs de literatura, y procura mantener al día su blog palabrascompulsivas.
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