Lado B
Bordando por la Paz y la urgente regeneración de la cultura
Cada domingo a las doce del día se reúnen en la plaza de la democracia para pasar tres horas juntos y activos, sin hacer ruido ni vender nada, sin gritar consignas ni leer largos discursos, simplemente bordando con hilos rojos o verdes pañuelos blancos que relatan los casos de las víctimas de la violencia de estos seis años de guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado: una víctima, un pañuelo.
Por Lado B @ladobemx
23 de octubre, 2012
Comparte

Martín López Calva*

“Lo que no se regenera, degenera”.

Edgar Morin

Cada domingo a las doce del día se reúnen en la plaza de la democracia para pasar tres horas juntos y activos, sin hacer ruido ni vender nada, sin gritar consignas ni leer largos discursos, simplemente bordando con hilos rojos o verdes pañuelos blancos que relatan los casos de las víctimas de la violencia de estos seis años de guerra contra el narcotráfico y el crimen organizado: una víctima, un pañuelo.

Son jóvenes activistas que pertenecen a distintas organizaciones civiles, pero también son artistas, maestras, amas de casa, mamás, abuelas, periodistas, niños y niñas, empleados, simples ciudadanos que se suman por un rato o de manera más constante a esta manifestación pacífica que silenciosamente grita “con voz de hilo y aguja” un YA BASTA contra la muerte que tristemente se ha convertido en parte de la realidad y del paisaje cotidiano de nuestro país.

Se trata del movimiento “Bordando por la paz” que en Puebla reúne cada semana a cada vez más personas que se van sensibilizando y quieren aportar algo para transformar la realidad de violencia de nuestro México herido.

Sus objetivos:

“—visibilizar a las víctimas de la violencia en el marco de la guerra contra el narcotráfico promovida por el ejecutivo federal durante todo el actual sexenio (2006 – 2012).
—sensibilizar a la ciudadanía respecto al hecho de que éstas víctimas no son solo cifras y construir un memorial ciudadano.
—…Generar una acción y un acercamiento simbólicos a todas las muertes trágicas, y a todas las desapariciones que se han dado en estos últimos años a consecuencia de dicha estrategia fallida, en solidaridad con los familiares de estas víctimas”.

Así como son muchas las personas que se acercan, preguntan, se conmueven, se integran o apoyan en distintas formas a esta causa ciudadana, también hay otras que preguntan ¿de qué sirve a las víctimas que se borde un pañuelo con su nombre y su caso? ¿En qué puede contribuir el hecho de bordar pañuelos a cambiar la compleja situación de violencia e impunidad en que vive el país?

La respuesta a estas preguntas puede formularse de manera breve diciendo que se trata de una aportación a la regeneración de la cultura. Es una respuesta sencilla de escribir pero muy complicada de entender, sobre todo en un contexto pragmático y utilitarista como el que se vive en el mundo de hoy.

Porque en efecto, visto desde el ángulo de la utilidad práctica, es claro que bordar pañuelos no sirve para nada ante la situación de violencia generalizada de nuestra sociedad. Sin embargo y esto es lo más valioso de este y otros movimientos ciudadanos recientes desde mi punto de vista, “Bordando por la paz” está contribuyendo a la humanización de nuestro entorno precisamente porque como afirma el filósofo canadiense Bernard Lonergan, está “siendo profundamente práctico, renunciando a lo que se piensa que es lo práctico”.

Una muerte por violencia es una tragedia en sí misma y debe ser esclarecida hasta castigar a los responsables. En un país donde reina la impunidad y más del 90% de los casos quedan sin resolver este nivel del crimen como fenómeno particular se encuentra en una situación terriblemente preocupante.

Pero una situación en la que las estructuras sociales, las formas de organización y gobierno, el inadecuado funcionamiento de las instituciones están generando sistemáticamente la reproducción de muertes violentas de manera que se cuentan diariamente por decenas hasta llegar en un sexenio  -según los medios más rigurosos en el conteo de muertes y ejecuciones en esta guerra contra el narco y el crimen organizado- a alrededor de sesenta mil víctimas, resulta muchísimo más preocupante y requiere ya no de acciones específicas para resolver casos específicos son de reformas estructurales profundas y de cambios radicales en las políticas públicas y en la organización institucional.

Sin embargo hay un tercer nivel de preocupación que es mucho más complicado de atacar y mil veces más lento de revertir. Se trata del nivel de la cultura. En efecto, si como dice el mismo Lonergan, la cultura es ese conjunto de significados y valores que determinan el modo concreto en que vivimos, lo que hoy estamos experimentando en México no es simplemente un incremento de los casos de violencia, ni tampoco es solamente una descomposición estructural del sistema de organización social y de gobierno. Se trata de ambas cosas pero también y de forma más profunda, de un proceso de degeneración de nuestra cultura.

Porque como abordábamos ya en este espacio hace algunas semanas, la vida ha perdido valor en nuestra cultura y la muerte violenta ya no es vista con horror ni con asombro sino como una parte de la realidad cotidiana a la que nos hemos ido acostumbrando.

Es precisamente aquí, en el ámbito de esta cultura que por no regenerarse se ha ido degenerando, que resulta imprescindible y urgente la emergencia de iniciativas como “”Bordando por la paz”. Porque una parte de la degeneración de nuestra cultura se manifiesta en que se mira a las víctimas de esta guerra como simples números y estadísticas y no como personas con una historia, una familia, un proyecto de vida. El objetivo de hacer visibles a las víctimas, de darles nombre y contar su historia es fundamental para recuperar la sensibilidad social hacia la vida humana. Esto se logra tanto en las personas que bordan, que al ir escribiendo con hilo y aguja cada caso, dejan de verlo como un caso y se apropian del dolor de una vida segada, como en quienes miran  mirarán los pañuelos bordados cada vez que son expuestos y van leyendo una a una estas historias de todos los compatriotas, seres humanos como nosotros, que no debieron morir de esa manera.

Lonergan dice que una parte fundamental de la cultura son los símbolos, entendidos como objetos que producen o son producidos por ciertos sentimientos. Nuestra cultura en degeneración está produciendo símbolos de exaltación de la violencia: narcocorridos, dichos, leyendas, personajes míticos, armas chapadas en oro y con brillantes en sus cachas, etc.

Bordando por la paz está produciendo cada domingo, en cada puntada, símbolos de paz que apuntan a la regeneración de la cultura, a la reconstitución de la compasión humana, de la empatía con los que sufren esta ola de violencia de manera directa, de la solidaridad con las víctimas de la historia, del sentimiento de satisfacción por aportar un grano de arena, una voz hecha de hilo, un grito en fondo blanco contra la exaltación o la trivialización de la violencia y la muerte.

Nuevos símbolos que produzcan nuevos sentimientos. Símbolos de paz y armonía que provoquen el surgimiento de sentimientos de paz y armonía. Símbolos de tolerancia y respeto que produzcan sentimientos colectivos de tolerancia y respeto. Esta es una necesidad fundamental para regenerar nuestra cultura distorsionada por la mala costumbre de la violencia y la muerte.

Para esto sirve bordar por la paz, para apuntar a una regeneración de la cultura que nos va a tomar varias generaciones pero que no puede esperar más. Esta es la enorme utilidad del “afán inútil” que convoca cada domingo a cada vez más personas que quieren ser una voz silenciosa de hilo, aguja, convivencia pacífica y sueños compartidos en un país lleno de ruido, intolerancia, individualismo e indiferencia.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala. Ha hecho dos estancias postdoctorales como Lonergan Fellow en el Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado dieciocho libros, cuarenta artículos y siete capítulos de libros. Actualmente es académico de tiempo completo en el doctorado en Pedagogía de la UPAEP. Fue coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla (2007-2012) donde trabajó como académico de tiempo completo de 1988 a 2012 y sigue participando como tutor en el doctorado interinstitucional en Educación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), del Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores que actualmente preside (2011-2014), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación y de la International Network of Philosophers of Education. Trabaja en las líneas de filosofía humanista y Educación, Ética profesional y “Sujetos y procesos educativos”.

Columnas Anteriores

[display-posts category=»educacion-personalizante» posts_per_page=»-15″ include_date=»true» order=»ASC» orderby=»date»]

Comparte
Autor Lado B
Lado B
Información, noticias, investigación y profundidad, acá no somos columnistas, somos periodistas. Contamos la otra parte de la historia. Contáctanos : info@ladobe.com.mx
Suscripcion