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Formación de profesores II: ¿Cómo se cambia una cultura?
Hace unos tres años circuló por la red un chiste un tanto “políticamente incorrecto” que sin embargo puede retratar de manera muy gráfica lo que es una cultura y ayudarnos a entender la necesidad del cambio en la cultura docente si queremos construir una formación de profesores que responda a los desafíos del cambio de época en que vivimos.
Por Lado B @ladobemx
31 de enero, 2012
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Martín López Calva*

Hace unos tres años circuló por la red un chiste un tanto “políticamente incorrecto” que sin embargo puede retratar de manera muy gráfica lo que es una cultura y ayudarnos a entender la necesidad del cambio en la cultura docente si queremos construir una formación de profesores que responda a los desafíos del cambio de época en que vivimos.

Este chiste decía más o menos así: La ONU acaba de finalizar la encuesta más grande de la historia. La pregunta única del cuestionario decía: Por favor, diga honestamente, que opina de la escasez de  alimentos en el resto del mundo. Los resultados fueron muy desalentadores, la encuesta fracasó porque los europeos no entendieron que significaba  escasez, los africanos en general no sabían que eran alimentos, los argentinos no entendieron que quería decir por favor, los gringos preguntaban que significaba el resto del mundo, los cubanos extrañados pedían que les explicaran que era opinión y los políticos de México aun no saben qué significa la palabra honestamente.

Independientemente de estar de acuerdo o no con los estereotipos que este chiste presenta, lo que podemos inferir de él es que la cultura determina el modo en que un grupo o sociedad humana percibe y entiende el mundo y por tanto, las formas de vivir en el mundo.

No hay grupo humano que esté libre de esta marca o imprinting cultural y todos los gremios profesionales van desarrollando y reproduciendo y/o transformando su cultura propia, transmitiéndola y formando en ella a las nuevas generaciones que se incorporan.

En el caso de la docencia decíamos en la columna anterior, nos encontramos ante una cultura que nace prácticamente con el país. A partir de allí, la cultura docente se ha venido desarrollando y consolidando ciertos significados y valores que determinan el modo concreto de vivir la práctica cotidiana en las aulas.

Esta cultura respondía a la lógica de un mundo homogéneo y estable, basado en certezas en lo referente a conocimientos, valores y comportamientos y sustentado en la autoridad y la especialización unidisciplinar. De ahí una cultura sustentada en la Pedagogía como ciencia prescriptiva de la educación y en la Didáctica como arte de enseñar lo que esta ciencia prescribía.

Sin embargo,  la cultura del mundo ha cambiado y los pilares en que se sustentaba esta cultura docente, originados en la Ilustración según el elocuente vídeo de Ken Ronbinson ya no resultan pertinentes para un mundo plural, incierto, inestable y cambiante y sustentado en el flujo de información, en el conocimiento efímero y en la necesidad de diálogo horizontal y de abordajes interdisciplinares. Por tanto es necesario un cambio en la cultura docente.

Pero: ¿Cómo se cambia una cultura? Esta es una pregunta relevante y se puede abordar desde distintos puntos de vista dependiendo del concepto de cultura que se adopte. Desde la perspectiva de Lonergan, resultan de utilidad para pensar el cambio en la cultura docente lo que el autor llama los “vehículos de significación” que constituyen todo horizonte cultural.

Los vehículos de significación son los medios a través de los cuales una cultura se reproduce y/o se transforma. Estos vehículos son: la intersubjetividad, los símbolos, el lenguaje, el arte y las personas.

La intersubjetividad es  la atmósfera espontánea que se genera en un grupo de manera natural al estar reunido en un espacio con determinadas características. Existen muchos estudios e investigaciones  que se ocupan de indagar la atmósfera del aula y de la escuela considerados como un ecosistema dentro del sistema social. ¿Cómo es el clima o la atmósfera en la que se desarrolla la formación docente?

Los símbolos son objetos que evocan o son evocados por sentimientos. Existe un universo de símbolos en la formación docente.  ¿Cuáles son estos objetos presentes en las instituciones formadoras de docentes que evocan o son evocados por sentimientos? ¿Cuáles son los sentimientos que evocan y qué tan significativos son estos símbolos para los docentes en formación?

El lenguaje tiene que ver con la forma en que se construyen los discursos y con la comunicación no verbal que se despliega en la actividad cotidiana. ¿Qué tan significativos y pertinentes para la realidad actual son los discursos y la comunicación no verbal de los formadores de docentes?

Otro vehículo de significación es el arte que rodea y nutre la vida, en este caso, de las instituciones formadoras de docentes. ¿Qué relevancia tiene el arte en la formación de los docentes? ¿Cómo es la arquitectura, la pintura o escultural ligada al espacio escolar y cómo influye en los significados y valores de la cultura docente? ¿Qué presencia tienen la música, la literatura, la poesía o el cine en la formación de los docentes?

Finalmente, los significados tienen un vehículo privilegiado en las personas concretas que en nuestro caso, se dedican a la formación de los futuros docentes. ¿Qué tan significativas son las personas que forman a los futuros profesores? ¿Son los formadores de docentes, significado personificado para sus estudiantes, futuros profesores de este país?

Si como se ha sostenido aquí, los cambios estructurales son necesarios pero no han sido suficientes para transformar la formación de profesores hacia la reforma educativa profunda que requiere la educación del país, resulta urgente preguntarnos por los vehículos de significación de la cultura docente actual y de qué manera podrían empezarse a transformar y actualizar.

*Doctor en Educación por la Universidad Autónoma de Tlaxcala y académico numerario en la Universidad Iberoamericana Puebla. Ha hecho dos estancias postdoctorales por invitación del Lonergan Institute de Boston College (1997-1998 y 2006-2007) y publicado diecisiete libros, cuarenta artículos y seis capítulos de libros. Actualmente es coordinador del doctorado interinstitucional en Educación en la UIA Puebla. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores (nivel 1), de la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores (REDUVAL), de la Asociación Latinoamericana de Filosofía de la Educación (ALFE) y de la International Network of Philosophers of Education (INPE). Trabaja en las líneas de Filosofía humanista y Educación, Ética profesional y Pensamiento complejo y Educación. Ha trabajado como formador de docentes en diversos programas y universidades desde 1993.

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