Lado B
Perú, un caso para discutir y analizar la crisis de la democracia
Una entrevista con Giuseppe Lo Brutto, Doctor en Economía Política del Desarrollo, actual director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Velez Pliego”
Por Bilha Calderón @clitemnistra
19 de febrero, 2023
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En el mes de febrero se cumplen dos meses desde que Perú entró en una crisis gubernamental que ha resultado en disturbios y manifestaciones, las cuales hasta ahora han sumado más de sesenta muertes y miles de heridos en todo el país.

La crisis política comenzó el 7 de diciembre de 2022, luego de que el entonces mandatario de esa nación andina, Pedro Castillo Terrones, fuera destituido y más tarde arrestado tras intentar disolver el Congreso e instalar un gobierno de emergencia antes de que este llevara a cabo una tercera votación pidiendo un juicio político.

Dina Boluarte, vicepresidenta de Castillo, asumió la presidencia el mismo 7 de diciembre, pero lejos de contener la crisis su nombramiento se convirtió en un conflicto social al que no se le ve fin. Por el contrario, existe la preocupación de que el estado de excepción que hoy vive el Perú no sea sino un patrón que encamine al país hacia una transición al autoritarismo.

El conflicto entre los poderes del estado, gobierno y parlamento, si bien ha generado protestas por todo el país, es en las regiones del sur de Perú donde más se han acentuado, una zona que ha sufrido marginación por décadas y donde ha habido mayor resistencia al cambio súbito de gobierno.

Manifestaciones desarrolladas por los estudiantes de la Federación Universitaria del Cusco.
Foto: Ordzonhyd Rudyard Tarco Palomino
Tomada de la página Wikimedia Commons

Mientras tanto, las calles paralizadas de Lima son, desde hace semanas, escenario de protestas tanto pacíficas como violentas, las cuales han sido respondidas con el uso de la fuerza pública que, a su vez, ha resultado en múltiples abusos que han sido señalados por organizaciones de derechos humanos.

La creciente frustración responde, entre otras cosas, a la negativa gubernamental para reconocer, responder, ni rectificar las muertes causadas por el uso desmesurado de la fuerza. Durante las semanas de protesta, la policía ha hecho uso de bombas lacrimógenas para hacer retroceder a manifestantes en la capital Lima. 

Específicamente, los manifestantes exigen cambios políticos, estructurales y justicia por las decenas de muertes. Demandan que el llamar a elecciones adelantadas solo hasta 2024 es una condición inaceptable y piden que se lleve a cabo una elección este mismo año, e incluso piden un referéndum para determinar si se redacta una nueva Constitución, donde haya una Asamblea Constituyente.

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Si bien, las crisis de gobierno en el Perú han sido frecuentes en los últimos años, el reciente brote de descontento social y confrontación ciudadana con la policía nacional es una muestra del hartazgo, que los peruanos viven desde hace años con la incertidumbre de la inestabilidad política, económica y ahora con la inacción de la clase política en beneficio del interés público.

En contraparte, los críticos de la derecha peruana denominan a las delegaciones de manifestantes como la “izquierda radical”, a la responsabilizan de los disturbios, mientras se niega a aceptar las soluciones que se les ofrece al problema: dígase el aceptar el cambio de poder sin concesiones. La derecha alega que las exigencias de los manifestantes parten de iniciativas golpistas por considerarlos como quienes apoyaron a Castillo en su campaña hacia el poder.

Hasta el momento, el Congreso peruano ha votado repetidas veces en contra de las propuestas presentadas para adelantar las elecciones a 2023. La negativa por parte del Congreso, para a adelantar elecciones y poner fin a la crisis, es a ojos de la oposición  un acto de incoherencia e incapacidad de la clase política para actuar en vista de las crecientes protestas que sacuden al país en lo social y, en consecuencia, en lo económico. 

Cabe esperar que la presidenta Boluarte y su equipo de transición encuentren la manera de dar respuesta al Perú creando puntos de unidad nacional, concesión y negociación donde se respeten las demandas populares. El fracaso gubernamental, supondría que Boluarte se vea sobrepasada y deba renunciar a la presidencia, lo que dejaría el poder en manos del Congreso.

Para ahondar en los puntos críticos de la problemática en Perú, así como para comprender las repercusiones que este caso tiene en América Latina y el mundo, LADO B platicó con el Doctor en Economía Política del Desarrollo por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y actual Director del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Velez Pliego” (ICSYH-BUAP),  Giuseppe Lo Brutto.

En la entrevista el Dr. Lo Brutto habla de las complejidades y matices de la actual crisis democrática en Perú, como este caso refleja los conflictos en las democracias actuales en América Latina y el mundo. Además, el profesor suma una importante reflexión sobre la crisis multisistémica que enfrentan las sociedades liberales hoy en día. 

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Reportera (R): Podemos pensar que ha sido un error del ex-Presidente Pedro Castillo el intento de destitución del Congreso, pero la pregunta es ¿había otra cosa que hacer? especialmente ¿cómo muestra esta situación de Perú la fragilidad del sistema gubernamental peruano y su parálisis, siendo que ésta no es la primera vez que el país andino sufre golpes de Estado.

Giuseppe Lo Brutto (GLB): Bueno, en realidad, el caso de Pedro Castillo en Perú no es una novedad. Desde que él asumió [el poder], desgraciadamente, tenía al Congreso en su contra.

Anteriormente hubo varios presidentes que duraron muy poco tiempo porque el mismo sistema político peruano, digamos, lo que hace es que tiene muchos candidatos a la presidencia, muchos partidos, y generalmente no se logra la mayoría en el Congreso que sostenga al presidente. 

Pedro Castillo, [en las elecciones] fue apoyado por el movimiento social de izquierda, así como por movimientos populares muy fuertes, radicados en todas las regiones del Perú. Al llegar al poder, tuvo que hacer concesiones poco a poco a la derecha, tanto en tema de política económica, como de Ministros. [El no tener la mayoría] lo llevó a tener contrastes muy fuertes con el Congreso porque el Congreso no aceptaba lo que él iba haciendo. Esto llevó a una situación sui generis, de parálisis, donde era inevitable [un quiebre]. 

Era ya el tercer intento de destitución del Congreso hacia Castillo.

 Y bueno, ahí intervienen también elementos internacionales, como la presencia de la embajada de Estados Unidos, la mano de Estados Unidos también para derrocar a Pedro Castillo. Sobre todo porque Perú, como otros países, es rico en minerales como el litio, y el litio es fundamental para la tecnología y para la transición energética. 

Esta crisis política en Perú es una situación que no es novedosa y donde la derecha, a través de los tres poderes, sobre todo del sistema judicial -como se ha hecho en otras ocasiones-, ha utilizado lo que se conoce como el lawfare, o la judicialización de la política, es decir, cuando un poder sobrepasa a otro. En efecto es lo que [esos poderes] pueden hacer para destituir, o para poder no hacer valer la voluntad popular que se expresa en elecciones.  

Esto pasó con Dilma Rousseff a mediados de su segundo mandato. Pasó también con Evo Morales y la llegada de Jeanine Áñez, la presidenta de Bolivia, usurpadora del poder que hoy -quiero mencionar- está en la cárcel: tanto ella como Camacho, el otro líder de la derecha, quienes entraron con la Biblia [al Congreso], los dos hoy están en la cárcel.

Eso es un poco lo que sucedió en Perú. Era una situación ya incontrolable y que, sobre todo, se desmanteló. 

Creo que Pedro Castillo lo que cometió fue alejarse del movimiento que lo apoyó. No totalmente, pero sí en términos de alejarse del vínculo que permite [retroalimentar] el apoyo de las bases. El ejercicio del poder no se hace porque uno quiere, sino porque se tiene una base que le va a ir respaldando constantemente.

R: ¿Pero fue legal la destitución del Congreso que trató de hacer Pedro Castillo?

GLB: Está en el marco de la ley [peruana]. El presidente puede destituir por cualquier situación […] 

R:Diversos medios internacionales sugieren en sus reportes que la intentona de golpe de estado fue ilegal, que Castillo trató de hacer algo fuera de la legalidad y, entonces, es razonable que esté preso.

GLB: Es una lucha de poderes, legalmente el presidente -cualquier presidente- tiene la capacidad [de destituir al Congreso] si es apoyado por la base popular que lo respalda, y sobre todo tiene que ser apoyado por las fuerzas armadas. 

No es que [sin apoyo] vaya a hacer que sea ilegal, sino que evita que haya un golpe en su contra. Siendo que existe un choque de poderes, entre el poder Ejecutivo, el poder Judicial y el poder Legislativo, entonces, el presidente puede hacer una destitución del Congreso, lo cual está en el marco de la ley, pero es una situación sui generis, excepcional. 

Lo que permite que un sistema político funcione es que debe tener cierto equilibrio de poderes, pero en casos excepcionales, cuando uno tiene que hacer reformas constituyentes, que vienen desde su programa electoral, se tiene que tener todo a favor para poder hacerlo.

Por ejemplo: Rafael Correa en su primer mandato destituyó al Congreso, con la fuerza política que tenía, para llamar a la asamblea constituyente a que reescribiera la constitución de Ecuador. Lo mismo ha pasado en otros países. 

En el caso de [Pedro Castillo], él creía que todavía tenía el respaldo de su movimiento, que tenía la fuerza de sus aliados políticos, para que no sucediera que el Congreso, dos horas después, hiciera una petición para revocarlo, arguyendo que él no tuviera la capacidad moral o física para poder ejercer la función de Presidente de la República. 

¿Esto que quiere decir? que en el momento de intentar hacer la destitución del congreso, no valoró que el otro actor pudiese hacer lo mismo. Porque también está en el marco del Congreso revocar a un presidente por incapacidad moral o física. El detalle, en este caso, es que el Congreso sí tenía el apoyo de las Fuerzas Armadas, del sistema judicial, mientras Pedro Castillo no lo tenía.

R: Me parece que un punto clave del análisis es el uso de la judicialización de la política. Este proceso que se ha usado ahora en Perú lo hemos visto anteriormente en América Latina y parece repetirse con cada vez más frecuencia en el mundo.

GLB: Sí, se llama lawfare. De lo que se trata es, básicamente, cuando el sistema judicial a través de una cuestión administrativa puede destituir a un presidente legítimamente electo por el pueblo sin hacer valer, así, la voluntad popular.  Es la nueva forma de los golpes de estado. 

Antes, en un golpe de estado, uno utilizaba a los militares para llegar al poder. Así, se entraba físicamente [al recinto del poder], se mataba al presidente y ahí uno se hacía del poder simbólica y efectivamente.

Hoy las oligarquías, lo que hacen es [hacer uso del lawfare], entonces en América Latina lo que han hecho durante los últimos 10 años, es utilizar el sistema judicial para hacer un escamotage [un truco de desaparición]

Esto lo podemos ver en el caso, por ejemplo, de Dilma Rousseff ¿A Dilma Rousseff de qué se le acusaba? Ni siquiera se le acusaba de corrupción, se le acusaba de [“crímenes de responsabilidad”], que se explica como: existen partidas de gasto público;  la presidenta usa una partida para hacer cierta obra o cierta cosa; entonces los opositores alegan que ese gasto no está prescrito en las reglas de operación, entonces es ilegal; y a partir de eso quitan a la presidenta del cargo.  Por tanto, lo que está sucediendo es que se está eliminando la soberanía del pueblo que eligió a una presidenta para que esté durante el período que le tocó en su mandato. 

R: Ahora, uno de los denominadores de la descripción de los problemas de América Latina es la caracterización de sus gobiernos como “inexpertos” o “ineficientes”, especialmente cuando esos gobiernos usan sus propios recursos para beneficio de su población en vez de someterlos a las agendas comerciales de países más poderosos, que reclaman sus recursos y quieren dictar políticas sobre esos recursos. 

GLB: Esa es la diferencia entre extractivismo, de una política extractiva a una política neo-extractiva, lo cual se ha estudiado mucho en la academia. 

Es decir, hasta el año 2000 en América Latina los gobiernos usaban los excedentes, lo que se ganaba de la explotación de los recursos naturales, para ingresarlos para ellos, y no para usarlo como política pública para apoyar programas sociales. 

Lo que sucedió con las políticas neo-extractivas de los gobiernos progresistas del primer ciclo progresista del siglo XXI, en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Brasil, Paraguay con Lugo, Uruguay con Mujica; fue utilizar los recursos, la venta de los recursos naturales, aprovechando el boom de las commodities (materias primas), del alto precio del petróleo, del oro, del acero, de todas esas materias que tienen, para implementar políticas públicas que ayudaran a disminuir las desigualdades. 

Entonces esa es la diferencia entre una política neo-extractiva, que se inscribe dentro del capitalismo, no es una política anti-capitalista, solo que el excedente se usa para apoyar a la población a través de políticas sociales. Opuestamente, en la política extractiva, ese excedente nada más se queda en las cuentas de los que gobiernan y de los grandes oligarcas. 

R: Dada la situación y viendo cómo avanza la crisis de descontento social en Perú usted consideraría que el país se acerca a una guerra civil o un conflicto social prolongado?

GLB:¿Qué puede suceder? Esto es una incógnita, depende mucho de cuánta fuerza tenga este Congreso con esta Presidenta para mantener este descontento y no creo que vaya a durar mucho. Va a pasar lo mismo que en Bolivia. Es decir, [Boluarte], si  quiere pasar por un gobierno de transición, debe llamar pronto a elecciones, no esperar este año como quieren hacer, sino pronto. Y creo que no van a ganar. 

Pero el detalle es que Perú es un país también muy diferente en términos de las fuerzas políticas que pueden jugar. En su momento en Bolivia lo que pasó es que volvió a ganar el MAS [Movimiento al Socialismo]. Cierto. Pero en Perú hay que ver qué sucede, si la fuerza que ha apoyado a Pedro Castillo tiene la capacidad de volver a ganar una elección.

La construcción de opinión

R: Quienes protestan ahora en Perú piden que se respete la decisión del pueblo con las elecciones o se convoque a una nueva elección, no nada más que se traslade de manos el poder. ¿Podemos ver en esa resistencia un latigazo del apoyo popular que, quizá, se mantiene como una fuerza aliada a Pedro Castillo? o, por el otro lado, más que una lealtad a Castillo ¿es esta una madurez política de los movimientos sociales en Perú que reclaman los espacios ganados?

GLB: Es complejo por lo siguiente: 

Las redes sociales y los medios de comunicación juegan un papel tremendo en la opinión pública. Se puede ver no solo en Perú sino en toda América Latina, en el mundo, cómo se manifiestan a través de noticias que a veces son falsas o que son manipuladas. Es decir, una noticia se puede vender, y hacer, adornar, a la manera que uno quiera para crear opinión. Recordamos el papel que jugó Cambridge Analítica en Inglaterra durante el BREXIT, o en la victoria del mismo Trump en Estados Unidos. 

En este momento yo puedo decir que, desde antes, la grave crisis de institucionalidad que había en Perú, derivado del choque del Congreso del Perú, hizo  [posible] ese tipo de polarización. Y hago un paréntesis, la polarización es parte de la democracia hasta que sea civil. No podemos, pensar todos juntos y a la vez de la misma manera. El detalle es que [en Perú] esa polarización había llevado a una creación de una opinión pública que, sobre todo en la clase media, estaba en contra de Pedro Castillo, diciendo que Pedro Castillo era el que estaba desestabilizando a Perú. Lo cual no es cierto. 

Es necesario entender el problema de manera coyuntural, y hay que verlo de manera estructural. La crisis institucional del poder es derivada de la lucha del poder entre el Congreso y el Presidente de la República, y quién gana la elección, en este caso el Ejecutivo, representa al Presidente de la República. 

Lo que puede suceder después es que el movimiento social peruano está organizado, pero ¿hasta dónde? En este momento está solo en [algunos] departamentos, fuerte, pero todo Perú es mucho más grande. Hay que ver cómo se logra organizar, cómo, y qué sucede en los próximos meses. 

Y bueno, yo espero que Perú vuelva a la vida democrática, o sea, la de escoger lo que la voluntad del pueblo decida. Y en este momento estoy seguro que, no obstante la manipulación, la izquierda pueda volver a ganar, pero tiene que reorganizarse. Luego hay que tomar en cuenta otros elementos internos mismos de la vida de Perú, que es difícil conocer desde afuera porque luego hay otras consideraciones que hacer.

R: Una de las problemáticas de Perú, algo que ha cargado el país por mucho tiempo, es la corrupción. ¿Hay un gobierno estable y sus instituciones funcionan a nivel piso a pesar de este problema en Perú? 

GLB: Bueno, las instituciones de América Latina de por sí, no son tan fuertes o, en términos de tener esa capacidad de sobrevivir, tambalean muchas veces frente a grandes episodios de crisis. Son instituciones que, por la misma historia de los países, de la dictadura que ha habido, la misma historia de América Latina, son instituciones frágiles que se han fortalecido, sí, pero que tambalean constantemente. 

Lo vimos hace poco en Brasil con el golpe de estado, el intento que hubo apenas con los bolsonaristas. Brasil es una gran democracia, joven, de 1985, está en una nueva fase de la democracia, pero podemos ver como tambalean sus instituciones. 

La corrupción es un mal que recorre el mundo, no es prerrogativa de América Latina. La corrupción es un mal que [regula] el mismo sistema liberal. Si nos ponemos como fecha la Revolución Francesa, que es cuando se empieza este nuevo sistema político liberal, y vemos a todos los países que desde entonces han adoptado la forma de la política liberal, la corrupción ha sido un elemento central. En altibajos, dependiendo también de las condiciones de desigualdad que viven los países. Pero no es solamente la corrupción: yo creo que es la capacidad que tienen las oligarquías en cada país de determinar la suerte de la vida democrática de esos países. Es decir, quizás en Europa esas oligarquías determinan la vida política con otros elementos respecto a América Latina. Y en Europa no es que lo hagan diferente, pero a lo mejor está más maquillado con respecto a América Latina, que tiene instituciones más frágiles en términos de fortaleza del Estado, de la presencia del Estado en todas las regiones. 

Esto es complejo, pero al mismo tiempo, no debemos decir que es solamente la corrupción lo que decide la fragilidad de esas instituciones, sino son las desigualdades, que son resultado también del mal manejo de políticas públicas, es la dependencia entre países centrales y países periféricos.  Bueno, es el mismo sistema capitalista en sí y la corrupción es un elemento del mismo sistema. No, es que es ajeno.

R: ¿Cuál cree que sería una posible solución para la crisis peruana.

GLB: La solución puede ser interna y externa. Interna a través de la posibilidad de que haya elecciones pronto y, con lo cual, el pueblo pueda expresar su voluntad en torno al gobierno que quiere. 

Externamente, América Latina necesita, como lo fue la UNASUR en la primera década del siglo XXI, una institución regional que pueda proteger a estas democracias que a veces tienen instituciones frágiles. Recordemos el caso del intento de golpe de Estado que recibió Correa en su primer mandato, el del mismo Evo Morales.

Eso ayudaría mucho.

R: Ese es el panorama en macro. A nivel piso, en las organizaciones y los movimientos ¿qué se puede hacer?

GLB: Bueno, las organizaciones y movimientos son expresiones de la sociedad, muchas veces contrastan sus ideas con las mismas ideas de funcionamiento del sistema. A veces se inscriben dentro de la lógica del sistema. Y creo que juegan un papel determinante en torno a lo que piden, a lo que la sociedad aspira con sus diferencias, porque no hay un único movimiento, son muy heterogéneos los movimientos. Nada más en los países andinos, la misma composición de las organizaciones indígenas o campesinas a veces son diferentes y chocan entre sí. 

Es complejo decir que las soluciones son los movimientos sociales. Yo creo que la sociedad, en sus distintos componentes, cuando se presentan los problemas, va respondiendo con respecto a su propia historia, desde la  colonización hasta ahora por el caso de América Latina.

R: ¿Qué otros gobiernos cree usted que están en posible peligro de sufrir procesos similares al que sufre ahora Perú? 

GLB: Creo que todos los gobiernos del mundo, no sólo de América Latina, en este momento sufren una avanzada de la extrema derecha que rebasa la derecha neoliberal, que era a la que estábamos acostumbrados, la cual se inscribía en las reglas democráticas. 

Lo podemos ver en Estados Unidos con los Trumpistas, lo podemos ver con los Uribistas en Colombia, con los Fujimoristas en Perú, con los Bolsonaristas en Brasil, así como con los grupos de extrema derecha de VOX en España, de LePen en Francia, de Orban en Hungría o Kaczynski en Polonia. Entonces, en cualquier parte del mundo la extrema derecha está paulatinamente sustituyendo a esa derecha neoliberal, que tampoco en el ámbito de la política liberal pudo dar respuestas a lo que, según ellos, eran los problemas de la sociedad. 

«Sé que no puede haber una solución homogénea, puede haber distintas alternativas, heterogéneas. Pero lo cierto es que hay un resquebrajamiento de la democracia procedimental, del sistema liberal.»

Pero la extrema derecha es una derecha supremacista, racista, xenófoba, que no acepta las reglas del juego, que se cree que son los promotores de la democracia y de la libertad, hasta que ganan, pero cuando pierden, claro, ya no lo llaman democracia.

Es complicado pero lo que sí se está viendo, en la última década sobre todo, es un avance de esta extrema derecha que rechaza las misma reglas, o juego político, de la democracia procedimental, y que se sustenta en ser xenófobo, en encontrar al enemigo con los migrantes, en encontrar a un chivo expiatorio con lo ajeno.

En México en este momento no creo que la derecha tenga esa fuerza, afortunadamente, pero es un peligro. Por ejemplo, el grupo de FRENA y todo lo que esta alrededor de ellos, es expresión de [este avance de la extrema de derecha y sus ideas].

R: ¿Qué nos dice esta situación sobre la democracia actual? y específicamente sobre el curso de la democracia en América Latina

GLB: Bueno, la democracia, o el sistema liberal, está en crisis. No desde ahora, [sino que] a lo largo de estos 250 años de sistema liberal ha habido crisis del capitalismo, del liberalismo, de ese sistema político económico y social que conocemos en el cual hay una división de poderes, la soberanía de los pueblos, pero eso permite la conformación del Estado-Nación, así como lo conocemos, y la implementación de un modelo capitalista en sus distintas fases a lo largo de la historia. 

Hoy [el sistema liberal] está en una crisis muy aguda y esto se acentúa, yo creo, a partir de la crisis mundial económica del 2008. La crisis de ahora es una crisis multisistémica, es decir, económica, financiera, social, política, climática, y que es más visible porque hace ver bien que, en cualquier parte del mundo, ese sistema no ha ayudado a reducir las desigualdades y no ha ayudado a hacer de la sociedad un lugar mejor. 

Entonces cuál es la solución? No lo sé. Sé que no puede haber una solución homogénea, puede haber distintas alternativas, heterogéneas. Pero lo cierto es que hay un resquebrajamiento de la democracia procedimental, del sistema liberal. Lo ves en todas las crisis que vivimos, cada vez más seguido, y que tienen efectos en nosotros. El detalle es que, a diferencia del pasado, no hay que verlo solamente como la crisis de la democracia. Hoy es la crisis misma de la supervivencia del ser humano en este sistema. Es decir, la crisis ambiental, este metabolismo social entre el hombre y la naturaleza, yo creo, es el núcleo central que expresa esta crisis multidimensional. 

No hay que ver solamente la crisis política de la democracia, la crisis del sistema económico, la crisis social de la manera en la cual se organiza la sociedad. No. Hay que verla de manera holística, en un conjunto en el cual lo central, para mí, es la crisis civilizatoria, en cuanto a la destrucción que estamos haciendo del medio ambiente. Porque utilizamos este sistema político que ayuda, a través de su sistema económico, a destrozar este medio ambiente. ¿En pro de que? De una idea de éxito, de una idea de consumo, que no es la que el hombre, el ser humano debería de seguir, porque los recursos son finitos. Porque el sistema Tierra no aguanta más, y aumentan las desigualdades. Hay cada vez más disturbios, catástrofes, en todos los sentidos. Entonces, no es que quiera ser pesimista, pero sí se ve y se observa, a lo largo y ancho del mundo, que vivimos una gran crisis.

En América Latina tocamos el caso de Perú y de Brasil a nivel coyuntural, de esta crisis política, pero esto es expresión de algo mucho más profundo. Y bueno, hay que ir viendo las cosas poquito a poco, paso a paso. No hay soluciones que alguien pueda dar. Lo que podemos hacer es un diagnóstico, como siempre hacemos. Pero [hay que] ir poco a poco avanzando y hacer más conciencia de que podamos crear una mejor sociedad.

Esa es mi opinión de académico. Claramente la política y el ejercicio de la política implica otras cosas y otro tipo de decisiones. Porque es bonito hablar y reflexionar desde afuera, porque cuando ejerces el poder y tienes a millones de personas [a quienes] tienes que dar comida, salud, seguridad, es bien diferente.

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Autor Lado B
Bilha Calderón
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