Lado B
El reportero que quiso ser corrector
Una entrevista con Mario Martell, autor del libro "El Aria de Giacomo"
Por Ernesto Aroche Aguilar @earoche
21 de febrero, 2013
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Foto Cortesía

Ernesto Aroche Aguilar

@earoche

Una de las primeras aspiraciones profesionales de Mario Martell, el cronista del diario Intolerancia, fue ser corrector en un diario, pero un examen fallido lo dejó fuera de la tarea diaria de expurgar las notas de otros para eliminar los errores, arreglar sintaxis y mejorar ortografías, y lo puso con una libreta y pluma en mano en las calles a expurgar la realidad y contarla desde lo verificable, desde el dato duro, es decir desde el periodismo. Y desde ahí a tendido puentes que lo mismo tocan la filosofía, las nuevas tecnologías o la sociología de lo cotidiano.

Formado –o deformado según se vea– en la sala de redacción, ese laboratorio de la la edición con la hora de cierre encima que funciona como olla de presión para trabajar la palabra, Martell encontró tiempo entre sus incursiones al congreso para contar una y otra vez la pantomima del poder, para escribir y reescribir las historias, reflexiones, ensayos y hasta alguna crónica más personal que hoy entrega bajo el título de “El Aria de Giacomo”.

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Al fondo la tambora convertida en beat electrónico firmado Nortec acompasa la charla:

–En Córdoba, Veracruz, había un tipógrafo que venía de una familia de impresores de los 50 y 60s de nombre Othón Arróniz. Othón aprende el arte de la tipografía y hereda la empresa familiar, para crear desde ahí uno de los diarios más fuertes de la zona en esa época.

Arróniz es historiador y además filólogo, estudia Filología con Dámaso Alonso, en Europa. Entonces, historiador, filólogo pero también periodista, logra conformar un grupo de escritores a su alrededor en el periódico, es un proyecto que se va nucleando de escritores, en la sala de redacción lo mismo concurren Ramón Rodríguez, un poeta semi-beatnik que estudia filosofía en la escuela de Mascarones de la UNAM, que Rubén Calatayud que es gente que estuvo cerca de (Emilio) Carballido, se dice que incluso por ahí también pasó (Sergio) Pitol antes de su viaje por Europa del Este, entonces creo que las salas de redacción son los grandes centros, o eran, de encuentros y aprendizaje de gente interesada en la palabra.

En la mesa reposan un café espresso cortado con un chorrito de leche y un americano en taza larga.

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ElariadeGiacomoMarioMartell3Es una entrevista sin un inicio formal. El teléfono convertido en grabadora digital no ha registrado aún el click de encendido, pero eso no detiene a Martell que ha comenzado a tratar de entenderse en esa dicotomía entre escritor y periodista prácticamente desde el momento en que nos saludamos.

–Cuando empezó Intolerancia tuve una conversación con Jaime Mesa, él me comentó que estaba escribiendo una novela y a la par estaba trabajando en el periódico pero en la parte del backstage. Mi intuición era que desde el mismo ejercicio del periodismo se puede hacer un ejercicio de, digamos, aspiraciones literarias. Y la postura de Jaime era de que el periodismo y la literatura eran cosas separadas. Tienen campos de juegos distintos, sí, pero me parece que se encuentran en la palabra”.

“Lo que sí creo es que es complicado que en el periodismo de actualidad, el de la instantaneidad, construyas cosas que tengan una aspiración literaria, se puede intentar, pero sí hay cosas que te constriñen. No puedes jugar tanto ni con las formas ni con el lenguaje. A lo mejor tiene que ver con la tradición editorial o lo que entendemos actualmente por periodismo, a lo mejor en otros espacios con una cultura periodística distinta puedes jugar con los formatos, presentar escenas, flashes, aforismos”.

“Recuerdo una crónica que escribí sobre la matanza de los chivos en Tehuacán, era la primera vez que estaba ahí, y lo que hice fue como pensar en Pollock y en algunas cosas de Paz, entonces lo que metí fueron como chispazos, algunos instantes, flashazos de tres o cuatro líneas para contar la ceremonia, algo que una escritora francesa de origen ruso, Nathalie Serraute, llama ‘los tropismos’, que son como fragmentos, destellos que explican una composición espacio-temporal o un momento pero que no son esta idea del cuento, inicio, desarrollo, fin, o que le busques ganar al lector por KO, acá le ganas por una sensación. Tal vez se pueda jugar de pronto con eso pero en la cotidianidad editorial no puedes sostener tanto tiempo algo así”.

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Los editores, el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes y Ediciones de Educación y Cultura, clasificaron a “El Aria de Giacomo” como “Escritos”. Para Martell fue su “huida de lo cotidiano”.

–Sí ubico como cosas diferentes al periodismo de actualidad, al periodismo narrativo y esto que estoy escribiendo en “El Aria de Giacomo”, creo que son como cajitas distintas y no hay una conexión inmediata, y son, por decirlo de alguna manera, una huida de lo cotidiano. Hay veces en que puedes hacer que lo que escribes como periodista tenga cierto destello, efímero por supuesto, que se acaba a las 24 horas; pero hay como huecos que quedan, espacios que al abrirlos vas encontrando cosas que no tienen un registro periodístico. Ahí se inscribe el Aria de Giacomo, como voltear un poco la mirada a lo que están registrando en tu tarea como reportero y buscar esos espacio que te remiten a lecturas, experiencias estéticas, tradiciones de la cultura, reflexiones que se quedan fuera de un texto periodístico, y son reconstruidos, primero en un diario personal, después en un blog y después ya fueron trabajados en un sistema más tradicional literario.

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El diario Intolerancia fue uno de los periódicos de escritores de los últimos años. Hoy parece que ya no lo es. Por su redacción pasaron entre otros:

  • Jaime Mesa, que hace unos años puso en el mercado editorial “Rabia” editada por Alfaguara y prepara la publicación de su segunda novela.
  • Yussel Dardón, que ganó el premio Julio Torri por su libro “Motel Bates”.
  • Alejandro Badillo, que acaba de presentar “La Mujer de los Macacos”, su cuarto libro y primer novela.

Apenas tres nombres de un listado más extenso al que habría que agregar a Martell con un libro en ciernes o de reciente aparición.

–Si recordamos, Intolerancia surgió primero como revista, y luego se convirtió en periódico gracias al éxito que había logrado. En su concepción original necesitaba algo que fuera más allá de la nota dura, o del reportaje muy específico y me parece que parte de este crecimiento tuvo que ver con la creación de textos que provocaran reacciones en los lectores, y entonces se hizo acopio de jóvenes que estuvieran muy inmiscuidos con la literatura, pero además se trata de autores que son profundamente irreverentes, y en esa irreverencia hay cierta posibilidad.

Yo iría un poco más allá, creo que hay una gran tradición latinoamericana en las que las redacciones de los periódicos son verdaderamente los talleres de aprendizaje de la literatura, ya hay talleres de lo que quieras, pero en las redacciones con los horarios de cierres encima, en los desvelos, en el deadline muchos escritores se están fogueando obligados a trabajar con textos que les son ajenos y que en algunas ocasiones, por la propia didáctica del periodismo se reconstruyen. Es un ejercicio rico y, al mismo tiempo, desgastante, pero quienes le dan esa estructura a los periódicos es la gente que viene de áreas que están acostumbradas a la escritura y que en algún momento renuncian a su libertad de creación para ofrecerla a la construcción de periódicos, que siguen siendo estos grandes espacios herederos de la ciudad letrada, entonces en esta ciudad letrada los que no aparecen son los que la están construyendo.

De manera personal te puedo decir que yo aspiré a ser corrector pero me reprobaron en el examen. No en Intolerancia, en otro lado, y escogí ser reportero.

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Autor Lado B
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